O, todavía mejor, ¿cómo escribir poesía? Los tiempos cambian, llegó Internet y con ello la globalización, los medios electrónicos, la mercadotecnia, las libertades y los derechos humanos universales.

La poesía es una manifestación de la diversidad en el diálogo, de la libre circulación de las ideas por medio de la palabra, de la creatividad y de la innovación.

Según el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE), “poesía” es la “manifestación de la belleza o del sentimiento estético por medio de la palabra, en verso o en prosa”. Pero esa descripción no dice mucho, un poema es vida, reconciliación, esperanza, amor, desdicha, melancolía, es llegar al corazón de manera abstracta, sintetizada o en prosa poética.

En este 21 de marzo se ha celebrado el Día Mundial de la Poesía, así que no hay mejor momento para intentar echar un vistazo al tema y dejarse llevar por este maravilloso género literario para algunos único, para otros en decadencia y abandono. Para el poeta y ensayista mexicano Juan Domingo Argüelles el simbolismo es previsible: “en esa fecha se conmemora el inicio de la primavera, el inicio de la primavera y la primavera como metáfora e imagen de la luz, el calor, el renacimiento del verdor de la naturaleza, luego del frío y oscuro invierno: el triunfo de la luz sobre las tinieblas”.

Para Fernando García Ramírez un poema se deja leer de muchas maneras, “según lo pida el texto y el ánimo lector” e incluso por gusto:

Cuando se lee por gusto, la verdadera unidad metodológica está en la vida del lector que pasa, que se anima y se vuelve más real, gracias a la lectura.

Gabriel Zaid nos ofrece en su libro “Leer poesía” algunas definiciones que nos ayudarán a comprender mejor el mundo del poeta en estos tiempos donde el género literario desaparece de los estantes de las librerías por no ser, en muchos casos, un género de venta a las masas.

Un poeta descubrió hace milenios que se pueden intercambiar las palabras usadas para el agua que corre y las lágrimas. ¿Qué hubo de nuevo en el experimento? Que nunca se había construido una frase como “ríos de lágrimas”; que sí se podía construir, y que decía algo nunca dicho sobre el dolor: que puede sentirse como algo caudaloso. Hay dolores que queman, como ácidos; dolores que pesan como piedras; dolores que sacuden, que asfixian, que envenenan. Pero también hay dolores que brotan caudalosamente y corren como un río. En lo cual hubo un triple descubrimiento: lingüístico (la construcción es válida, aunque nunca se había intentado), literario (una nueva metáfora, bonita y expresiva), psicológico (la taxonomía del dolor se enriquece con otra categoría).

– Gabriel Zaid

¿Para qué leemos poesía? Propone García Ramírez que “leemos poesía para liberarnos, ensayar nuevas maneras de poder ser y sentir”. Al leer imitamos lo que leemos, adquirimos práctica y técnicas, vocabulario, aprendemos con paciencia los códigos de la lectura y avanzamos en ella. Para ser buenos lectores de poesía requerimos tener pasión y amor por ella y disciplina y entrenamiento para ser continuos y perseverantes.

Por su parte, Juan Domingo Argüelles, recupera la visión de Machado, para quien  “poesía es el diálogo del hombre con su tiempo”, y la de Octavio Paz, que establece que “poesía es conocimiento, salvación, poder, abandono, operación capaz de cambiar al mundo”, también experiencia que “revela este mundo y crea otro”.

Respecto del “poeta”, el forjador del poema, Paz afirma: “No es poeta aquel que no haya sentido la tentación de destruir el lenguaje o de crear otro, aquel que no haya experimentado la fascinación de la no-significación y la no menos aterradora de la significación indecible… El silencio después de la palabra” (Corriente alterna). Contra lo que dice el diccionario, para Paz, la poesía es exorcismo, plegaria, oración, letanía, epifanía, experiencia, intuición, emoción, angustia y también pensamiento, y “el poema no es una forma literaria, sino el lugar de encuentro entre la poesía y el hombre…, un organismo verbal que contiene, suscita o emite poesía [y en donde] forma y sustancia son lo mismo” (El arco y la lira).

– Juan Domingo Argüelles

Así que al ser la poesía una manifestación de la diversidad que podemos manifestar en nuestro diálogo diario, de la libre circulación de nuestras ideas por medio de la palabra, del verso, del poema, contribuimos a la diversidad creativa al cuestionar de manera siempre renovada la forma en que usamos las palabras, la manera de percibir e interpretar nuestra realidad y la realidad de otros. 

Me quedo con la idea de leer y escribir poesía para expresarnos, ser iguales y no diferentes, seguir intentando fomentar la tradición oral de los recitales poéticos; intentar llegar con nuestros poemas a las pequeñas editoriales; compartirlos en la red, en la nube para crear una imagen atractiva de la poesía para que no se considere una forma anticuada de arte.

En un mundo lleno de mercadotécnica y pocos presupuestos públicos para la difusión de la poesía debemos leer y escribir libres, puesto que, como dice de nuevo Arguelles “si hay alguien que no tiene posibilidades de vivir de sus regalías, ése justamente es el poeta”.

Formemos público para la poesía, invitemos a que se lea poesía en voz alta en las aulas, en las escuelas. La poesía nos desnuda, nos reconforta, nos abraza, nos da un refugio en la tempestad, nos hace ver cómo somos en realidad.

Difundamos este noble arte en este nuestro mundo contemporáneo, leamos los poetas clásicos, los estilos que se formaron en el pasado, leamos poesía libre, mejoremos en nuestra comprensión y sigamos intentando con estilo expresarnos. Existen muchísimos nuevos poetas en el mundo, soñemos con ser algún día una gran poetisa o un gran poeta.

Tal vez en veinte o cincuenta años alguien todavía nos recuerde, quizás alguien nos lea y se sienta identificado con nuestras letras en una poesía. Si por lo menos lo podemos lograr una sola vez, habremos cumplido con un propósito que nunca nos propusimos.

Referencias

  1. Juan Domingo Argüelles, «Poesía: celebración de una gran desconocida«.
  2. Gabriel Zaid, «¿Cómo leer poesía?»
  3. Fernando García Ramírez, «Relecturas de Gabriel Zaid: IV. Que cada quien lea el libro que se merece«