Víctor Cuchi Espada nos entrega en 2021 su primera novela, El sacrificio de Urías (Editorial Navarra, México). La novela está dividida en tres partes muy claras, enmarcadas por acontecimientos históricos precisos, como ha destacado Héctor Zarauz en su presentación en México. La primera parte encuentra al personaje principal, el joven mexicano Jaime Urías en Nueva York en 1932 para embarcarse en el dirigible Graf Zepelín hacia Zúrich, Suiza, a reclamar una pequeña fortuna para su familia, la cual ha venido a menos económicamente durante el gobierno de Plutarco Elías Calles. En ese dirigible, Urías conoce a una familia venezolana, la familia Salom, que huye de Venezuela hacia Inglaterra por la dictadura de “El Bagre”, Juan Vicente Gómez Chacón.

La segunda parte, mucho más breve, encuentra a Jaime Urías como veterano de las fuerzas aliadas que lucharon en contra el fascismo. Está ahora en Colombo, Sri Lanka, y es 1945. En la tercera, ya el protagonista de la novela se mueve por otro escenario exótico por Alejandría, Egipto, durante la época de la nacionalización del Canal de Suez por Gamal Abdel Nasser en 1956.

Las peripecias de Urías han sido muchas y Víctor Cuchi Espada, que es historiador de profesión, intercala la historia de su personaje central, Urías, con la historia de Latinoamérica, de Europa, y del Oriente Medio. Aunque la novela tiene todo este complejo trasfondo histórico coincido con Ricardo Sevilla, en que El sacrificio de Urías es una novela altamente poética y se narra desde la memoria de Urías que abarca un periodo de su vida de unos 25 años. De hecho, la novela abre con una meditación del personaje central sobre memoria, pasado, y olvido. Una meditación filosófica y lírica.

Esta novela, narrada con gran pulcritud e inteligencia, capta rápidamente la atención del lector a pesar de sus referencias históricas. En la primera parte, como señalé, vemos a un Jaime Urías joven, quien entabla amistad en su viaje por dirigible con la familia del senador Salom, su esposa Margarita y la hija de éstos, Ofelia, de la cual Urías se enamora de modo platónico. Con esta familia viaja un supuesto secretario, Renán Maraver, con quien nuestro protagonista se reencuentra en la tercera parte de la novela. En esta primera parte, Cuchi Espada consolida su personaje central. Urías emerge ante nuestros ojos como un joven observador, inteligente, con capacidad de sacrificio, ya que se embarca en este viaje dirigible a reclamar una fortuna familiar en Zúrich, Suiza. Urías, además, es capaz de identificarse con la familia venezolana que huye, pues como él, ha sido afectada por los sucesos políticos de su país. Ofelia, como Urías, es muy joven y capaz del sacrificio, ya que cuida de manera esmerada a su padre. En la diégesis de la novela estos personajes jóvenes son los protagonistas de esta primera parte de la historia.

La segunda parte es breve y el diálogo entre Urías y su amigo Harry Calember le da una gran agilidad al texto. Parece una secuencia rápida de diálogos cinematográficos. Urías planea trabajar en refinerías petroleras. Es interesante que Urías parece querer moverse más al extranjero que en su natal México. Urías ya es ciudadano británico o está amparado por este gobierno y piensa trabajar en Asia. Víctor Cuchí Espada no sólo ha dado una profundidad ética a este personaje sino que lo ha calibrado como un ente universal, un migrante, que por las peripecias de su vida se ha movido o se moverá por cuatro continentes. De hecho, Héctor Zarauz calificó esta novela de excéntrica, pues le parece inusual una novela mexicana con esta dimensión universal.

La tercera parte es de un gran lucimiento narrativo de parte de Cuchi Espada. Urías se encuentra en Alejandría, Egipto, con el enigmático doctor Renan Maraver, quien está desahuciado médicamente. Éste involucra a Urías en la búsqueda de Ofelia, quien, se supone, anda como enfermera en esa región. Esta parte es de gran intensidad narrativa, pues con habilidad el autor narra la situación de guerra en la que se van a encontrar sus personajes. Como dije, estamos en esta parte en la crisis del 1956 causada por la nacionalización del Canal de Suez. Las escenas de guerra son narradas con gran viveza y emoción. El lector siente la vulnerabilidad de los personajes que se enfrentan con los “desastres” de la guerra. Aquí, vemos el conflicto humano entre Urías y el doctor Maraver. El lector se entera del “sacrificio de Urías”: el dinero que fue a reclamar para su familia en Suiza se lo dio a Maraver y a la familia Salom. Hay mucho resentimiento de parte de Urías hacia Maraver, quien no se sabe qué hizo con el dinero. En los momentos del conflicto bélico, Urías desea la muerte de Maraver. Este aparece como el Rey David bíblico que sacrifica al joven Urías.

El sacrificio de Urías es desde el punto literario una novela corta, intensa, bien escrita y llena de conflictos y emociones. La novela se lee con gran agilidad y tiene pasajes de gran belleza lírica, como apuntó brillantemente Ricardo Sevilla. Se narra como una memoria. Los personajes son interesantes y Cuchi Espada deja espacios ambiguos que el lector podría interpretar o completar. La memoria es porosa y la memoria literaria también; por ello me parece más que acertado que Cuchi Espada deje en suspense (en un aparente olvido narrativo) al lector en más de una ocasión. Esto confirma su gran habilidad como novelista.

Héctor Zarauz y Ricardo Sevilla recalcan la universalidad de esta pequeña gran novela, pues Urías se mueve como el hombre contemporáneo por el mundo. Pero me parece que Víctor Cuchi Espada le da una dimensión más profunda a su novela: El sacrificio de Urías recrea el sacrificio del Urías mítico. En un momento Urías compara a Ofelia con la Antígona griega y al pobre senador Salom con un senador romano. Esta novela adquiere un carácter universal en el pasado y en el presente. El sacrificio de Urías es casi eterno. En su brevedad, esta novela surge como una novela anclada en una historia reciente (que tiene conexiones con lo que acontece hoy) y en los mitos. En este sentido, esta novela me recuerda al Réquiem por un campesino español de Ramón J. Sender.

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