La poesía de Raúl Carreras es, esencialmente, una poesía sonora, una poesía de rima y métrica. Antes que por su contenido, su poesía destaca por su forma. Mantiene siempre la constante de la búsqueda de la rima ante todo lo demás, lo que le otorga una apariencia jovial y lúdica. El ingenio que requiere el artesonado de las rimas, tan intensamente marcadas en formas clásicas como sonetos, décimas, octavas, liras, quintillas, etc., no puede, cuanto menos, sorprender al lector. Es poco habitual en la poesía contemporánea, donde el verso libre tiene la supremacía. No obstante, la sonoridad de la rima remite más a la de poetas como José de Espronceda o Gloria Fuertes, cuya poesía es para ser leída en voz alta y escuchada por un público, que a la rima más callada y sutil, hecha para rimar en la mente al leerse en silencio, como ocurre con Antonio Machado. Sin quitarle valor, la poesía de Carreras destaca por su facultad para recitarse en público, ante un auditorio, con el consiguiente disfrute de tanto poeta como oyentes, donde resuena una ebullición de escogidas palabras en un complejo juego de coincidencias fónicas.

Sueños y desvelos, Raúl Carreras (Sar Alejandría ed., 2017)

Como sucede en los poetas que desean revitalizar las formas clásicas, las estructuras cerradas de métrica y rima, el lenguaje de muchas de las obras está limitado al artesonado de la forma. Rara vez se consigue que el lenguaje logre su máxima expansión. Pero el mérito está en que se trata, sin duda, de poesía, porque el verso es verso. No ocurre así con el lado opuesto de la poesía actual, el verso libre, que cae a menudo en la desgracia de ser una enumeración de frases o palabras sin fuerza y sin aquel requisito que decía Neruda, que cada verso sea un poema en sí mismo, una isla. La mala poesía en verso libre es, simplemente, prosa. Raúl Carreras sabe mantenerse alejado de este vicio, gracias a su incansable búsqueda de la forma.

En cuanto al contenido, es destacable la gran diversidad de temas. No es un poeta que se ciña a un solo tema de preferencia o del que no sepa salir. El caso de Raúl Carreras es el de alguien que habla de todo lo que le gusta o le interesa. Entre sus temas, por tanto, podemos encontrar reflexiones sobre sentimientos (¿Qué es amor?, Miedos, Pasión apagada, Soneto a la alegría), el vínculo con su tierra, o con Castilla, con España en general (Bernardos, en un soneto no cabe; Camino de Santiago; Raso de Castilla; La octava… maravilla; Mi pueblo; Mi añorada infancia); tradiciones locales (Romería de la Virgen del Castillo, Subida 2010, a la Virgen del Castillo); denuncia de las tragedias de la Guerra Civil (Guernica, Memoria histórica); amor a la familia (Amor de madre, Alai, Hermanos); la belleza de ciertos fenómenos naturales (Nieva, Puesta de sol, Tormenta de verano), temas cotidianos como el fútbol, alimentos (Oda al chocolate, La Octava… Real, La Décima, Soneto a la cerveza, Soneto a la tortilla); reconocimiento y ensalzamiento de poetas (A Miguel Hernández, Soneto a Gloria Fuertes); sobre la propia composición poética (Palabras, Suspiros de la lira, Versos en almoneda); los pecados capitales (Seven); los cinco sentidos (Con sentido); reivindicaciones sociales de actualidad (Orgullo, In Memoriam); amor y desamor (En la noche de los sueños, Fue una noche fría, Cartas en el cajón, etc.), en incluso alguna composición erótica o pornográfica (En la hora de la siesta…).

Merece atención aparte el área temática del amor, pues es un tema ineludible y el de mayor peso en la lírica, que sin duda Raúl Carreras sabe dominar, pues aúna sentimiento y expresión con gran intensidad, remitiendo a veces a la tradición. Por ejemplo, salta a la vista la clara alusión a la rima XXIV de Bécquer, Dos rojas lenguas de fuego, en el poema de Carreras Fundidos en un beso, manteniendo esa estructura anafórica del “dos” y campos semánticos líricos cada vez que se enuncia con ese numeral:

Dos nubes algodonales
en un cielo despejado.
Dos estrellas celestiales
en un ocaso dorado.
Dos miradas pasionales
de ojos que han amado.
Dos imágenes frugales
de futuros anhelados.

La poesía de Carreras es clara y directa, sin demasiados ambages herméticos que suspendan al lector o receptor en esfuerzos de interpretación. Se deja procesar por su sencillez y su música, sin mayores complicaciones. Ahora bien, ocurre a veces que encierra alguna idea más sutil en imágenes metafóricas, casi simbólicas, como ocurre con El abrazo:

En el fresco claustro, sobre la exedra,
con suma destreza, rara pericia,
por sus anchas paredes crece la hiedra.

La sensación más profunda de un abrazo, en múltiples vertientes de interpretación, queda representada en esa imagen, tan bien expuesta en palabras, de la hiedra sobre la piedra labrada. La planta es algo vivo, la piedra es algo inerte. El claustro es un monumento, algo que debió ser imponente, construido por una institución humana, pero pasa a ser vestigia, recuerdo deteriorado de un esplendor pasado, al estar cubierto de hiedra. Pero todo ese contraste indica inexorablemente sentimientos amorosos, un abrazo. La imagen es genial, pero precisamente éste es un raro poema en la antología, al ser corto y de una forma poco habitual en Carreras: una sola octava anisométrica.

Raúl Carreras

El poeta no se priva de experimentar en diversas formas o saltarse alguna de sus normas si el efecto de lo que se transmite va a ser mayor. Ya no vivimos en una época de formas exquisitas: nuestros edificios tienen curvas, se tuercen y serpentean, ya no hacemos palacios herrerianos. La libertad de sentimiento y de expresión se permite todo; pero es de agradecer el cómplice guiño a nuestra tradición castellana el constante retomar de Carreras de las formas del Siglo de Oro.

No todas esas referencias son a las formas cultas, porque también nos sorprende el poeta con sus romances, como el Romance de Eros y Psique y el Romance de un Quijote enamorado. Se puede decir que su pericia en el verso corto es, si cabe, aún mayor, y que maneja la asonancia a la perfección. En el contenido, combina con destreza la lírica y la narrativa, aunque siempre es la lírica el género dominante.

La introspección, el poema reflexivo, tiene una de sus más altas representaciones en el soneto Dentro del laberinto, cuyos cuartetos guardan admirable métrica y ritmo, con el magistral acento heroico en la sexta sílaba en muchos casos: ¿Dónde está la salida al laberinto, / dónde encuentro la puerta principal? […] ¿Acaso no hay un camino distinto / del obstinado impulso irracional? […]

En definitiva, es un placer poder contar con la poesía de Raúl Carreras, cuya carrera, jugando con las palabras como tan bien sabe hacer él, no acaba más que de empezar. No es, por ahora, el poeta que vaya a sorprender a los críticos y los maestros, no, ni falta que hace, sino que hace la poesía que hay que hacer verdaderamente: la de los amigos, la familia, los sentimientos vividos, los amores sufridos, los gustos personales…, todo ello para las personas que nos quieren y que nos conocen. Y si algunos no conocemos aún a Raúl, podemos verle a través de su poesía. Podemos ver a un poeta cercano, humano, un poeta del pueblo.


La presentación de «Sueños y desvelos» tendrá lugar el jueves 21 de septiembre a las 19 horas, en el Centro Cultural Matadero de Madrid.