Sus letras nos llevan hacia el interior y hacia algunos pasajes grises, nos pasea por la ternura, la pasión, lo frágil del ser y esa soledad constante… que es como una daga en su pecho. Es como su estandarte, su inspiración, algo con lo que aprende a vivir, una soledad interna más que externa, que le da ese sabor de melancolía a sus líneas.

La soledad, el tema de la muerte y su misterio, parecen ser una constante; hábil y sutilmente, siembra en uno esa incertidumbre humana, trayéndonos tragos fuertes en sus poemas.

Nos da una sensación de contemplación hacia esa niña que solía ser y esas tristezas y anhelos, que se quedaron y vivían en su interior. Lo plasma así Pizarnik en varios de sus escritos y nos deja ver por una rendija la procesión que lleva por dentro:

Mis alas?
dos pétalos podridos […]
mi vida?
vacío bien pensado […]
mi rostro?
un cero disimulado
mis ojos?
ah! trozos de infinito

Sus letras en veces toman un tono azul profundo y melancólico, y deja un sabor fuerte, seco y dulce, que sorprende a quien desmenuza su escritura:

ya comprendo la verdad
estalla en mis deseos
y en mis desdichas
en mis desencuentros
en mis desequilibrios
en mis delirios
ya comprendo la verdad
ahora
a buscar la vida

Nos lleva a adentrarnos en su sentir de mujer, ante las situaciones por las que fue señalada, acosada y criticada: su forma de ser y vestir (considerada poco femenina en ese entonces), la comparación de sus padres con su hermana, su frágil salud y esa soledad interior depresiva, misma que marcó su desenlace a sus escasos 36 años, consumiendo 50 pastillas y eligiendo el suicidio como la puerta que la liberaría de su prisión interna.

Flora Alejandra Pizarnik un ave de bello canto, encerrada en la jaula de las emociones.

YO SOY…

Mis alas?
dos pétalos podridos
mi razón?
copitas de vino agrio
mi vida?
vacío bien pensado
mi cuerpo?
un tajo en la silla
mi vaivén?
un gong infantil
mi rostro?
un cero disimulado
mis ojos?
ah! trozos de infinito

SÓLO UN AMOR

Mi amor se amplía.
Es un paracaídas perfecto.
Es un clic que se exhala y
su pecho se hace inmenso.
Mi amor no ruge
no clama
no ruega
no ríe.
Su cuerpo es un ojo.
Su piel es un mapamundi.
Mis palabras perforan
la última señal de su nombre.
Mis besos son anguilas que él
se ufana en dejar resbalar.
Mis caricias un chorro reminiscente
de música sobre fuentes de Roma.
Nadie pudo huir aún de su territorio anímico.
No hay rutas ni pliegues ni insectos.
Todo es tan terso
que mis lágrimas se sublevan.
Mi creación es una mojigatería
junto a su rubio carromato.
En estos momentos el tintero alza vuelo
y enfila hacia linderos inacabables
de mosquitos haciendo el amor.
Suena el fatídico sonido.
Ya no vuelo.
Es mi amor que se amplía.

MÁS ALLÁ DEL OLVIDO

Alguna vez de un costado de la luna
verás caer los besos que brillan en mí
las sombras sonreirán altivas
luciendo el secreto que gime vagando
vendrán las hojas impávidas
que algún día fueron
lo que mis ojos
vendrán las mustias fragancias
que innatas descendieron del alado son
vendrán las rojas alegrías
que burbujean intensas
en el sol que redondea las armonías equidistantes
en el humo danzante
de la pipa de mi amor.

EXILIO (a Raúl Gustavo Aguirre)

Esta manía de saberme ángel,
sin edad,
sin muerte en que vivirme,
sin piedad por mi nombre
ni por mis huesos que lloran vagando.
¿Y quién no tiene un amor?
¿Y quién no goza entre amapolas?
¿Y quién no posee un fuego, una muerte,
un miedo, algo horrible,
aunque fuere con plumas,
aunque fuere con sonrisas?
Siniestro delirio amar a una sombra.
La sombra no muere.
Y mi amor
sólo abraza a lo que fluye
como lava del infierno:
una logia callada,
fantasmas en dulce erección,
sacerdotes de espuma,
y sobre todo ángeles,
ángeles bellos como cuchillos
que se elevan en la noche
y devastan la esperanza.

LA JAULA

Afuera hay sol.
No es más que un sol
Pero los hombres lo miran
y después cantan.
Yo no sé del sol.
Yo sé la melodía del ángel
y el sermón caliente
del último viento.
Sé gritar hasta el alba
cuando la muerte se posa desnuda
en mi sombra.
Yo lloro debajo de mi nombre.
Yo agito pañuelos en la noche
y sedientos de realidad
bailan conmigo
Yo oculto clavos
para escarnecer a mis sueños enfermos.
Afuera hay sol.
Yo me visto de cenizas.

CENIZAS

Hemos dicho palabras,
palabras para despertar muertos,
palabras para hacer un fuego,
palabras donde poder sentarnos
y sonreír.
Hemos creado el sermón
del pájaro y del mar,
el sermón del agua,
el sermón del amor.
Nos hemos arrodillado
y adorado frases extensas
como el suspiro de la estrella,
frases como olas,
frases con alas.
Hemos inventado nuevos nombres
para el vino y para la risa,
para las miradas y sus terribles
caminos.
Yo ahora estoy sola
-como la avara delirante
sobre su montaña de oro-
arrojando palabras hacia el cielo,
pero yo estoy sola
y no puedo decirle a mi amado
aquellas palabras por las que vivo.

LA NOCHE

Poco sé de la noche
pero la noche parece saber de mí,
y más aún, me asiste como si me quisiera,
me cubre la conciencia con sus estrellas.
Tal vez la noche sea la vida y el sol la muerte.
Tal vez la noche es nada
y las conjeturas sobre ella nada
y los seres que la viven nada.
Tal vez las palabras sean lo único que existe
en el enorme vacío de los siglos
que nos arañan el alma con sus recuerdos.
Pero la noche ha de conocer la miseria
que bebe de nuestra sangre y de nuestras ideas.
Ella ha de arrojar odio a nuestras miradas
sabiéndolas llenas de intereses, de desencuentros.
Pero sucede que oigo a la noche llorar en mis huesos.
Su lágrima inmensa delira
y grita que algo se fue para siempre.
Alguna vez volveremos a ser.

EXTRACCIÓN DE LA PIEDRA DE LOCURA (FRAGMENTO)

No me hables del sol porque me moriría. Llévame como a una princesita ciega, como cuando lenta y cuidadosamente se hace el otoño en un jardín.
Vendrás a mí con tu voz apenas coloreada por un acento que me hará evocar una puerta abierta, con la sombra de un pájaro de bello nombre, con lo que esa sombra deja en la memoria, con lo que permanece cuando avientan las cenizas de una joven muerta, con los trazos que duran en la hoja después de haber borrado un dibujo que representaba una casa, un árbol, el sol y un animal.
[…]
¿Y yo? ¿A cuántos he salvado yo?
El haberme prosternado ante el sufrimiento de los demás, el haberme acallado en honor de los demás.
Retrocedía mi roja violencia elemental. El sexo a flor de corazón, la vía del éxtasis entre las piernas. Mi violencia de vientos rojos y de vientos negros. Las verdaderas fiestas tienen lugar en el cuerpo y en los sueños.

Puertas del corazón, perro apaleado, veo un templo, tiemblo, ¿qué pasa? No pasa. Yo presentía una escritura total. El animal palpitaba en mis brazos con rumores de órganos vivos, calor, corazón, respiración, todo musical y silencioso al mismo tiempo. ¿Qué significa traducirse en palabras? Y los proyectos del perfección a largo plazo; medir cada día la probable elevación de mi espíritu, la desaparición de mis faltas gramaticales. Mi sueño es un sueño sin alternativas y quiero morir al pie de la letra del lugar común que asegura que morir es soñar. La luz, el vino prohibido, los vértigos, ¿para quién escribes? Ruinas de un templo olvidado. Si celebrar fuera posible.
[…]