Gracias por el honor de escribir estas líneas, no sólo a Michel, sino a la Vida, que
siempre me acaricia, luego de un sacudón.
Cuando se me presentó esta oportunidad, yo venía de un duelo. Una parte
mía había muerto y, si bien había sido muy necesario soltarla, no por eso me dolía
menos su pérdida.
En ese tiempo llegó Miradas, libro de poemas de Michel Orban, y una vez
que lo leí supe que el Universo, Dios, el Gran Espíritu, La Madre Divina, Ishvara, La
Consciencia Pura, o como prefiera llamársele, me miraba con absoluto Amor,
Compasión y Gratitud:


Tus ojos son los abismos de mis vértigos
Soy el alfarero que ofrece a la arcilla su vuelta de tierra


Mientras leía, entrecerraba los párpados para ver con más nitidez esa
pareja de danzarines que manaba de los poemas. La Yin y el Yang, el Yin y la Yang,
entrelazados en una danza cósmica exquisita:


Tus ojos son los cielos de mis caídas libres
Soy el escritor que se hace paje al servicio de la letra

En esta poesía, que recorre el libro Miradas de principio a fin, subyace una
Realidad, en el mejor sentido de la palabra. Un estado Real de consciencia que me lleva de la mano, hacia el punto donde la dualidad por fin se unifica, y los amantes danzarines se hace UNIDAD.


Te me apareciste, con tu perdón en las manos
Gracias Felicidad


Y como conclusión, como gestalt completa, me es imprescindible citar esta
frase del prólogo:


Uno de los grandes dones de Michel es su mirada, llena de agua dulce, del
color del cielo, de transparencia y claridad