A muchos de nosotros, cuando oímos el nombre de Gloria Fuertes, nos asoma una sonrisa tierna en los labios. Creo que si tuviera que definir con una sola palabra a Gloria, esta sería ternura; pues esta mujer tenía el mágico don de sacar ternura de cualquier cosa, de cualquier hecho. Pero no debemos olvidar que su poesía también era dura y afilada; detrás de la ‘aparente’ sencillez, se esconde un mundo de horror (la Guerra Civil), el dolor por la pérdida de personas queridas (como Phyllis, el gran amor de su vida, que murió de cáncer y con la que estuvo 15 años… a partir de ese momento, Gloria siguió sonriendo, pero un poquito menos), o simplemente el ambiente en el que creció, en el seno de una familia con pocos recursos y que no apoyó sus ansias literarias ni aprobaba verla encerrada en su cuarto devorando libros o inventando y dibujando historias.

Cuando mi madre me veía con un libro, me pegaba. Nadie de mi familia me dijo nunca “escribe, hija, escribe, que lo haces bien”… Nadie. No tengo nada que agradecer a mi familia. Pero cuando se quiere una cosa, aunque tu familia no te ayude, se consigue.

Y así lo hizo; ella quería escribir, y acabo siendo una poeta reconocida e independiente que vivió como quiso, vistió como quiso y escribió como quiso. No es que rompiera las normas, es que tenía las suyas propias y esas son las que seguía.

Me dijeron
-O te subes al carro
o tendrás que empujarlo.

Ni me subí ni lo empujé.
me senté en la cuneta
y alrededor de mí,
a su debido tiempo,
brotaron amapolas.

Solía ser criticada por sus versos sencillos, por sus rimas fáciles; fue incluso apartada y marginada, como muchos otros, por su postura pacifista, antifranquista, por homosexual, por ser mujer que decía lo que pensaba y, es más, a menudo lo escribía. Y aunque sus versos pueden parecer tremendamente sencillos, -Gloria escribía como hablaba, con un lenguaje totalmente coloquial y natural-, cabe tener en cuenta que a veces en la poesía, el camino de la sencillez puede llegar a ser el más complejo, aunque viendo los versos de Gloria, pudiera parecer cosa de niños.

Nacida en el año 1917, mostró desde muy pequeñita su facilidad para jugar con la imaginación. Su vida no era fácil, era la niña de los zapatos rotos, e incluso se tuvo que poner a trabajar muy jovencita para ayudar a la familia. Un dato curioso, es que su primer trabajo fue, justamente, con una máquina de escribir.

La pobreza es hermosa cuando se tiene algo que te canta y te suena debajo de la carne, como si hubiera dentro un ángel ensayando.

Su juventud no fue fácil, pero no hay mal que por bien no venga, que se dice, y gracias a que ayudaba a su madre a hacer trabajo de limpiadora en la redacción de la revista Lecturas, apareció su primer poema publicado. Esto fue cuando Gloria tenía quince años: tuvo el atrevimiento de dejar sobre la mesa del director de la revista el poema Niñez, juventud, vejez, y éste apareció publicado la semana siguiente:

Nacer, vivir, crecer, saltar,
reír, chillar, mentir,
aprender, amar, estudiar,
brincar, jugar, correr,
reír, reír… ¡niñez!

Hablar, pensar, cantar,
moverse, andar,
jugar a amar,
cambiarse de lugar,
sin quietud… ¡juventud!

Sufrir, llorar, gemir,
sentir, pensar, no vivir,
quietud, resignación,
desolación…
tristeza, dejadez… ¡vejez!

El fallecimiento de su madre, en el año 1934 le llegó demasiado temprano; Gloria siempre afirmó que su madre se fue ‘»cuando más falta le hacía». Eso hizo que tuviera que dejar los estudios para ponerse a trabajar de contable en una oficina: «A mí me gustan los cuentos, no las cuentas», solía decir. No fue esa la única vez que trabajó en una oficina, pero incluso a esto supo encontrarle un lado tierno y fantástico:

La siniestra oficina
se humanizaba por las noches
se oía un leve teclear.
Las máquinas se escribían
—unas a las otras cartas
de amor.

Gloria Fuertes. Retrato de Arturo Espinosa (Flickr/CC BY 2.0)

Hizo amigos ligados al mundo literario, y de la mano del poeta Carlos Edmundo de Ory (Cádiz, 1923 – Francia, 2010) se introdujo en el llamado Postismo; un movimiento literario creado a principios de los años 40 en España, que venía a ser la última de las vanguardias, el último de los ismos, el culto al disparate, que decían sus miembros. Aunque fue un movimiento que duró pocos años, el nombre de Gloria quedó atado a ese movimiento por el estilo ‘no académico’ de su poesía, por las altas dosis de imaginación, por esa ‘locura inventada’ que tanto rodeaba sus versos, aunque ella fue, por encima de todo, una escritora independiente que encontró su propio estilo en la necesidad de explicar lo que sentía y no saber muy bien cómo hacerlo.

Como ya hemos comentado antes, en ella reinaban el pensamiento y el sentimiento pacifistas, con una tendencia clara al amor y a la ternura, sufrió la Guerra Civil española en su carne, en su alma y en su corazón. Así definía Gloria este conflicto bélico que tanto la marcó:

Fue el crimen a sangre fría,
duró tres años,
ese horror lo viví día a día,
en plena juventud
tuve hambre y frío
muriendo y conviviendo
con el cadáver de mi alegría.

Y dejó huella en muchos de sus versos:

Te matan y después
piden perdón al cadáver.

Antifranquista declarada, no se le cayó jamás el lápiz a la hora de desnudar sus pensamientos e ideas en los poemas:

Un día que tenga tiempo
os contaré la aventura de mi infancia
con el lobo Franco.

Yo era una caperucita roja en zona roja.
El lobo Franco se enteró que en mi cestita
no llevaba solomillo y queso para mi abuelita
y al ver que llevaba libros y poesía,
mandó su jauría
y me detuvo en la Gran Vía.

Los criados del lobo
me metieron en prisión,
me mordisquearon a gusto,
por poco me muero del susto.

En el bosque de cemento
pasé un miedo atroz.
Yo era una caperucita roja
y “el Franco” un lobo feroz.

Y es que Gloria escribía lo que vivía, lo que sentía, y contaba lo que ocurría en su mundo. Conocida a veces como una poeta de postguerra, se encuentra muy frecuentemente el tema de la violencia y la muerte en sus versos, como podría ser el caso de este poema llamado El corazón de la Tierra, donde aparte del horror de la guerra, también aparece la Tierra, un elemento también recurrente en sus versos y con el que la poeta solía identificarse bastante, pues la tierra tiene corazón, igual que ella:

El corazón de la Tierra
tiene hombres que le desgarran.
La Tierra es muy anciana.
Sufre ataques al corazón
—en sus entrañas—.
Sus volcanes,
laten demasiado
por exceso de odio y de lava.

La Tierra no está para muchos trotes
está cansada.
Cuando entierran en ella
niños con metralla
le dan arcadas.

Pero Gloria amaba; amaba la vida, amaba el mundo, amaba a los hombres y a las mujeres aunque no se lo merezcan, y amaba los niños.

No es todo hacer poesía para el pueblo, sino un pueblo para la poesía. Por eso escribo para el niño y para el adolescente, que pronto serán ese nuevo pueblo decente.

No en vano se dedicó a hacer lecturas de poemas, para los más pequeños, les llevaba libros si no tenían medios para obtenerlos; de hecho, con su novia Phyllis, crearon una biblioteca ambulante para acercar la literatura a los niños de los pueblos.

Quiero que todos los poetas hagamos un arte útil, necesario. Que llevemos nuestros libros al pueblo y no a cuatro intelectuales, liricoides, técnicos-críticos, fríos o ñoños.

La poesía es un arma cargada de futuro, que decía Celaya. Para Gloria la poesía era una valiosísima y preciosa herramienta con la que se podría cambiar el mundo, las mentes, las almas y los corazones:

La poesía no debe ser un arma,
debe ser un abrazo,
un invento,
un descubrir a los demás
lo que les pasa por dentro,
eso, un descubrimiento,
un aliento,
un aditamento
un estremecimiento.
La poesía debe ser
obligatoria.

Pero consideraba que el futuro eran los niños, y hacia ellos quiso enfocar gran parte de su poesía, para que aprendieran, sintieran y se dieran cuenta que el mundo es mucho, muchísimo más que lo que tienen delante de los ojos. Quizás por eso destacó más la poesía que hizo para los niños, haciendo incluso programas en la televisión dirigidos a un público infantil, mientras la que iba más dirigida a los adultos, poco a poco, fue cayendo más en el olvido.

El libro de Gloria Fuertes. Antología de poemas y vida.
Edición de Jorge de Cascante. Ed. Blackie Books

A lo largo de su trayectoria publicó en revistas, ganó premios, publicó numerosos poemarios, dio clases en Estados Unidos, hizo recitales llenando auditorios, programas en la televisión… y todo con la finalidad de acercar la poesía y la literatura a todas las personas, a grandes y pequeños… Tuvo grandes amigos, creó grupos literarios con los que organizaban lecturas, explotó la noche madrileña… pero siempre tuvo un pequeño rincón de soledad y tristeza dentro de ella, pues era poeta.

De pequeña e imaginaba que los poetas eran siempre bichos raros, pero ya de mayor he visto que son –somos- como las personas corrientes, sólo que un poco más tristes.

Gloria jamás se cuestionó si su poesía debía tener alguna etiqueta (social, rebelde, triste…), ella sólo decía que su poesía salía del amor, y si con ella lograba emocionar, consolar o alegrar, su sonrisa se hacía más amplia. Escribía a la Humanidad, así, con la h mayúscula, y siempre, siempre lo hizo con corazón.

Ahora que se cumplen veinte años de su muerte, os quiero dejar aquí algunos poemas suyos, de esos que se suelen denominar, dentro de su obra, para adultos. Su faceta de poemas infantiles la celebramos con una selección de poemas infantiles publicados en Poémame.

Espero que los disfrutéis, los sintáis y los améis, pues están escritos con mucho, muchísimo amor.

Me entretengo queriéndote

Por la tarde, al atardecer
-después de los versos-,
me entretengo queriéndote,
me entretengo.
Apago las luces
y enciendo el amor,
y al amor de la lumbre
que brota del recuerdo…
(¡Es hermoso el otoño para amarte!)
…encandilo mis ojos
y caliento mis dedos,
pongo agua en los nardos
y un disco de silencio.

Aunque no estás conmigo
a tu imagen queriendo,
por la tarde yo sola,
me entretengo,
queriéndote, me entretengo.

 

Cristales de ausencia

Cristales de tu ausencia acribillan mi voz,
que se esparce en la noche
por el glacial desierto de mi alcoba.
-Yo quisiera ser ángel y soy loba-.
Yo quisiera se luminosamente tuya
y soy oscuramente mía.

Mi accidente será un buen epitafio:
Cuando una calle bajo el sol cruzaba,
de dolor –o de amor- es lo mismo,
murió desbaratada.

 

Silencio de nieve

Ante postura amorosa,
ante paciencia rebelde,
silencio de nieve.
Ante mi entrega diurna,
ante mi herida reciente,
silencio de nieve.

Cuando grito la injusticia,
silencio de nieve.
Cuando grito que te quiero,
nadie me entiende.

Llamo al amor por su nombre,
llamo a la puerta de enfrente,
no me importa que me queme,
llamo a tu llama
silencio de nieve.

 

Aviso

Está seco, sus ramas sin hojas,
su tronco sin ojos,
sus cables sin savia,
se mueve sin amor.
Está seco.
Nada le estremece,
por nada hasta blasfema.
La Bolsa y el Negocio
sólo le hacen vibrar.
Está seco.
Se mete en Ministerios,
administra guardillas,
rebaja los jornales,
que su vida es así.
Yo lo he visto
os advierto:
Enterrad a ese hombre cuanto antes.

 

No perdamos el tiempo

Si el mar es infinito y tiene redes,
si su música sale de la ola,
si el alba es roja y el ocaso verde,
si la selva es lujuria y la luna caricia,
si la rosa se abre y perfuma la vida,
si el amor va y me besa y me deja temblando…
¿Qué importancia tiene todo eso,
mientras haya en mi barrio una mesa sin patas,
un niño sin zapatos o un contable tosiendo,
un banquete de cáscaras,
un concierto de perros,
una ópera de sarna?
Debemos inquietarnos por curar las simientes,
por vendar corazones y escribir el poema
que a todos nos contagie.
Y crear esa frase que abrece todo el mundo;
los poetas debiéramos arrancar las espadas,
inventar más colores y escribir padrenuestros.
Ir dejando las risas en la boca del túnel
y no decir lo íntimo, sino cantar al corro;
no cantar a la luna, no cantar a la novia,
no escribir unas décimas, no fabricar sonetos.
Debemos, pues sabemos, gritar al poderoso,
gritar eso que digo, que hay bastantes viviendo
debajo de las latas con lo puesto y aullando
y madres que a sus hijos no peinan a diario,
y padres que madrugan y no van al teatro.
Adornar al humilde poniéndole en el hombro nuestro verso;
cantar al que no canta y ayudarle es lo sano.
Asediar a usureros y con rara paciencia convencerles sin asco.
Trillar en la labranza, bajar a alguna mina;
ser buzo una semana, visitar los asilos,
las cárceles, las ruinas; jugar con los párvulos,
danzar en las leproserías.
Poetas, no perdamos el tiempo, trabajemos,
que al corazón le llega poca sangre.

 

Hay un dolor colgando

Hay un dolor colgando del techo de mi alcoba,
hay un guante sin mano y un revólver dispuesto
hay una exactitud en la aguja del pino
y en icono viejo llora la Virgen Madre.
Todo esto sucede porque estamos cansados.
La vida no nos gusta y seguimos inertes,
a lo mejor venimos para ser algo raro,
ya lo peor nos vamos sin haber hecho nada.
Vienen los gatos flacos con lujurias en boca,
cantando eso que cantan a los pies de la urna,
y salen los espíritus debajo de la cama
cuando crecen los naipes en las manos del fauno.


NOTA: Las citas literales y entrecomilladas de Gloria y algunos de sus datos biográficos han sido extraídos de El Libro de Gloria Fuertes, Antología de poemas y vida editada por Blackie Books.