Silvana Dimitrievska (Macedonia). Filóloga y periodista. Es autora de la antología Ángeles con cinco alas, publicada en el marco de las veladas poéticas de Struga. Por su primer poemario, “Tú, que saliste de una canción”, ganó el prestigioso premio nacional “Aco Karamanov”. Es ganadora de numerosos premios y reconocimientos de poesía nacionales e internacionales. En 2023, fue declarada una de las galardonadas con el prestigioso premio mundial de poesía “Naji Naaman” y recibió el título de miembro honorario de la Academia de Cultura del mismo nombre en el Líbano. En 2023, ganó el tercer premio de poesía en el festival internacional de poesía “Tafil Kelmendi” en Kosovo. Hace unos meses, fue anunciada como una de las ganadoras del prestigioso Premio Académico Internacional de Literatura Contemporánea “Lucius Anaeus Seneca” de la Academia de Artes y Ciencias Filosóficas de Italia.
Estrellas
La noche que te di a luz
tu abuelo estaba de pie
en medio del patio
de la vieja casa
y miraba hacia arriba con un dedo
señalando al cielo,
él dibujaba, recortaba, rediseñaba
cada movimiento de las estrellas.
Como si creara un mapa celeste de la vida.
En el momento
en que abriste los ojos,
dio un golpecito con el dedo como si
quisiera sellar el punto de tu existencia.
El principio y el final del mapa. La estrella.
Cada uno de nosotros tiene su propia estrella,
o una estrella es cada uno de nosotros,
eso es lo que estaba diciendo.
El tren
Es primavera. Estamos sentados en el tren,
un hombre, una mujer y un niño.
Todos miramos por la misma ventanilla.
La mujer mira el árbol.
Admira su grandeza,
imagina los siglos que ha perdurado,
casi puede sentir
lo profundas que son sus raíces.
Ella ve su crecimiento.
Es primavera. Es una pequeña semilla dormida en la oscuridad.
Pasan los ciclos solares y lunares.
La tierra gira sobre su eje.
Ahora él es una casa en la que descansa
toda la historia nacida y por nacer.
Ahora es el hogar celestial de los pájaros.
El hombre mira al cielo,
admira su grandeza.
Se imagina el nacimiento de las estrellas.
Casi puede ver el poder,
la luz que necesita la oscuridad
para que nazca el día.
Es la primavera. Es el vientre del trueno y del viento,
la lluvia fecunda que acaricia suavemente los campos.
Es una casa donde descansa
toda la historia nacida y por nacer.
El niño ve un ave.
Y admira su grandeza.
Se la imagina naciendo del huevo,
y luego conquistando poderosamente los cielos,
la ve haciendo un nido en el que guarda
todo el amor nacido y por nacer.
Luego, se eleva orgullosa hacia el sol.
Es primavera. Ella lleva en su pico
las semillas de todos los árboles y todas las flores.
Toda la historia nacida y por nacer.
De repente, la bocina del tren
ensordece sus oídos fuerte y penetrantemente,
en el hombre, en la mujer, en el niño.
Agitada y jadeante, por la puerta
entra corriendo la anciana, feliz
de haber cogido el último tren.
Las mujeres tristes
Las mujeres tristes.
Las hermosas mujeres tristes.
Caminan desnudas y descalzas
(Porque la verdad está desnuda)
Los profetas
(que en realidad no existen)
las visten
con camisas de silencio.
Uno por uno
abrochan los botones.
Pero a las Mujeres Tristes.
Las Bellas Mujeres Tristes,
la mañana las conoce
por su sonrisa.
Como un hilo deshilachado
cuelga de sus cinturas
el cordón umbilical.
El mundo se niega a cortarlo,
para que la tierra tenga
un lugar donde siempre
depositará su semilla.
Traducción al español por Mariela Cordero
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