Cuando miramos Castilla desde la ventanilla del tren o del coche, entramos en un poema de Machado. Es una experiencia íntima, como el intimismo de sus poemas. La vivimos sin buscar nada en ese paisaje.

Viajando por Castilla, leemos al Machado que nos acompaña, no nos guía, sin necesidad de haber abierto un libro suyo en la vida. Esto también es meditación.