Álvaro Bellido (©Helia Fotovisión)

Álvaro Bellido Fernández (Córdoba, 1979), poeta cordobés afincando en Murcia, es autor de las plaquettes Ciudades de Interior [Mursiya Poética, Colectivo Iletrados, 2015] y Desordenado Etcétera [Proyecto Entremés, 2017]. Ha publicado los poemarios Todo es Vorágine [Boria Ediciones, 2018] y Spam [Boria Ediciones, 2023]. Afincado en Murcia y en la A-92, The Smiths, Salitre 48, Lucía y la nostalgia.

Tras ‘Todo es vorágine’ del año 2018, Bellido nos presenta su segundo poemario, SPAM, en donde el recuerdo aparece como una especie de ‘spam’ de la memoria. Dividido en tres apartados. El primero lleva el título de La carne y la guerra / Exhumación del desastre, seguido de Debris / La basura, desde el principio, para finalizar con Hijos de la lluvia / Anamnesis y desperfectos.

SPAM es un poemario que parte de una dedicatoria a un poeta, para mí, desconocido, Alun Lewis, nacido en Gales en 1915 y fallecido en Birmania en 1944. En la primera parte, se ven momentos de la vida de Alun Lewis durante la Segunda Guerra Mundial. ¿Por qué se trasladará Bellido a los años 40 y a la guerra? La respuesta la tienes tú, una vez hayas leído el poemario.

La segunda parte está compuesta por un extenso poema en el que plantea una metáfora para referirnos al presente y a nuestro mundo: la basura, los residuos, que en buena medida son lo que sobra. Planteamientos filosóficos y científicos acompañados por saltos adelante y atrás en el tiempo y el espacio entremezclados entre sí. ¿Seremos nosotros la basura?

La última parte, según recoge el prologuista, Héctor Castilla, «Álvaro escoge un tema más personal al que le aplica algunas de las imágenes que ha ido utilizando a lo largo del libro y juega, sobre todo, con esa idea de que los recuerdos que nos llegan de manera inesperada podrían considerarse correo basura, es decir, spam. Y se pregunta si habría alguna posibilidad de acabar con esos recuerdos igual que hacemos con esos correos electrónicos indeseados con los que nos ametrallan

El papel y las bombas

I. Fuego cruzado

Encendías un cigarrillo y soltabas aquello
como el que suelta el humo
de una placentera calada:
«No puedo más con esta guerra nuestra».

Era tu forma de lanzar las bombas.

Ser soldado en el frente
debe ser algo parecido a esto.
Mi respuesta, a tu altura;
tu mirada, nuestros abismos,
y así todo.

Tu mirada lo decía en voz alta:
todas las guerras acaban en abismos,
todas las guerras son batallas perdidas.

Pero seguíamos empeñados
en mantener un tibio fuego cruzado.
Por eso, las respuestas a balazo limpio
y el dolor como objetivo,
la venganza como forma de vida.

Intercambio de golpes
para dolernos mejor.

Y ambos mirándonos
como quien mira al vértigo.

II. El papel

Tras una de nuestras contiendas,
te observé incorporarte, desolada,
acogiste en tu regazo el portátil
que abriste, que iluminó tu tristeza.
Te vi absorta buscar algo en Google
y copiar unos versos en un papel
para después doblarlo cuidadosamente,
de forma ritual, recreándote incluso.
Lo acabarías guardando entre las hojas
de aquel libro que te presté la tarde anterior.
Te secaste los ojos. Me miraste:

la mirada más triste.

Hay miradas que anticipan infiernos.

III. El poeta o el soldado

«He empezado a morirme
y el implacable silencio de los cañones
es mi negro intermedio, mi juventud
y mi madurez,
en la flor de la furia
la plegada amapola,
la Noche».

Aquel soldado se llamaba Alun Lewis
y así terminaba su Centinela.

En tu letra redondeada
aquellos versos encajaban algo peor.
Tampoco le hacía honor
el papel cuadriculado.

IV. Bombas sin detonar

Son noticia, de vez en cuando.
Por sorpresa, aparecen
en algún barrio céntrico
de Londres, San Petersburgo o Berlín.
Entonces, por seguridad,
ordenan el desalojo,
acordonan la zona,
llaman a los expertos.

Nocivo, bélico spam.

Han pasado 70 años
y aún podría morir gente.

V. Spam cuadriculado

Releo un libro que tenía olvidado
y de él cae un papel cuadriculado
doblado con esmero.

Al desplegarlo me estalla
un pasado ingrávido y atroz
de letra redondeada.

No he tenido tiempo
de ordenar el desalojo,
de acordonar la zona,
de llamar a ningún experto.

Han pasado 15 años
de aquella búsqueda en Google,
de aquella bomba sin detonar.
Algo sigue muriéndose por dentro.

Para acabar, quiero destacar la valentía de Boria Ediciones, y en particular a su editor, Luis Sánchez Martín, por haberse arriesgado durante mucho tiempo a traernos buena poesía y excelentes poetas. Por eso, tanto por la fuerza del poemario como por el apoyo a la editorial, sería importante que lo demostrases comprando, al menos, un ejemplar y entres a formar parte del club de los elegidos que disfrutarán con la lectura de SPAM. Lo puedes obtener aquí.

La excelente ilustración de la cubierta es de Miriam Martínez Abellán.