Pierre Herrera (Morelia, Mexico,1988). Artista textual. Ha publicado  El Aleph para máquinas (2019), Pero quién es el soñador. Sueños (2028), Objetos no identificados (2017), Dafen: Dientes falsos (2017 y 2020 en España), Loop, una novela post cursi (2016) y El otro Ocaranza (2014). Es editor de Broken English.

Dafen es una villa de china al sur de Hong Kong dedicada a la réplica y copias de obras pictóricas. “El 70 por ciento de los óleos que se venden en el mundo anualmente son de Dafen”, señala Herrera. A raíz de esta idea, el autor escribe un libro que trata del concepto de copia y autoría.

Se podría decir que Dafen: dientes falsos es un ensayo versificado que nos hace reflexionar sobre las cuestiones de autenticidad y copia en el arte (y por consecuencia, en nuestras vidas como consumidores o público). Para el mundo occidental, la idea de autenticidad y originalidad como valor se han convertido en una obsesión. Herrera nos pone ante nosotros el espejo de Dafen, donde viven de crear reproducciones fieles de las obras más emblemáticas de los grandes maestros de la historia del arte, como Picasso, Da Vinci, Rembrandt o Van Gogh.

Pierre Herrera arma un discurso a partir de apropiaciones, citas y ecos de obras leídas por el mismo con anterioridad. Este ensayo surgió, en palabras del mismo autor, con la intención de hacer algo parecido a la estructura en las novelas del escritor estadounidense David Markson, que consiste en escribir datos y líneas de información.

En el ensayo Herrera relaciona el fenómeno de las réplicas de obras de arte que se venden en casi todas las ciudades del mundo con los seres humanos, particularmente con la dentadura y los dientes postizos.

El texto está centrado para que visualmente parezca una sucesión de poemas, cuando lo que el autor ha buscado son una sucesión de imágenes.

Podéis hacer dos cosas antes de leer este libro, intentar piratearlo y leer una copia del mismo o comprarlo directamente aquí.

El autor más prolífico de la historia es anónimo.

Al lado de centros comerciales, en Shanghái
existen Fake Markets,
donde se encuentran los mismos productos falsificados,
a una pequeña fracción del precio del original.
A estos productos se les llama Shanzhai.

En una cultura en la que la reproducción constante
se presenta como técnica de
conservación y mantenimiento,
las imitaciones no se consideran meras copias.

El original es algo imaginario.
(Byung-Chul Han)

Fake (Art) is Business.

La falsificación china, presente en todo el mundo,
modificó los mercados locales;
ahora se compite con los productos chinos.

¿Podría competir Van Gogh con los óleos chinos?

¿Duchamp, Warhol?

En la conocida Villa de Pintura al Óleo de Dafen,
hay miles de hombres y mujeres copistas,
que pintan los cuadros de otros
seis días de la semana.

¿Y el séptimo día?

Se descubrió que Schuffenecker sí había restaurado el
Jarrón con quince girasoles
que compró Yasuo Goto.
Restauró y realizó algunos pequeños retoques.

Los trazos de Schuffenecker se confunden
con los de Van Gogh.
También los copistas en Dafen luchan
por llegar a fin de mes.

En esa cadena de producción,
unos aplican colores mientras otros dibujaban formas.
Nuestras vidas se reducen
a pintar mucho,
comer poco
y dormir aún menos,
comenta Chen Ming, quien trabajó en la fábrica
de Huang Jiang y ahora posee su propio estudio.
Estudió Bellas Artes y soñaba
con alcanzar la fama de algunos genios pintores
como Renoir o Toulouse-Lautrec,
pero hoy sólo se puede dedicar a imitarlos.

¿El arte lucha por llegar a algún lado?

En Pierre Menard, autor del Quijote,
Borges narra cómo el artista francés se propone escribir
el Quijote en el siglo XX.
Y escribe tres capítulos de la obra de Cervantes.
Copiando línea por línea
escribe otro libro.

Obra-copia.

No quería componer
otro Quijote (lo cual es fácil), sino el Quijote.
Inútil agregar que no encaró nunca
una transcripción mecánca
del original; no se proponía copiarlo.
Su admirable ambición era producir
unas páginas que coincidieran
palabra por palabra
y
línea por línea
con las de Miguel de Cervantes,
explicó Borges.

Quien reescribe actualiza.
El motor del reescritor no es la nostalgia
por el pasado, sino la emergencia
del presente. Esta cosa sin salida.
(Cristina Rivera Garza)

Trazo a trazo
los cuadros de Van Gogh,
que pinta Zhao Xiaoyong,
coinciden con los originales de Van Gogh.

Con pequeñas variaciones.
Y por eso coinciden.

En 2010, Victor Vekselberg demandó
a la casa de subastas Christie’s por venderle un cuadro
falso
del pintor ruso Boris Kustódiev.
El magnate ruso adquirió La odalisca
por tres millones de USD.
Otro cuadro idéntico con el nombre Desnuda en interiores,
se vendió en 1989 en el mismo lugar.
Después de un estudio por parte de expertos certificados,
se confirmó:
una de las obras
era falsa.

Tan próspera industria ha generado quejas de creadores
y asociaciones que preservan los derechos de autor.
Por lo que el gobierno chino prohibió a las galerías vender
copias de artistas vivos y
obras de pintores fallecidos hace menos de setenta años.
Una norma que por unos dólares más se puede evitar
sin tener que esconderse.

La protección del derecho de autor existe para las obras
creadas en una norma fija.

La serie Los girasoles de Van Gogh reproduce
la misma idea varias veces,
sin llegar nunca a fijar lo que se quería representar.

La repetición obsesiva de la misma idea.

El girasol es propio de mí,
le escribió Van Gogh a su hermano.

¿Qué quería representar?