Esta semana tenemos el cuestionario de María Prieto. Ya sabes, si has superado los 100 poemas publicados en nuestra web, escríbeme a jlregojo@poemame.com y me pondré en contacto para publicar tus respuestas. Gracias.

El libro que estoy leyendo:
«Las rosas del sur», un viaje por las catedrales españolas del sur de España, de
Julio Llamazares.

El primer libro que recuerdo haber leído…:
Mi pasión primera fueron los tebeos, luego llegaron los libros. No sé si fue el
primero, pero lo recuerdo porque me gustó muchísimo, «La bendición de la
tierra» del premio Nobel noruego Knut Hamsun. Un maravilloso canto a la vida
en el campo.

El libro que cambió mi vida …
No me cambió la vida, pero sí influyó mucho en mi pensamiento, en la manera
de ver el mundo en mi juventud, “Así habló Zaratustra” del filósofo alemán
Friedrich Nietzsche.

El libro que más ha influido en mi manera de escribir.
Más que un libro, fue la poesía de Antonio Machado que leía una y otra vez.
Así mismo los poetas del 27, Lorca sobre todo, Cernuda, Salinas, Aleixandre,
Altolaguirre…

El libro que me gustaría haber escrito.
“Platero y yo” de Juan Ramón Jiménez. Para mí, un libro cargado de lirismo y
hermosura que aún releo.

El libro que está (según mi criterio) más sobrevalorado
“Ulises” de James Joyce, aunque tiene sus detractores. No pude con él. Sí me
gustó, en cambio, “Dublineses” del mismo autor.

El libro que está (según mi criterio) más infravalorado.
Pues no sabría decir uno solo. Hay tantos libros buenos que no obtienen el
favor del lector y, sobre todo, de la crítica que, muchas veces se mueve por
intereses.

El último libro que me hizo llorar.
No fue el último, suelo llorar con los que me emocionan; fue uno muy especial
para mí, “La voz dormida” de mi paisana Dulce Chacón. Una hermosa y triste
historia situada en la guerra civil española.

El último libro que me hizo reír.
Pues Don Quijote. Siempre que lo retomo, vuelven a hacerme reír las razones
y refranes de Sancho y las diatribas de Don Quijote. Cervantes puso mucho
humor entre esas páginas.

El libro que no pude acabar de leer
Aunque no suelo dejarlos, uno fue “Ulises” (ya citado) y otro “El aleph” de Jorge Luis Borges. Tampoco pude con él, la literatura fantástica no me gusta.

El libro que me avergüenza no haber leído
“Ensayo sobre la ceguera” de José Saramago. Lo tengo en mi librería y nunca
encuentro el momento de empezarlo…

‘Ese’ libro que me encanta y leo a escondidas.
No leo nunca a escondidas, sí a pequeños sorbos, de vez en cuando. Ahora
estoy con una “Antología de poetas andaluces” de José Delgado Adorna y otra
Antología de Ángel González. (De Alianza Editorial).

El libro que regalo.
Eso depende del destinatario. Me gusta regalar novela histórica, porque a mí
me encanta este género.
A los amantes de la poesía, le regalaría uno reciente, “Las palabras rotas” (el
desconsuelo de la democracia) de Luis García Montero.

El poema por el que me gustaría ser recordada.
No recordada, porque eso es un honor que no merece una poeta aficionada
como soy yo. Pero sí me veo muy reflejada en mi poema «Con ojos de otoño».
Es muy «mío», es «muy yo». Un poema que me define muy bien en esta
agradable etapa de mi madurez. Es de los primeros que subí a Poémame.

“Con ojos de otoño”
Como fruta madura de final de verano,
voy mirando la vida
con los ojos de otoño.
Soy octubre templado derramando semilla
en parda sementera,
despejando silencios; deambulando
entre mis surcos con los ojos
cerrados.
Evocando primaveras…

Voy tomando la sazón del áspero
membrillo.
Rosa abierta de sangre de granada.
Son mis manos
sarmientos de las vides del tiempo.
Es mi piel
vino añejo, entre soles dorados.
Mi perfume,
el aroma de la tierra mojada.

Soy amiga del aire que estremece mi pelo
y salgo a los caminos a extender mis alas
contra la húmeda brisa que
presagia la lluvia.

A veces,
estoy triste y me visto de niebla
y me escondo en su manto y me vuelvo brumosa
como el cielo en el alba.
A ratos, luminosa,
como sol de mañana
o silente y profunda
como noche
cerrada.

Soy el fuerte aguacero que me inunda
por dentro,
esas gotas primeras que levantan
el polvo,
la llovizna suave que te cala
en el alma
o el torrente feroz de amarga
dentellada.

Soy noviembre que arrastra torbellinos de oro…

Me pierdo por senderos tranquilos y enredados.
(Crujidos de hojas secas
son mis pasos…)
Me diluyo lentamente entre las frondas,
con el pálido sol de la tarde.
Y me miro en el agua…y me siento lejana…
Y remonto
a lo más alto – blanca soledad de nubes –
en el vuelo triangular de las aves.

Unas veces me río. Otras veces me callo.
Y acumulo recuerdos del cajón
de mi olvido,
de batallas ganadas y de guerras perdidas.

Tiembla aún la mirada de la niña
que fui,
guardando mil secretos
entre los pliegues del sueño.
Y tirita mi cuerpo a la luz de la luna
irremediablemente inmerso
en los ciclos vitales de las estaciones.
Ese ritmo inclemente…
de inicios y finales…
Devenir eterno de
los días
y las noches.

Luego vendrá
el invierno
con su capa de armiño
y abrigaré mi corazón
(suspiro de madroño anaranjado)
Y volaré con las grullas a remotos lugares.
Más cálidos…

Partiré con el alba. Cuando nadie me vea…
(Y ese día
mis ojos
lloverán
estrellas.)
(Octubre 2018)