No estaré aquí cuando tiembles es un poemario de miedo, de búsqueda, de aceptación, de luz. Se nos presenta dividido en tres partes, de las cuales hablaremos a continuación.
1. La bruma, la herida.
Una primera parte sombría pero no carente de algún rayo de luz ajeno, externo. El autor parece enlazar sus emociones y sentimientos con las imágenes que lo rodean, una herida ajena a lo que más adelante puede suceder, sintiéndose pequeña pero quizás en vistas de crecer y hacerse más profunda.
Poca luz, sombras y brumas acompañan ese ánimo que se muestra a través de las pequeñas pinceladas de arte como son una herida en un cuadro de Sorolla, o la soledad de quien mira fuera desde dentro, en un cuadro de Hopper.
Desaliento, desasosiego y una tenue resignación a la herida se detectan en estos poemas, que intentan abrirse paso hacia una luz que se presenta ajena. La vida sigue y se va abriendo camino a pesar de la incerteza, del frío, de la innegable impotencia que cubre esa herida.
2. Animal desvalido, peregrino en el tiempo.
El autor parece reflexionar sobre la soledad, el vagar sin un rumbo, sin esa palabra que nos vertebreba.
Ya no nos cala esta ausencia
de palabra, hoy entendida
como un sonido vano que
ayer nos vertebró y ahora
vaga por páramos y calles
como una antigua diva,
la pobre venida a menos.
-Fragmento de Como una antigua diva.
Los recuerdos van tomando forma, y se contraponen con un presente vacío y herido. Las ausencias, el dolor, las palabras-acero que dejan su imponente marca en el alma. Es como si la vida fuera totalmente ajena, el mundo avanzara y siguiera su curso fuera de nosotros mismos. En cierto modo, pero, se sienta una búsqueda, unas ganas de ir más allá y encontrar aquella mano, aquella voz que nos devuelve a la vida.
Y se alarga mi mano para coger
al amigo del hombro y pedirle
que no se vaya.
Pero no me pertenecen
ni mi mano ni su hombro,
lo que vivimos juntos solo
se nos había prestado.
-Fragmento de Nada es mío.
El pasado pesa sobre nuestra sombra, y nos convierte en peregrinos del tiempo en esa búsqueda de algo que ni siquiera sabemos si encontraremos. Pero aún queda una esperanza, la búsqueda de un atajo que nos devuelva a la luz.

3. Amor y misterio, lumbres que prenderán.
La certeza de ser y de que no siempre se será. La certeza de la ilusión que siempre se desvanece. La certeza de la incerteza.
Hoy sé
que no habrá respuestas
como luciérnagas que lucen en la noche,
tan reales,
tan difíciles de encontrar.
-Fragmento de Luciérnagas (poema en tres actos)
Personalmente, noto un cambio interesante entre las dos primeras partes del poemario y esta tercera. Así como las dos primeras se me antojan más emocionales, más sentimentales, más etéreas, esta tercera se abre ante mis ojos como algo más racional, más analítico, más reflexivo, tomando conciencia de la vida y sus avatares incontrolables, de los inicios y de los finales.
Me llama la atención, en este sentido, como, a medida que avanzan los poemas, el pasado se va aceptando, los recuerdos se van asumiendo y dejamos que nos vayan configurando
Y de repente, esa mano aparece, esa tabla de salvación llega y se nos posa delante, para que podamos cogerla y salir de nuevo a flote, con nuestras sombras, con nuestros pactos con el pasado, con nuestras heridas, pero a flote.
Y ahí aparece de nuevo la voluntad de volver a arder, de seguir y de ser
Quiero sentir calor en las entrañas
y que arda el miedo.
Quiero que el a mor
sea un perpetuo combustible
que calienta, en inverno, mi hogar.
-Fragmento de Que prenda el fuego
La voluntad de ser amado y, sobretodo, de amar. Los últimos poemas de esta segunda parte nos dejan ver de nuevo que el amor está, que existe, que somos, y es casi como si se cerrara un ciclo, desde la bruma, hasta la llama, pasando por un peregrinaje hacia la búsqueda de esa luz.
No estaré aquí cuando tiembles es un poemario que sorprende. Poemas sutiles que envuelven, emociones y sentimientos que nos hacen ver que nosotros también los llevamos dentro. Imágenes cotidianas y reflexiones profundas a raíz de esas imágenes, que nos llevan a deslizarnos desde la oscuridad hasta la luz.
Poemas maduros, excelentemente escritos, se nos clavan en los ojos precisamente para ayudarnos a ver, a comprender que tras las brumas y la soledad, hay siempre una pequeña llama que espera prendernos y una mano que nos puede acompañar. Y a menudo, esa mano está mucho más cerca de lo que creemos pensar.
Andrés de la Escosura es profesor de Química en la Universidad Autónoma de Madrid y ha escrito multitud de obra científica. Pero por otro lado, es amante de la literatura y ha escrito poesía casi toda su vida. No estaré aquí cuando tiembles es su primero poemario y, estoy segura, no será el último. Os recomiendo que al calor de una taza de té o de café, os dejéis llevar por estos poemas maduros y profundos, y dejéis que ellos os muestren que la luz todavía existe, y que el fuego no ha dejado nunca de arder.
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