Ángeles Hernández Cruz De cuarzo y verso, publicado por la editorial Escritura entre las Nubes, Colección Tigaiga de poesía de ACTE Canarias.
“Amontono fotos de amaneceres,
hago acopio de instantes sosegados,
atesoro minutos de sueño
sisados al insomnio,
junto abrazos de aquí y allá,
acumulo el desorden de los versos
y guardo restos del sonido
de mis torpes gratitudes”
Estos versos del poemario de Angie constituyen una presentación certera de lo que nos vamos a encontrar en él: un memorial poético de resistencia al caos. Si te acercas a este libro, lector, hallarás una declaración de intenciones contumaz de que pese a todo dolor, pese a toda muerte, pese a toda tiniebla, la vida decide erguirse recta y sólida cada día. Y lo hace coleccionando fotos de amaneceres, momentos de sosiego, abrazos, fidelidades… Porque la escritora sabe que nada más útil para la existencia que el agradecimiento a la existencia misma por ser.
Angie es hija de emigrantes gomeros a Venezuela, aunque ha vivido en Tenerife desde que tenía tan solo 3 meses de edad. Se licenció en Filología Inglesa por la Universidad de La Laguna y dedicó más de tres décadas a enseñar inglés en la Escuela Oficial de Idiomas de Santa Cruz de Tenerife. La docencia es una profesión que le apasiona y que le aportó muchas satisfacciones. Confiesa ser una lectora compulsiva y que desde que era muy pequeña le ha gustado escribir, sin embargo, fue en 2019 cuando comenzó su aventura literaria, fruto de la necesidad de contar sus propias vivencias y expresar sus ideas de una manera diferente.
Para ello, asistió a algunos talleres de escritura y se inscribió en el Taller internacional de perfeccionamiento literario Ultraversal, donde se formó en narrativa y poesía. Es miembro de la asociación ACTE Canarias y actualmente coordina el taller de escritura de poesía Entreversos, en el que este colectivo colabora junto con el ayuntamiento de Tacoronte.
Entre los galardones que ha recibido posee:
- 2º premio del Certamen de poesía Cueva de Unicornios 2020 por el poema Que la montaña explote.
- 1er premio del Certamen de poesía Cueva de Unicornios 2021 por el poema Hacia la nada.
- Premio Amparo Walls Hernández de novela corta 2021 por Piedra y océano.
- Accésit en el Certamen de Relatos Cortos 2021 convocado por AMULL (Asociación de mayores de la Universidad de La Laguna), por el relato Un tango para Esther.
Ha publicado colaboraciones en revistas digitales como Ultraversal, Poesía y Métrica o Tamasma cultural. Ha participado en antologías como la Segunda antología Ultraversal, los Encuentros literarios AMULL 2020 y 2021, Voces de Mar y El Canto de la Alpispa.
En solitario tiene la novela corta Piedra y Océano, publicada por Cursiva en 2022 y que, como ya dijimos, obtuvo el primer premio de narrativa corta Amparo Walls en 2021.
Bien, pues fruto de esa trayectoria es De cuarzo y verso, un poemario maravilloso que llena el alma de sensaciones y conmociones. Sí. Es un conjunto de palabras, lo que Angie nos regala, que nos sacude el alma desde la autencidad de los sentires que plasma:
“Vi caer mi fe en el ser humano.
Caía hecha metralla de tal perversidad
que mutilaba a la esperanza
con hoces interrogativas”
Tremenda esta afirmación, de una contundencia que huele casi a pánico de la poeta ante el panorama vital que la desarma y le desarticula la fe.
Queremos destacar tres aspectos diferentes en esta obra, que a su vez se complementan: la universalidad, el diálogo intraliterario y la precisión del lenguaje.
La universalidad en los versos de Angie es evidente. Basta abrir el libro por cualquiera de sus páginas para encontrarse repetidamente uno de los grandes tópicos de la poesía de todos los tiempos: el dolor. Ese sentimiento (como el viaje o la muerte o el amor) tan humano que la literatura de todas las épocas rebosa cantos y llantos por él. Al dolor han cantado Shakespeare, Sylvia Plath, Virginia Woolf, César Vallejo, Blas de Otero… Ella también lo hace, canta al dolor de una existencia que siente hostil y ante la que alza la voz para buscarle sentido a través del lenguaje. Y lo hace de una forma tan desgarradoramente sincera que uno se siente parte de lo contado. Esa es la universalidad que quería destacar. Escuchen, si no:
Me naufragó la vida en medio de la calma.
Sin rayos ni tormentas,
sin olas ni ventiscas,
con su olor a tragedia me abordaron las rocas
que viven en la isla del hastío.
Y esta otra confesión:
Me fallan las fuerzas para otra travesía,
no caben tantas lágrimas
en una sola casa.
Temáticamente, pues, se puede afirmar que De cuarzo y verso es un poemario que busca la universalidad, el despliegue, el ensanche, la exhibición de un sentimiento tan humano, que creo que a todos nos es conocido: el dolor. El dolor en todas sus fases, pues de acuerdo a la estructura del poemario, aborda las sombras, la metamorfosis y la luz que llega tras las tinieblas (la propia Angie nos cita a este propósito a Jung: “nadie se ilumina fantaseando figuras de luz sino haciendo consciente su oscuridad”). Todo, como el proceso de un calvario personal y vital. Pero es que, además, este grupo de poemas establece un diálogo literario sumamente prolijo y hasta lúdico, diría yo, con otras voces afines a su discurso.
Blas de Otero, Bukowsky, Pizarnik y otros portavoces universales del sufrimiento encabezan sus poemas, ¿no pensaremos que es casual, verdad? No. No lo hagamos porque pecaríamos de ingenuos. Angie busca siempre al aliado perfecto para suscribir e inscribir su sentir poético. Y no solo los cita, cuando se acerquen al libro hallarán también un juego de lo más original con Neruda. Está en el poema titulado Veinte estrellas desesperadas y un poema imposible. Léanlo, saboréenlo como un helado en agosto. Les calmará la sed de creación, porque realmente es un ejercicio metaliterario precioso.
Por último, quiero hacer hincapié en el lenguaje utilizado en este libro. De cuarzo y verso está tallado con un vocabulario preciso a la vez que sencillo. Angie huye del artificio, de la expresión grandilocuente y de cualquier tipo de alambique verbal que distraiga al lector del mensaje de su discurso. La plasticidad del lenguaje utilizado es precisa, trabajada con delicadeza, pero fluye con una naturalidad tal, que parece casual. He ahí el valor poético. Aquel que Juan Ramón elogiaba al afirmar “no le toques más, que así es la rosa”. Esa sencillez minuciosa no está al alcance de todo el mundo, pero Angie lo hace fluir con una soltura asombrosa.
Y no menos asombrosa es su capacidad para mezclar lo cotidiano con las imágenes más impactantes que pueda lector alguno tropezar. Pero, insisto, desde la naturalidad de un lenguaje diáfano, limpio, claro, a veces tan sincero que duele, que parece cotidiano, pero es poesía en su esencia:
La rabia amontonada no sirvió para rasgar
Doce capas de meses tan solo con mis manos.
Quiero llevarte en el cuenco de las manos
Pedacitos de furia.
El lenguaje poético de Angie es una expresión del fondo que se plasma en una forma perfectamente equilibrada. Carente de aspavientos. Que busca la imagen perfecta en la unión original de dos palabras cualesquiera, pero concienzudamente emparejadas, en un ejercicio fiel a aquella idea lorquiana de que la poesía es la unión de dos palabras que uno no imaginaría que podrían juntarse. Esa es la premisa de este libro y la grandeza de su retórica.
Y como tras cualquier fase de dolor y metamorfosis llega el resurgimiento. Ese que el lector espera tras cruzar tantas aguas amargas con la poeta. De cuarzo y verso verbaliza esa vuelta a la vida a través de la resistencia contumaz:
Con la garganta llena de silencios
(…)
reptaré si es preciso,
pero no seré esclava de una vida
envuelta en el sarcasmo de ser superviviente
con fobia a respirar.
Y vuelve, también, a través del lenguaje, aferrada a las palabras que la ayudan a recomponeres de nuevo, como si se hubiese sentido un mecano roto y desarticulado que vuelve a erguirse con formas vivas y erectas. En otras palabras, Angie respira aire nuevo mediante la poesía:
“hasta que llegó la poesía para enseñarme
como alumbrar mis recodos,
cómo elevar la frente y poner nombre
a lo que tanto había temido pronunciar”.
Este poemario, señores, es una pequeña joya para quienes aprecien el sentido de la vida. A través de sus páginas vemos el progreso vital de un ser fulminado por el miedo que se va rearmando muy despacio, vistiéndose con capas de esperanza de distintos colores y que acaba poniéndose en pie, flotando, incluso, y dejándonos a modo de declaración de principios este hermoso poema que cierra el libro:
Enjambrada de arrugas
―huellas de sensatez
en medio del desorden―,
aquí sigues abierta
a dar y a recibir,
a ser arma y refugio,
con ganas de mancharte una vez más
con la tinta emoliente de unos versos.
Acérquense a estos versos, amados lectores. Les esponjará el alma.
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