Yuleisy Cruz Lezcano. Nació en la isla Cuba el 13 marzo del 1973, vive en Marzabotto (Bolonia; Italia). La poeta emigró a Italia a la edad de 18 años, estudió en la Universidad de Bolonia y consiguió el título en “Ciencias enfermeristicas y obstetricia” consiguió, además, un segundo título en “Ciencias biológicas”. Trabaja en la salud pública. En su tiempo libre ama dedicarse a la escritura. Numerosos son los premios literarios donde ha obtenido reconocimientos importantes. Es Jurado de dos importantes premios literarios italianos: Premio Literario de narrativa, ensayo y poesía “Nabokov” y el Premio Literario Internacional “Napoli Cultural Classic” Última obra publicación -L’infanzia dell’erba, 2021.

Fui

Fui primavera,
con los cabellos sueltos
recogía violetas.
Cada hebra de hierba

besaba mis sueños.
Fui verano,
profundas estrías de oro
encendían blancas esperanzas,
con notas de Mozart
vibrando a cada rayo.
Fui el otoño,
jugaba sobre la escalera
con los racimos de uvas,
tibias tardes regalaban dulces sueños.
Desde el profundo, el eco,
encendía un murmullo de cantos.
Soy invierno
y miro el paisaje con nostalgia,
los sueños son dardos arrojados
por la ventana,
pero todavía tengo ganas
de inventar nuevos sueños.

Te dejaré morir

No te mato,
te dejaré morir
cuando salga la luna,
cuando vendrás un ángel
con afilada lama
desnudo en el oscuro silencio
que mancha tu lecho pálido.
Te dejaré morir y sentirás
que eyaculas
cuando el estertor de muerte
baja por tu garganta.
El frío entre las piernas
llamará sustancias tibias
y tu cuerpo perderá todo,
menos las cosas que yo amaba.
Te dejaré morir
para continuar a amar tu fantasma
para correr en tu tumba y llevarte
la frescura de cálidos jardines,
una cruz que haga sombra en la nada.


Huellas sin paso

No habla la arena en el vacío
de horizontes y paisajes
el sol achica los ojos
henchidos por la luz
que se propaga en el viento.

El viento que sopla lleva y trae
los brazos hermanos de la muerte
que no sabe de qué ausencias
el vacío está hecho.

El silencio es ya vacío,
con paredes de tumbas levantadas
que olvidan el lugar
donde se esconden los abrazos.
La muerte brinda sus espectros
llenos de incorpóreas sombras
que han olvidado lo que une
el hombre a sus promesas.
Las sombras bailan en los ojos que miran
el oscuro mundo que los llama
desde allá donde se pierde
la forma exacta de la huella.
¿Dónde, dónde?
¿En qué lugar nos perdimos?
Nadie habla, nadie sabe donde estuvimos
antes de llegar a este desierto.
¿Dónde se perdió el sueño despierto
del hombre que vivía los tiempos del alma
que le daba felicidad y alas?
Ahora sólo quedan pétalos marchitos
y el amor que era un don infinito
se perdió en el incógnito mundo
que muchos llaman destino.
¿Dónde está el viejo camino
de esa palabra usada
de quién daba su amor sin pedir nada?
El hombre bajo el peso de sus espinas
tiene el alma mutilada y el corazón preso
que se cierra suicida al beso.
Como una semilla de luz apagada
el hombre perdió el tiempo del abrazo
en el largo camino de pupilas dormidas
y perdió también el sentido de la vida
en el intento de dejar una huella sin paso.


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