Hoy quiero hablar de un compañero de versos con una forma muy personal de escribir, y a quien admiro mucho. Su poesía es visceral, urbana, dinámica, ágil, transgresora, única… podría poner mil calificativos y nunca acabaría de hacer una buena descripción. Estoy hablando de HotelK, poeta y músico.

Desde que leí un poema suyo por primera vez me enganché a su manera de escribir y expresar. Todos sus poemas me han gustado en mayor o menor medida y ninguno me ha dejado indiferente. Sabe escribir de tal forma que en el mismo poema esbozas una mueca triste y en el siguiente verso te saca una sonrisa. Te lleva al cielo y te muestra el infierno en el mismo párrafo.

No dejéis de pasar por su rincón y leer su magnífica poesía -en Poémame, en su perfil en Twitter o en su poemario «Los zapatos del no volver» (Ediciones Mouse, 2018)- o incluso de disfrutarla recitada en la voz de Zies:

A continuación dejo una pequeña selección de algunos de sus poemas, que están entre mis favoritos. Espero que disfrutéis tanto como yo.


La princesa del cómic

Cuando la luna come gusanitos
y la noche te hace prisionero
de unas pestañas,
guardo los hilos
de mi marioneta autodidacta
e ignoro la red de seguridad.

Aún no han sido retiradas
las briznas ajadas
de mi desubicado maremoto,
se maceran veletas
bajo el azulado manto
de los días sin programar.

Herederos de un girasol,
los corazones más duros
brotan en silencio
mientras un aliento improvisado
contiene el grito
en los tejados tristes.

La princesa del cómic
me invitó a su guarida
sin preguntar si la noche
está atestada de disfraces.

Sus misteriosos ojos
sanaron todas las heridas
que revoloteaban
en la página veintiuno.

Comimos libros desenfocados,
bebimos licores de
no esperar nada a cambio,
dormimos sobre una rugosa alfombra
al calor de dos cuerpos
que intentaban encajar
las dos mil piezas rotas
de un turbulento pasado.

Al despertar pedí
un poco de mi identidad
para poder regresar a casa.

«Vuelvo a por ti en unas horas,
de camino compraré
algunas hogazas de futuro,
cuando llegue nada será igual».

Viejo apósito, herida fresca

Descubro el apósito
tras dos años de fermentación,
el tiempo no ha curado nada
la herida aún sigue fresca.

El remiendo
con parches de humo
me ha hecho masticar
diagonales de consuelo de tonto.

Hoy es buen día para hurgar,
con lentitud,
con reposo de tiempo,
de memoria,
acariciando el elenco
de imágenes y sonidos
perpetuados en mi ser.

Puedo ver tus manos prohibidas
deslizarse bajo la mesa,
puedo oír tu voz
y los ladridos de tu perro,
puedo notar el dulce elixir
del primer encuentro,
puedo notar el agrio estilete
de la despedida
mil novecientos noventa y cinco
días después.

Hoy desde la tranquilidad
hermano un zarpazo más
en el envés de la herida base.

Han llovido algunas dualidades
pero el olvido se resiste
a pasar al interior,
siempre se queda en el umbral,
encadenado al marco de la puerta.

Domingo 7:00 a.m
despierto junto a un cuerpo
que se antoja extraño,
presento mis respetos
al saberse de mi corazón empequeñecido.

Salgo a buscarte
por la ciudad fantasma
y lo único que encuentro
son pasos de vuelta a casa.

Cuadriláteros

Tras tocar el timbre felino
de la última puerta del mundo
la cancha quedó deshabitada.

El sol escupió alergias de sombras
y sueños frustrados,
despojada la diversión
cualquier tipo de maquillaje
ya no tiene cabida.

He despertado cuatro veces
sin mirar el reloj del miedo
y como púgil desdentado
he tirado las sábanas al suelo.

Como público
solo fotos rasgadas
adheridas a una telaraña.

Silban los ojos
implorando un poco de agua anónima
en el rectángulo submarino
de aceite hirviendo.

Resbalé quince veces
sobre tu rostro tatuado
en la lona de papel.

Se abrió mi ser de piernas
viendo pasar la fortuna de largo
e instalarse la mala suerte
en todos los adosados de futuros
aún no pensados.

Fuera del observatorio

El roedor
deshila versos de Rock
bajo el puente rojo
de la no conquista.

¿A quién esperas?
las ráfagas de líos
han saltado turno
y creo que nos toca.

¡Corre!
apostemos a la sed impar
así mudaremos la piel
para no oler a día anterior.

Escapé del Observatorio
con hojas de tabaco
y algunas monedas
de rodillas ensangrentadas.

Tuve la capacidad
de retener el fuego
entre mis manos
pero el precio
de una barata canción
desbarató el asalto
a un cielo no pintado.

«Secuéstrame,
arrástrame contigo
abandonemos el lugar,
inventemos sueños
donde no habite el dolor».

¡Continúa!
sigamos profanando la oscuridad
envueltos en la toxicidad
que nos depara.

Un vendaval
de despedidas urgentes
atraviesa los rincones
de la ciudad.

Palabras llenas de zarpazos
se guardan sin masticar.

¡Adiós!
gracias por el viaje,
un placer
nos vemos en otra vida.

No tengo ganas de dormir,
voy a quedarme un rato
removiendo tumbas
con la cucharilla del café.

Chistera

Un poema etílico
en papel de cocina
escrito con tu pequeño
lápiz de ojos.

Llevo mis bolsillos repletos
de banderas blancas
pero la molestia
no utiliza gabardinas.

Una chistera
llena de indecisión
guarda los azotes encriptados
de la tarde.

Los sueños repartidos
laten con miedo
a los monosílabos
que congelan el corazón.

Desnúdame
rompiéndome a tiras
mi otra piel.

A falta de pan
buen trasvase de mentiras,

a falta de tabaco
buenas son las heridas,

a falta de cuadros
manteles vacíos,

a falta de esperas
salas repletas de atendidos.

Caen timbres y paradas,
gente sube y baja
al antojo del día.