Tras su expulsión, Marechera malvivió en Oxford durante unos años en casas de amigos, tiendas de campaña y comunas, rodeado de otros artistas, drogadictos y anarquistas. Es durante este período cuando escribe su primera y más aclamada obra, The House of Hunger, donde habla del contexto de pobreza, suciedad y hambre de su niñez. En esta obra habla sobre las brutales relaciones humanas llenas de soledad y de cómo los libros y el mundo de los sueños y la creatividad – el arte en definitiva – fueron su escapatoria. The House of Hunger ganó el Guardian First Book en 1979 convirtiendo a Marechera en el primer y único escritor africano en haber obtenido este prestigioso premio. Durante la ceremonia de recogida del premio y en un estado de embriaguez evidente, Marechera protagonizó una de sus más controvertidas apariciones públicas lanzando la vajilla contra las enormes lámparas de araña que decoraban el salón durante la recepción del premio. Marechera consideraba que toda la ceremonia era una farsa en la que el poder literario establecido esperaba de él que escribiera en calidad de escritor africano, mientras que él renegaba de cualquier poder establecido y no creía en el condicionamiento de su arte. A su vez veía muy hipócrita aclamar en semejante ceremonia una obra que hablaba de la hambruna social y real de su país Zimbawe mientras su gente seguía muriéndose de hambre allí.

En esta misma línea de descontaminación de influencias tales como la experiencia colonial y en constante búsqueda de una verdad que, en definitiva, era la búsqueda de una identidad propia, Marechera publica su segunda obra, Black Sunlight. Esta novela pone en evidencia su creciente depresión y adicción al alcohol y su progresiva introspección literaria y filosófica.Tras ocho años en Inglaterra regresa a Zimbawe en 1982, de la que ya no saldría hasta su muerte en agosto de 1987. Vuelve con la excusa del rodaje para la BBC 4 de The House of Hunger, pero pronto se pelea con el productor y es expulsado del rodaje y del hotel en el que se aloja. Pasó sus últimos cinco años de vida viviendo en la calle, escribiendo de manera obsesiva y ganándose más y más enemigos en el poder debido a su escritura contestataria e inconformista. Cuando Marechera dejó su país todavía estaba en el poder el gobierno blanco racista de Ian Smith y al volver se encontró con un Zimbawe que, a pesar de haber obtenido la independencia, tenía un gobierno negro que seguía siendo corrupto y que continuaba una política de segregación social que favorecía las clases medias. Fue muy crítico con la clase dirigente en sus escritos, lo que le ganó antipatías desde sectores que consideraban que atacaba la imagen de Zimbawe como país africano independiente. Su visión cosmopolita y anarquista no encajaba en esta nueva identidad africana, pero él siguió fiel a su idea de libertad y rompió con las fronteras y limitaciones de una literatura africana que tenía la voluntad de ensalzar una identidad idealizada africana basada en mitos ancestrales y que huía de planteamientos psicoanalíticos e individualistas. Publicó en 1985 Mindblasts con la que, literalmente, quería reventar las mentes de los africanos desde una perspectiva diferente a la predominante, eso le ocasionó alguna paliza y seguir viviendo en condiciones pésimas. También son de esta época todos los poemas que aparecen en el libro Cemetery of Mind, muchos escritos en los bancos de un parque en Harare y en portales. Mientras tanto su alcoholismo y problemas de salud siguieron aumentando hasta su muerte por SIDA en 1987. La mayor parte de la producción de sus últimos años ha sido publicada póstumamente y recopilada en su mayoría por la fundación The Dambudzo Marechera Trust y su biógrafa Flora Veit-Wild.

En la literatura postcolonial a partir de los años cuarenta y cincuenta, la mayoría de escritores escriben desde una perspectiva anticolonial de protesta y algo más tarde, a partir de los setenta, también desde una crisis identitaria en la diáspora europea y norteamericana. Si a pesar de todo quisiéramos clasificar a Dambudzo Marechera, lo haríamos en aquella generación perdida de escritores de Zimbawe que fueron oprimidos por un régimen colonial y que se alienaron de su propia cultura o estuvieron sujetos a una cultura ajena en el exilio. En la obra de Marechera no hay vestigios de la tradición africana y la lengua que utiliza es siempre el inglés, la lengua del colonizador, aunque su dominio de la misma, al igual que de la literatura inglesa, es muy superior a la de la mayoría de sus compañeros universitarios en Oxford. Para él el Shona, su lengua materna, representa su familia, ese doloroso pasado y los orígenes africanos que rechaza y odia y, por tanto, subyuga la lengua inglesa excolonial para que le sirva en sus propósitos. Marechera se emplaza en ese lugar incómodo del artista politizado que se educa en Europa. Influenciado por los años posteriores a la revolución intelectual europea del mayo del 68, una vez vuelve a África, pocos lo entienden o lo aceptan. Para la crítica africana Marechera es indiscutiblemente un talento único y posiblemente uno de los escritores más importantes del s. XX. Sin embargo, durante toda su vida, se consideró que su estilo era burgués, europeizado y que no correspondía ni encajaba con el proceso de independencia que Zimbawe estaba viviendo. El reconocimiento le ha llegado tras su muerte y mucho se ha escrito sobre su vida errática y su controvertida personalidad.

Este novelista, narrador de historias, poeta y dramaturgo «vivió como escribió y escribió como vivió» tal y como afirma Musa Zimunya y, probablemente, su función como escritor sea la de perturbar, molestar y destruir a través de una poesía que crea imágenes inesperadas, sorprendentes y de una gran intensidad. Influenciado especialmente por T.S. Eliot, las palabras son escogidas minuciosamente y juega con el lenguaje buscando contrarios y giros en el registro que no dejan nunca indiferente al lector. Marechera afirmaba que uno no puede escapar de las palabras y que la lengua es como el agua, esencial e intrínseca al ser humano: para conocer al género humano, no hay que estudiar la evolución de las especies, sino su lengua. Marechera poeta escribe su poesía a partir del primer verso y domina esta lengua inglesa impuesta retorciendo sus significados y perpetrando imágenes imposibles. El amor aparece con una intensidad absolutista en su poesía, pero en vez de ensalzarlo e idealizarlo, lo dibuja siempre lleno de altibajos y contradicciones y con imágenes fuertemente erotizadas. También en su poesía Marechera es anárquico y raramente escribe con rima y siguiendo una composición poética prefijada. Sus sonetos no son tales y sus palabras van de lo más exquisito y formal a lo más soez y coloquial. Utiliza las palabras como un arma contra el poder. La literatura representa su supervivencia en un entorno que le era hostil tanto en Europa como en Zimbawe y, como artista,  permaneció íntegro y aferrado a su idea de libertad de espíritu, a su arte, y a su acción política hasta el final.