Hoy os traemos una entrevista con Juan F. Rivero, poeta traductor y editor sevillano, especializado en Humanidades y Clásicos literarios. Su obra poética ha sido recogida en diversas revistas y publicaciones, entre la que destaca Piel Fina. Poesía joven española (Maremágnum, 2019). Como traductor, se ha ocupado de la poesía de John Ashbery (Antología de la escuela poética de Nueva York, 2020). Es autor de dos poemarios, Canícula, 2019, y Las hogueras azules (Candanya, 2020).

¿A qué edad comenzaste a escribir?

Tuve la suerte de criarme en una familia muy lectora, por lo que desde niño me interesaron los libros, sobre todo las novelas. Fue durante la adolescencia cuando empecé a escribir poemas, aunque ninguno con demasiada seriedad. Lo primero que recuerdo haber escrito con conciencia literaria, es decir, con voluntad de expresar algo propio en lugar de copiar a otros autores, llegó a los diecisiete años, poco antes de empezar la Universidad.

¿Cuáles son tus autores favoritos?

Creo que han ido variando a lo largo de tiempo, pero siempre me han apasionado las obras de César Vallejo, Federico García Lorca, Luis Cernuda y José Lezama Lima; eso en el ámbito español. Entre los escritores de otras lenguas me cuesta muchísimo elegir, pero supongo que, por citar a algunos cuantos, podría mencionar a Arthur Rimbaud, Anna Ajmátova y Vladimir Maiakowski, Matsuo Basho y Yasunari Kawabata, Wallace Stevens y John Asbery, Giuseppe Ungaretti, Li Quingzhao, Georg Trakl… Me temo que son demasiados. Últimamente me interesan las obras de narradores «líricos» como Ana María Matute o Marguerite Yourcenar, y también de poetas «narrativos» como Anne Carson o Raúl Zurita.

¿Qué opinión tienes de la poesía del siglo XXI?

Me parece que tiene muy buena salud, aunque no me cabe duda de que la desconozco en gran medida. Soy editor de clásicos, así que dedico la mayor parte de mi tiempo a leer la obra de autoras y autores que hace mucho que dejaron de escribir. Aun así, no vivo en una burbuja: sigo de cerca la trayectoria de autores que admiro y, además, tengo la enorme suerte de contar entre mis amigos -e incluso mi familia- a escritores y lectores excelentes, gracias a los que siempre me llegan novedades que merece la pena leer.

Entre mis contemporáneos me interesan, sobre todo, los poetas que escapan a sus influencias inmediatas. (Tengo muy poca fe en los hijos que, pasada la veintena, siguen leyendo únicamente a sus padres.) Me interesan los que investigan otras tradiciones; los que releen la suya con originalidad; los que encuentran sus referentes, además de en estas, fuera de la poesía y de la literatura; los que miran la realidad y se interesan por el modo en el que la experimentamos a través de las tecnologías, los relatos y los sesgos. Creo que, como por otro lado es natural, las mejores obras de la poesía de este siglo están por llegar todavía, pero no me cabe duda de que algunos de sus autores están ya en activo y demostrando que nos esperan años muy interesantes.

Foto: Enrique Fuenteblanca

¿Crees que todo arte tiene una responsabilidad política?

Me parece que todo -no sólo el arte- tiene una dimensión política, y que de todas nuestras decisiones se deriva una responsabilidad. El arte, por supuesto, no es una excepción: somos políticamente responsables de nuestras decisiones artísticas.

¿Cómo es la temática de la poesía dentro de dos décadas?

Antes de contestar, he de decir que no me interesan demasiado las predicciones del futuro, así que me mantendré tan apegado como pueda a las pocas certezas que tengo en torno a la poesía del presente.

Creo que un rasgo esencial de lo que estamos escribiendo ahora es su diversidad, una diversidad que refleja la ‘complejificación’ de nuestro mundo y nuestras experiencias de él. Internet, así como las nuevas tecnologías de transporte y comunicación, han permitido a mi generación y a las siguientes, ampliar enormemente los límites de nuestra referencialidad, y todo lo que sabemos del futuro indica que estamos solo al principio de su desarrollo.

Estas mismas tecnologías, aplicadas a la lectura y a la difusión de textos, nos permiten también llegar a diferentes tipos de lectores, agrupados a su vez en comunidades más o menos amplias y extremadamente susceptibles de segmentación. El auge de la poesía en Internet, así como la revitalización de la poesía como género literario, tiene mucho que ver con estas circunstancias, y nos permite pensar en un futuro en el que un gran número de poetas y subgéneros poéticos sean leídos por comunidades lectores muy distintas entre sí. Se trata de un fenómeno que llevamos ya observando muchos años en la narrativa de ficción, y que se encuentra especialmente maduro en las artes audiovisuales. La poesía, hasta hace ahora algo más de una década, no se había visto radicalmente afectada por él, en mi opinión porque sus antiguos lectores eran pocos y muy conservadores. Los lectores contemporáneos de poesía son más numerosos y menos conservadores que los precedentes, y eso está propiciando una transformación que no ha hecho más que empezar.

¿Qué recomendaciones de lectura das en cuarentena?

Un clásico bien gordo, de esos que nunca encontramos el momento de leer. Mi pareja y yo estamos leyendo en voz alta David Copperfield, de Dickens, y lo estamos pasando como niños.

¿Cuál es el consejo que les das a los nuevos escritores?

Les daría tres:

Primero, que busquen el placer en la escritura y se aparten del sufrimiento.

Segundo, que no tengan miedo a enseñar sus poemas, pues cuando se empieza a escribir no hay manera más rápida de averiguar si algo vale la pena que ponérselo delante a un buen lector (o, si se puede, a varios).

Y Tercero, que no se desanimen si no encuentran un hueco prontamente en el mercado editorial. Habitualmente pensamos que la única manera de llegar a los lectores es publicar un libro, y no es así. Como ya he dicho, hoy Internet nos permite llegar a los lectores de otro modo, y el libro impreso, en un mercado pequeño y totalmente saturado por la necesidad de ingresos del sector editorial, empieza a convertirse en un hito de difícil alcance y, a veces, incluso en un lugar de mera constatación del estatus poético. El signo de los tiempos pasa -y mucho más, me temo, ahora que se nos presenta una nueva crisis económica- por aprender a llegar al lector por vías distintas. Tenemos que deshacernos de la idea de que solo lo que gana un premio o sale impreso, vale. El hecho de que una obra trabajada y rigurosa puede darse en los márgenes de la industria y el canon es algo que la historia debería de habernos enseñado ya.