El nacimiento de esto que llamamos Internet ha llevado la poesía a otro nivel: ya no hace falta publicar un libro en papel o declamar en un salón para ser considerado, por lo menos, aprendiz de poeta.
Desde los años 70 hasta alrededor del 2000, la poesía quedó francamente olvidada y eclipsada por otros tipos de literatura. En un país que apenas lee, los poemas llegaban a pocas personas y aún menos autores se dedicaba a escribirlos. Vivir de poeta en este país es morirse de hambre, y sólo unos pocos privilegiados con grandes plumas podían acceder a difundir sus pensamientos sus versos. Pero dejemos estas quejas infructuosas que no llevan a ninguna parte y pasemos a lo que realmente importa.
En 1990 con la creación de Internet nace un nuevo concepto de comunicación y de relación entre los seres humanos. Con un ordenador y el gesto de apretar un botón puedes estar en comunicación directa con quien quieras y en cualquier parte del mundo, que se convierte en algo realmente pequeño, en particular gracias a la combinación de esta nueva tecnología con los celulares inteligentes. El dicho “el mundo es un pañuelo”, deja de ser un dicho para ser una realidad.
Nacen nuevos comunicadores: tuiteros, blogueros o youtubers. Y algunos de ellos son, cómo no, poetas. Estos nuevos poetas españoles, que antes se las veían y deseaban para publicar un libro, ahora dan a conocer sus versos en sus blogs: Luna de Miguel, Irene X o Elvira Sastre son claro ejemplo de ello. Otras y otros se dedican además al universo de Twitter como Grace Klimt, Ulises Kaufman o Carlos Aymí, y arrastran una nube de seguidores que vierten en esta nueva forma de comunicarse sus pensamientos, sentimientos y versos. La publicación Babelia, de El País, llamaba la atención, el 25 de julio de 2014, sobre lo que consideraba un fenómeno en la poesía española actual: “Miles de jóvenes se apuntan a un género que ha encontrado una nueva forma de difusión fuera de los salones”.
Y es que todos podemos tuitear aquello que se nos ocurra: podemos hablar de política, música, cine y cómo no, de poesía, poesía en 140 caracteres (¡ahora 280!). O podemos optar por abrir un blog y tratar todos los temas de los que se nos ocurra hablar. Tampoco podemos olvidarnos de otras redes sociales, como Facebook, Tumblr o Google+, donde se crean todo tipo de grupos (algunos, cómo no, de poesía) o de los clásicos foros.
Y no hace falta ser famoso, solo hacen falta ganas y creatividad para hacerlo. No hay límite a la creatividad literaria.
La cultura de la individualidad y el yo nos lleva a poder escribir y crear sin filtros, sin condicionamientos y a un precio muy asequible. Además está de moda, ¿quién no ha puesto un tuit? ¿cuántas personas son las que aún no acceden a Facebook? En este mundo de la comunicación inmediata mucha gente se lanza a escribir tras un nick o un pseudónimo. nadie sabe quién eres. Bajo otra identidad se pierde el miedo al ridículo y los usuarios de la red expresan su creatividad en infinidad de plataformas. Como Poémame, donde todo el mundo es bienvenido y cualquiera puede escribir y publicar poemas.
Todo vale, todo es susceptible de ser poesía: frases escritas en paredes, en muros, en trenes a las que se toman fotografías con el teléfono móvil y se suben a la red, versos escritos en píxeles y que se leen en páginas de luz y cristal.
Muy mala redacción. Saludos.
Me gusta mucho tu artículo Peter. Muy lleno de la maravillosa realidad que hoy día hace posible a los aficionados de la poesía, llevar sus versos al público.