Cuando converso con alguien que me dice que no le gusta la poesía, siempre tropiezo con los mismos motivos o, mejor dicho, prejuicios. Algunos argumentan que es un género pasado de moda y utilizan adjetivos como afectado o artificial. A veces hasta lo califican abiertamente de cursi o ñoño y afirman que se emplea solo para hablar del amor romántico. Cuando les pido que me nombren algún poeta que conozcan, a menudo mencionan a Bécquer y sus versos más relamidos. Sin duda la ven como la hermanita fea y tonta de la Literatura.

En el lado opuesto están los que la consideran como algo demasiado complicado, sublime, tan elevado que es cosa de unos pocos elegidos. Sostienen que leer poemas les hace sentir incómodos porque no llegan a entender de manera clara lo que el autor quiere expresar. Me atrevería a decir que estas personas padecen algún tipo de metrofobia, es decir, sienten temor ante la poesía o, en muchos casos, ante su propia falta de control absoluto sobre el significado del poema. En mi experiencia, los aquejados por este problema suelen tener una mente analítica y pragmática y normalmente se inclinan por las Ciencias antes que por las llamadas Humanidades.

Pues bien, me gustaría intentar hacer cambiar de idea a unos y a otros. Sé que no es una empresa fácil y que no se pueden eliminar prejuicios como el que utiliza una goma de borrar sobre una frase escrita a lápiz, pero me voy a atrever a través de un pequeño experimento.

Para esta demostración voy a emplear poemas de dos grandes poetas uruguayas: Cristina Peri Rossi (Montevideo, 1941) e Ida Vitale (Montevideo, 1923). El primero, el de Peri Rossi, se titula “La pasión”, pertenece a su poemario “Babel bárbara” de 1991, y es un poema de amor:

 La Pasión 

Salimos del amor

como de una catástrofe aérea

Habíamos perdido la ropa

los papeles

a mí me faltaba un diente

y a ti la noción del tiempo

¿Era un año largo como un siglo

o un siglo corto como un día?

Por los muebles

por la casa

despojos rotos:

vasos fotos libros deshojados

Éramos los sobrevivientes

de un derrumbe

de un volcán

de las aguas arrebatadas

y nos despedimos con la vaga sensación

de haber sobrevivido

aunque no sabíamos para qué.

Difícilmente se podría definir este texto como un poema romántico en el sentido de sensiblero. La poeta describe el estado físico y emocional en el que se encuentra alguien tras una experiencia amorosa que se compara con la supervivencia ante un desastre. Sin embargo, y a pesar de no contener el vocabulario o las imágenes que normalmente asociamos con ellos, la pasión amorosa y el erotismo se pueden palpar en todo el texto. 

El segundo poema de nuestro experimento fue escrito por la longeva y vitalista Ida Vitale, galardonada entre otros con el Premio Cervantes en 2018, se titula “El Pozo” y aparece en el poemario “De palabra dada” de 1953: 

El Pozo 

Suponiendo que estamos en el fondo
de un pozo imaginario;
que ese pozo tiene altura,
brocal, más allá cielo
para alguien que lo alcance;
y dando por sentado
que tiene un contenido
en esperanzas yertas,
averígüese el tiempo
que habrá de transcurrir
para que quien está
en lo más hondo de él
llegue hasta arriba.
Formúlese la respuesta
en sueños viables,
fines laberintos,
ilusiones volátiles.
Calcúlese también
la energía perdida
cada vez que se vuelve
a tocar fondo.

La genialidad de esta composición poética reside en que tiene el formato característico de un ejercicio de Física y, sin embargo, trata de la desesperanza, el desánimo, el abatimiento, algo que difícilmente se puede superar mediante una fórmula matemática. Las emociones que transmite van más allá de cualquier experimento empírico y son imposibles de medir en magnitudes físicas. 

La originalidad de estos dos poemas queda patente en el enfoque novedoso que las dos poetas dan a los temas tratados, sin embargo, esto no es suficiente para que sean calificados como de calidad. Que algo sea innovador, diferente, no significa necesariamente que sea bueno. Entonces, ¿qué hace extraordinarios a estos versos que, por otra parte, no son sino un ejemplo de los muchos que podríamos encontrar en la Literatura en español?

Tanto Peri Rossi como Vitale demuestran una gran maestría en lo que en mi opinión son los elementos imprescindibles de la buena poesía: Las dos han seleccionado el vocabulario de forma minuciosa y coherente con el mensaje y la forma; han logrado imprimir ritmo y musicalidad (algo que se demuestra con la lectura en voz alta de los textos) aunque los poemas no contengan rimas ni una métrica definida; evitan el empleo de “lugares comunes”, esos clichés tan manidos que ya no nos conmueven (de hecho la “rareza” de las imágenes empleadas impacta al lector y le hace seguir la lectura con interés); finalmente, el mensaje que transmiten se sugiere, se insinúa, y de esta forma se hace atemporal y universal, cualquiera puede hacerlo suyo por mucho tiempo que haya transcurrido desde su publicación.

Si han llegado hasta aquí leyendo este artículo, doy por bueno el experimento, aunque no haya convencido a nadie de que la poesía no tiene por qué ser cursi ni llena de tópicos ni ser sólo para un grupo de intelectuales ociosos. En cualquier caso, cada amanecer nos brinda una nueva oportunidad para disfrutar de ella, lo que no es poco. 

Artículo publicado en Revista Canarias Literaria nº 3