La poeta romántica rumana Verónica Micle.

Veronica Micle (1850-1889) fue una poeta rumana del romántico tardío conocida principalmente por su relación sentimental con el también poeta Mihai Eminescu.

Aunque se conoce poco sobre su vida, como autora publicó novelas y diversas traducciones en revistas de la época. Como solía ser habitual, los poetas románticos no publicaron ningún libro de sus poemas, si no que lo hicieron en revistas literarias.

En los estudios académicos se ganó el calificativo de “eminente” para, posteriormente, conocer en dicha escuela -llamada “escuela de niñas”- al que sería su futuro marido, Stefan Micle, un profesor universitario y rector de la universidad de Cluj. De este enlace nacieron sus dos hijas.

En 1872 hizo un viaje a Viena donde le es presentado Mihai Eminescu. Desde aquel instante sus vidas cambian radicalmente, ya que ambos se enamoran apasionadamente el uno del otro. Mientras seguía casada con Stefan, los encuentros entre ella y Eminescu eran quizás, la inspiración para ambos de la poesía más realista, trágica y romántica a la vez, que se ha escrito alguna vez en la literatura rumana.

El propio Eminescu reconoce la importancia que tuvo Veronica en su creación literaria. En una carta de 1876 de Mihai a Verónica se descubre cómo llevan dos años conociéndose y éste la amada apasionadamente desde la distancia.

Dos años, señora, no he podido trabajar nada, y he seguido como un idiota una esperanza, no sólo inútil, sino indigna. Eras una idea en mi cabeza y te quería como alguien quiere un cuadro.

Finalmente, cuando Eminescu muere en el sanatorio del doctor Sutu, ella al no poder asumir tal pérdida se suicida en el monasterio de Varatec por la ingesta de arsénico. En su último poema se puede apreciar su anhelo de trascender hacía donde estaba él.

¡Oh muerte!
¡Oh muerte si vinieras
a mi solitario corazón para apaciguar mis pensamientos
y oír como el huracán grita en crueles cantos,
caminando sobre la nada, alejado por ásperos vientos!
Anhelo un largo reposo… para poder dormirme.
Dormirme para siempre.

Dado que la obra de Veronica Micle no ha sido traducida al castellano, he reunido en una antología treinta de sus poemas para su posterior publicación por la editorial Ediciones Rilke, siendo ésta la primera edición en exclusiva de su obra en castellano.


Acianos

Entre las amarillas espigas los acianos orgullosos crecen
y en el encanto de la mañana el sol con cariño miran;
encantados por su mirada y encogidos por un misterioso anhelo,
millones de mariposas en la llanura han dejado su huida.

Por el verde y denso follaje bellos cantos se escuchan
las mariposas se sientan y escuchan balanceados por áureos vientos .
Entre flores pasan plácidamente un día de verano.
¡Y su amor fugaz ellos en besos se lo cuentan!

Pero la noche llega con sus horas de silencio;
las mariposas con su jovialidad se fueron como un pensamiento,
los pájaros ya no cantan y los hermosos acianos
después de un día de felicidad vuelven solos a estar.

 

Este mundo tan grande

Este mundo tan grande, tan desierto delante de mí se extiende,
ni tan siquiera con mi mirada o mi mente puedo comprenderla;
y en este caos sin margen, sin comienzo ni sentido
me has dado tú, amado mío, refugio a mi alma.
Y por eso, cada vez que pienso en ti,
al amor como a este mundo final no puedo hallarle.

 

¿Por qué cuentas los años?

¿Por qué cuentas los años para ver si eres viejo
cuando sabes el pesado dolor que llevas sobre tu pecho?
¿Y a que espejo preguntas mirando fijamente
para decirte que todavía no está arrugado tu rostro?

¿Cuándo sabes que la materia que fluye sin cesar
huellas profundas y tristes dejan en tu alma?
¿Y crees que es para siempre esta amargura
sin que la vida te regale algún momento feliz?

¿Y de que sirve saber hoy como estas
cuando sientes que de este mundo hace mucho que te fuiste?
Llevando la muerte en el alma por siempre.
¡Tu vida vacía y desprovista de suerte!

 

A Eminescu

De entre las olas del tiempo llegas para iluminar
pensador budista nacido en otro mundo,
la fe está muerta, ya nadie venera a nadie,
en vano escribo versos sin nombre.

Lo sublime nunca nadie olvidará
en la prosa-amarga de la vida quedas olvidado, renegado
si le hablas de los astros piensan que es locura,
si hablas de una mujer, piensan que no has amado.

 

¡Lo que daría un muerto!

¡Que daría un muerto por los rayos de la luna!
Dijimos tu y yo, cuando sobre las alas del deseo
llevados por el encanto del amor –mirando al cielo juntos-
soñamos con la eternidad en lo que dura un instante.

Que daría un muerto para ver un pobre rayo
que desciende de la luna y la tierra toca,
para sentir una vez más que su frente ilumina
y que en su pecho la vida se refleja.

Seguramente, creíamos que el cambiaría con alegría
su tranquilidad eterna y su paz inquebrantable.
Por un rayo de luna, por una dulce locura,
por el instantáneo amor de otra vida.

Pero el momento de amor vuela, vuela alejándose.
En su lugar nos queda la amargura y la nada.
¡Ah! Para llevar la carga de un calvario que no cesa.
Con tu muerte en el alma te arrastras día tras día.

Si daría un muerto por un rayo de luna
su tranquilidad eterna, yo voluntariamente entregaría
todos los rayos de luna, todos los rayos de sol
para a ti poder olvidarte y sentir como mi alma muere.

 

Odio y amor

Odio y amor ahora tengo de ti.
La insignificancia de mi vida será profusa.
Te pagué el amor con lágrimas y suspiro
con que me recompensará tu irreconciliable odio.

Si tú deseas que siga llorando por ti
y eternamente destrozado ver mi corazón
de una agonía sin límites y dolor profundo,
con la voz sin ira dime que me olvidarás.

 

Vete

“Vete” te digo, pues mi mente
presagia solo males.
“No te vayas” susurra misteriosamente
mi alma y este anhelo.

Tú conoces cuanto amor
guardo para ti,
y después, como con palabras vanas
siempre te alejo de mí.

Y no sabes que creer
si las palabras dichas
o en el amor que nunca cesa
que lees en mi mirada.

¡Ay! Y yo perpleja
esforzándome estoy para entender
púes no sé que sería mejor:
¿Escuchar la mente o el corazón?