Tamara Domenech nació en La Plata, Provincia de Buenos Aires, en 1976. Vive y trabaja en la Ciudad de Buenos Aires. Es Licenciada en Comunicación Social (UNLP), Diplomada en Gestión Cultural (UNSAM), Profesora del Nivel Superior (UTN), escritora, editora y artista visual. Entre otros libros, ha publicado Una burbuja en el pico de una botella (Eloísa Cartonera, 2020), En tu día (Nebliplateada, 2019), Posibilidad (Editorial Maravilla, 2019), Ilusión (Biblioteca Popular Ambulante, 2016), Recolección (Zindo & Gafuri, 2015), Poemas en el jardín (Zorra Poesía, 2010), Las elegidas y Ropero (Ediciones Belleza y Felicidad, 2009), Familiares (Zorra Poesía, 2009) y ¡Yapa! Antología de pesadillas con finales felices (Capitán Minerva, 2008). Actualmente se desempeña como docente universitaria y dirige Ediciones Presente.

La escuela, el castillo es un poemario escrito durante el año 2015 a partir de conversaciones que Tamara Domenech tuvo con otras madres desde la puerta del colegio donde van sus hijos. Visiones de un grupo de madres con experiencias duras, dolorosas, amorosas y con los pies en la tierra. Una charla compartida de confesiones de mujeres que crían, trabajan, tienen ilusiones y parejas que no las acompañan. Charlas, poemas que muestran la fuerza de una comunidad.

En estos más de 200 poemas, Tamara Domenech consigue que las voces de otras madres se mezclen con la suya y cuestionen sus respectivas realidades desde diversas ópticas sin juicio moral alguno. Es un retrato objetivo, sin aditivos, que muestra la fuerza de las mujeres.

Un libro de mujeres escrito por una mujer y que deberían leer muchos hombres para plantearse la relación que tienen con sus parejas.

…Un hombre no es un comprobante…

se parece más a una estampita

yo no quiero pedirle

que me quiera

que me explique

yo lo quiero sin quererlo más

yo no lo quiero más queriéndolo.

Tengo un hijo.

lo voy a tener que ver toda la vida con otra.

Si yo hice todo bien

si él me dejó

no quiero pagar con mi vida su error.

Un libro que una vez lo hayas leído tú, mujer, deberías dejárselo a un hombre y después comentarlo entre los dos. Inténtalo, lo encontrarás aquí.

MATERNAL
Martes 14 de julio de 2015


La tristeza se me va cuando veo el cuchillo.

Corto la torta para mi hijo y reparto.

Cortar es repartir y me toca un pedazo.

No como nunca.

Podría vivir sin comer.

Pero hoy me sirvo una porción y la disfruto sentada.

Con este cuchillo de filo plateado y mango azul defiendo.

Mi paz.

Mi paladar.

La paz de mi paladar.

El paladar de mi paz.

No me lastima.

Me protege.

De mí.

Voy a probar moverme con un cuchillo invisible en la mente.

En mi corazón.

En el bolsillo de la campera.

No voy a dejarme sin comida.

Una torta.

Son doce porciones de amor.

Mi hijo me regala la oportunidad de quererme.

FÉRTIL

Martes 8 de septiembre de 2015

De los treinta años que tengo llevo veinte de fertilidad.

Un total de doscientos cuarenta óvulos.

Menos tres hijos.

Vi doscientas treinta y siete veces una parte de mi cuerpo irse por un inodoro 

o estancada en un algodón en un tacho de basura.

A mí me llegó tarde.

A los dieciocho recién cumplidos.

No tuve susto ni nada.

Mis amigas me lo habían anticipado desde la primaria.

Mi mamá no.

Ella nunca me dijo que un hijo era la unión de lo que yo veía caer 

y una célula que el varón tenía o se sacaba.

A mí eso me sigue llamando la atención.

Los colores.

Rojo y blanco.

Cuando estoy con mis hijos los veo en rosa por definición fisiológica.

No me entra en la cabeza que un charquito 

y un poquito de espuma los haya formado.

Esa unión es un paisaje en una cama.

En la que mi marido ya no duerme.

Si yo dibujo no me quiero separar.

No hay desechos.

Me siento una flor boreal.