Chantal Maillard (Bruselas, 1951) es una poeta y filósofa española nacida en Bélgica, Premio Nacional de Poesía (2004) y Premio de la Crítica (2007). Reside en Málaga desde 1963. En 1969 renuncia a la nacionalidad belga y adopta la española.
Es autora de numerosos libros de poemas, ensayos y obra en prosa. Le fue concedido el Premio Nacional de Poesía (España) en 2004 por su obra Matar a Platón y, en 2007, el Premio de la Crítica de poesía castellana, así como el Premio Andalucía de la Crítica, por Hilos.
Los trasvases entre su obra ensayística y poética son múltiples. Uno de sus temas principales, la observación de los procesos mentales, apuntado ya desde muy temprano en su producción ensayística y en la prosa de sus primeros diarios, Filosofía en los días críticos, se consolida en los sucesivos cuadernos —Diarios indios, Husos. Notas al margen, Bélgica y La mujer de pie— hasta indagar los límites del lenguaje en los poemas de Hilos.
En [Daniel. Voces en duelo. Chantal Maillard y Piedad Bonnett. Barcelona: Vaso Roto, 2020.]
Piedad Bonnet: Dice el psicoanalista que el salto hacia el vacío / es, en forma simbólica, / un regresar al vientre de la madre. / De otro modo me hubieras buscado. / De otro modo habría yo querido recibirte.
Chantal Maillard: Tarde. Llegar / Tarde. / Cuando han entornado los párpados. / No saber interpretar el eco / Ángel aún sin hacer/.
[…] En el escenario a oscuras, dos sillas frente a frente. En medio, el abismo. Dos voces trazando puente sobre la nada. Proyectados, la pena es menos pena, el dolor menos propio. Al fin y al cabo ¿no habitamos todas el mismo cuerpo? Y allí donde la mente se resiste, el poema encuentra”.
[En Husos. Notas al margen.]
«El mí: husos. Un haz de husos tensos».
«[…] Se deslizan tus ojos por los caracteres impresos. Hay cierto placer en esa redundancia de lo escrito. Paradójico placer, cuando lo escrito, en vez de consolidar la superficie, la horada»
En [Hainuwele]
«Anduve por el dorso de tu mano, confiada,
como quien anda en las colinas
seguro de que el viento existe,
de que la tierra es firme,
de la repetición eterna de las cosas.
Mas de repente tembló el universo:
llevaste la mano a tus labios
y bostezando abriste la noche
como una gruta cálida.
Llevabas diez mil siglos despertando
y el fuego ardía impaciente en tu boca.»
En [La mujer de pie]
«La palabra con la que definimos a una persona no es sólo una palabra, sino a la vez el centro y el punto de fuga de un haz de relaciones»
«[…] —¡Están rompiendo puertas! ¡Me están rompiendo puertas !
—¿Dónde, abuela?
—Dentro… Sí, dentro de mí.
—¿Quienes?
—No sé
Pocas horas más tarde, las puertas habían estallado.»
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