“Los poemas bonitos son la voz del viento y se pasean por tu vida como un gato», así es como nos los define la poeta Constanza Everdeen y se me ha antojado comenzar esta reseña con esta cita, porque creo que es la mejor definición y presentación a su poesía.

Cuando leí por primera vez a Constanza  me llamó la atención la elegancia con la que acarician sus versos y la sutileza que tiene su pluma para girar la tinta y lanzarnos un zarpazo.

Siempre elegante

Como Hades emergiendo desde la profundidad de mis entrañas,
el otro día casi te deseo el mal.
Pero lo hice bien,
deseé tu caída amortiguada sobre ese lecho neumático,
del color del que nunca tintaría mi cabello.Lo hice bien, sí.
Porque estando a finales de verano,
una sabe que no puede pedir primaveras tardías,
y hay un estatus de madurez y maestría que mantener.Para que no corra la sangre, corre la tinta,
y te escribo sobre fases lunares,
con la esperanza de que entiendas mis cíclicos demonios.No hallarás nada más puro y veraz,
contenido entre curvas y sensuales aromas.

Porque en ese lugar en el que temo tu orden,
yo desordeno la ropa y silencio los insomnios.

Sus versos son una lluvia de pétalos en noviembre que dejan la fragancia de mayo:

Otro punto de sutura

Le dije al mar que según para qué mensajes, es mejor que la botella que arroje esté llena.

Me quedé mirando un reloj con agujas sin sentido,
rodeada de un cementerio de elefantes sin memoria,
pasando la hoja a un calendario de días inciertos.

La cara oculta del amor es liberar el sufrimiento en defensa propia,
masticar los cristales rotos y descubrir su dulce sabor.

Le puse voz al amor para no acallar la herida,
y me quedé con las letras en las manos.

Te escribí el mar y el cielo con la esperanza de ver una revelación en tus ojos,
pero sólo me vi a la deriva flotando en tu iris airado.
No sé en que marea te perdiste,
ni cuándo se hizo Noviembre y abandonaste mi silencio.

Solo sé que tu inclinación al derribo,
no pudo con mi revolución.

“A veces no encuentro las palabras pero te veo escrito en todas partes». Y es que sus letras son el silencio de un suspiro que se hace verso.

Los hados reclaman

Te paseas ante mis ojos inconsciente del fuego,
te persigo ávida sin mirarte,
en vehemente consecución de mi cánido designio.
Reclamo y me das aguaceros intermitentes,
donde bailo al ritmo de los tambores de tu pecho.
Pienso y camino inane,
codiciando entregas,
resistiendo sequías en las manos.
Se graban en ellas líneas de ausencias y lacónicas supernovas.
Me rindo a la estela fugaz del astro que me reina,
cedo a su gobierno para no perderme entre rebelión de vendavales.
Anhelo que se te haga incontable el número que destinas a los hados,
que sientas la revelación
y te arrojes a mi esfera en llamas.

Su poesía nos vuelca en una historia de amor que aún en la sombra se sostiene entre las luces intermitentes del recuerdo.

Más de mil

Tengo más de mil leyendas para desvelarte las noches.
Para aplacar voluntariamente tu tormento.
Erosionando el cantil, fundiendo el hielo,
abriendo sendas de letras floridas donde te reconcilias con todo.Guardo más de mil mitos dentro de una cajita para que nada se te desarme.
Versando tu sangre,
te devuelvo a la esperanza.
Besando tu carne,
te hago justicia en el averno.Escondo más de mil cuentos en cadena,
para anclarte a la cara oculta del rebalaje.
Soy lo que aparece en tus sueños después de frotar la lámpara,
el santuario de tu condena.

El lugar donde cada vez que mueres, más te agarra la vida.

Sus versos se deslizan como pasos de baile en la coreografía de un amor aún latente en su música, pero que va perdiendo el compás de sus pasos tras las agujas inexorables del tiempo.

58 minutos

Hablabas de ser agua,
yo esperaba una ilusoria previsión de lluvia,
con el paraguas roto,
en un andén fantasma.
Ahogamos los gritos por temor a que toda réplica,
fuera el eco de lo que fuimos.
Evité las transparencias,
con una combinación de decepciones
y algún depósito de sangre.
Falsamente nos sorprendió la rutina en la retina,
tú detonaste la caja,
yo apreté el gatillo,
nadie recogió el escombro.
Una demora de una hora,
o de incluso 58 minutos menos,
dejan los versos fríos en el plato.
El tiempo no significa nada,
pero siempre resulta mortal.