Kobayashi Issa, o tan sólo Issa, tal y como firmó sus haikus. Un nombre sencillo para un hombre sencillo, pero terriblemente golpeado por la vida. Y es que el conocimiento de su biografía nos hace reflexionar, y mirar de otro modo su obra.

Issa nació con el nombre Kobayashi Nobuyuki, aunque era llamado siempre Yataro. Era la primavera de 1763 en la ciudad de Kashiwabara, en la antigua provincia japonesa de Shinano. Su familia se dedicaba a la agricultura, algo habitual en el Japón feudal del siglo XVIII.

Kobayashi Issa

Las desgracias empezaron pronto, muy pronto, para Yataro. Cuando contaba pocos años, su madre falleció. Pasó a estar a cargo de su abuela y fue entonces cuando el pequeño conoció por vez primera el haiku, de la mano de un poeta del pueblo llamado Shimpo.

Sin embargo, su padre tardó poco en contraer matrimonio de nuevo, un matrimonio terriblemente infeliz. Los problemas con su madrastra no tardaron en aparecer, y tampoco las palizas: Yataro recordaría haber sido golpeado “más de 100 veces en una misma noche”. La situación se hizo aún más insoportable cuando su madrastra dio a luz a su hermanastro.

Por fin, a la edad de 14 años, una ventana de esperanza se abrió para el joven Kobayashi. Marchó a Edo, la actual Tokyo, enviado por su padre. La nueva ciudad, un mundo desconocido repleto de nuevas gentes y nuevos paisajes debió fascinar a aquel adolescente.

Sabemos que fue allí donde retomó el contacto con el haiku. Sus días se alternaban entre su trabajo en un templo budista y sus estudios con los poetas Mizoguchi Sogan y Norokuan Chikua, en la escuela de haiku Katsushika. Su talento no tardó en salir a la luz y Seibi Natsume se convirtió en su mecenas.

Por aquel entonces Issa aún no existía. Sus poemas iban firmados con los seudónimos Kobayashi Ikyo o Nirokuan Kikumei. Fue en 1792 cuando abandonó definitivamente el nombre de Yataro y adoptó el nombre literario de Issa. “Con la primavera / Yataro renació / convertido en Issa”, reza uno de sus haikus.

Lejos quedaba la traumática infancia en la granja de Kashiwabara y así parecía sugerirlo su nuevo nombre. Tras un viaje por el suroeste del Japón en 1795, Issa publicó su libro de poemas “Tabishui”. En los años posteriores vivió en diferentes ciudades, conoció la legendaria Kyoto, Osaka, Matsuyama, Nagasaki y otras muchas. Pero si bien su fama como poeta se acrecentaba, Issa conoció durante muchos años la pobreza. Años en los que se vio obligado a trabajar duramente y a realizar frecuentes y penosos viajes. Incluso volvió alguna vez a su tierra natal.

Allí, en Kashiwabara, su padre falleció víctima de la fiebre tifoidea. Los problemas volvieron a surgir con su madrastra y su hermanastro, que le impidieron durante 13 años heredar las propiedades que su padre siempre deseó que fueran para él. En el “Diario de la muerte de mi padre” (1801) relata los pleitos y los emotivos detalles de la enfermedad de su padre. De él dice que, a pesar de la enfermedad que le devoraba, “sonreía alegre a todo el que le ofrecía veneno, y despreciaba al que le obligaba a tomar medicinas”. El cuerpo fue incinerado de acuerdo con los ritos budistas, e Issa guardó sus huesos.

En los comienzos de 1810 decidió instalarse definitivamente en Kashiwabara y se casó con una joven del pueblo. Tenía ya 50 años pero desgraciadamente no le esperaba un feliz retiro, al contrario aquella fue la época más terrible de su vida.

En los 10 años siguientes vio morir a sus 4 hijos, y también a su mujer en el parto del último de ellos. Volvió a casarse, ya con 62 años, pero se divorció a los pocos meses. Aún se casó por tercera vez. Entonces su casa se incendió, y volvió a la más absoluta pobreza.

Los últimos meses de su vida los pasó en un almacén con piso de tierra. Murió en el invierno de 1827, sin llegar a ver el nacimiento de su última hija.

Hace ya doscientos años de esta historia, pero el fruto de ella, los emocionantes haikus que Issa nos legó, sigue celebrando los sencillos placeres de la vida que tanto le faltaron, y el amor hacia la naturaleza.


Hasta mis pies
¿cuándo y cómo has llegado,
caracolillo?

Tampoco yo
he encontrado un hogar.
Tarde de otoño.

Huye el rocío.
En este mundo sucio
no hago yo nada.

De no estar tú,
demasiado enorme
sería el bosque.

Donde haya hombres
habrá moscas, y habrá
Budas también.

(Artículo publicado originalmente en «Los mejores haikus en la red» y en Wikipedia, 2005; traducción de los haikus de Antonio Cabezas)