Comenzaré esta reseña sobre la poesía de Ángeles Torres con unos versos de su poema “Vive”:

Desnudo mis palabras,
perfundidas de sílabas,
y noto como crece,
la alteración estática
de las cuerdas que lloran
dentro de mi garganta…

Así es la poesía de Ángeles. Crece con cada palabra, llora los versos o los convierte en sonrisa  y carcajada. Esculpe y cincela la poesía. Desnuda el alma y nos la muestra en bandeja de plata. Hermosa, profunda y pasional.

Ángeles Torres Torres (mi otra castilla como nos autodenominamos) pertenece a ese grupo de poetas de Poémame que resulta imprescindible para entender la esencia de este espacio.

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La poeta Ángeles Torres

Verso ligero, ágil e inteligente.  Lirismo exquisito unas vece, sencillo y cálido en otras. Difícil de clasificar, de encajar en un estilo que no sea ella misma. Personal, muy viva y elocuente.

Más que escribir palabras, parece que despliega alas, alza el vuelo y empapa de poesía lo que toca. Destila poesía a su paso.

Dibuja con las palabras imagines oníricas, que transmiten al lector una imagen clara de lo que quiere transmitir. Poeta de piel, con versos para la piel.

Luna de piel de mandarina,
con cada poro surtido
de espacio y tiempo,
me seccionas
en gajos pequeños
de dudas…

Delicadeza y delicia en metáforas que enriquecen lo que dice y como lo dice.

Por querer ser lluvia
me hice pañuelo de lágrimas,
y las nubes ensortijadas
desmenuzaban mi melena…

De versos profundos como cuchillos que se clavan en la conciencia de quien lee.

Alguna vez, te has sentido
prisionera en las tejas
de tu propia saliva,
te has pintado
de apatía gris tus pupilas,
te has colocado
cintas sin amaneceres,
has dejado encendida
tu sonrisa?

Ángeles nos invita a un viaje de sensaciones, sentido y sensibilidad.

Te has ido
como espuma de cerveza,
dejando los amaneceres
llenos de arrugas
en mis sábanas.

Poeta imprescindible de este universo “poemaniano” que entre todos hemos ido dando forma. No dejes de pasar por su rincón.

Para terminar la reseña os dejo un par de poemas suyos:

NUESTRA TAZA DE CAFÉ

Besos evaporados
en nuestras miradas,
el café nos espera,
nos siente, nos palpa,
nos escucha, nos desvela,
y yo, me dejo observar
por el vaho que desprende.

Entre aromas expandidos,
mis ojos se escapan
buscando los tuyos,
entre el aire,
un halo de luz, nos envuelve,
dibujando en tu retina, mi mirada,
bebiendo, lluvia de café
suspendida en suave
cielo, por morada.

Café, oloroso, cremoso, calentito,
tu café y el mío
bebiendo primaveras juntos,
rozando nuestros labios,
aún dormidos.

Palomas exaltadas,
danzan sus picos al viento,
instantes pausados,
sin tiempo para los sueños.

Te huelo el aliento,
y saboreo, sorbo a sorbo,
tu dulce contexto,
de meloso moscatel
suspendido en el tiempo.

Vapor, desordenado e incoherente,
buscando nuestra sintaxis,
nadando entre silencios
de oraciones dormidas,
inhalas la cafeína de mis deseos.

Te miro, como el agua
que bebe mi carne,
y noto tu tallo
de rama verde.

VIVIR SIN AIRE

Ojalá, pudiera desvestirme
de tu piel,
si supiera, como desprenderme
de arrugas vividas,
vaciaría las mareas
de puntos suspensivos
que apagan mis labios cianóticos,
sacudiría los años que muerden,
llenos de luces y sombras.
Vivir sin aire, no es vivir.

Ojalá, pudiera liberar
la poca existencia,
que aún me queda,
escribir en colores
alegrías dispersas,
borrando los patéticos
blancos y negros,
que derivan
mi existencia.

Ojalá, me dejes vivir,
sin arrugas impuestas,
borrar arrugas desgastadas,
en pergaminos de selvas muertas,
que condenan mi razón,
y mi cuerpo atormenta,
que aniquila toda belleza
de mi alma eterna.

Miedo a qué caiga
el telón de mis párpados,
y se consuman
en la oscuridad sin nombre,
sin luz de amparo,
a la que me sometes.
Vivir sin aire,
me ahoga.

Ojalá, te atrape la noche,
y te lleve de vuelta,
a otra isla.
Ojalá, mi historia aletargada,
deje de echar pulsos
que exhuman lágrimas,
ojalá, me dejes vida.