Graciela Bonnet (Córdoba, Argentina, 1958) es Licenciada en Letras por la Universidad Central de Venezuela. Ha trabajado 25 años como correctora de pruebas y supervisora de ediciones para editoriales de Venezuela así como para la Biblioteca Nacional y el Consejo Nacional de la Cultura de ese país.

Graciela Bonnet

Escritora fantasma, realizó investigaciones en diversas áreas humanísticas para crear libros, tesis y monografías por encargo. En 1991 Editorial Eclepsidra publicó su poemario En caso de que todo falle y, en 1993, la Editorial Lector Cómplice editó el poemario Libretas doradas, lápices de carbón. Trabajó como asistente de artista y gallery attendant en Pittsburgh, es dibujante amateur y actualmente vive en la ciudad de Houston, Texas.


LAS NUBES

Nos acostamos de espaldas en el piso de cemento. Era una tarde de verano, casi inmóvil, no se escuchaba un solo rumor. Las hojas de los árboles se batían suavemente, en armonía perfecta.

Durante horas estuvimos viendo el cielo altísimo y las nubes que corrían una tras otra con la brisa leve.

Pensé otra vez que el cielo era el océano, y las nubes, las olas que se repetían idénticas una tras la otra, como el tiempo que no importa si existe o es una invención.

El vértigo me atrapó y lo recibí con gozo. Era agradable sentirse caer hacia arriba, hacia lo insondable. Estaba por fin en esa playa serena, donde nada ocurría. No podía haber nada mejor o peor, sólo estar en ese lugar, caminando en la arena, hundiendo apenas los pies en la orilla húmeda, dibujando mis huellas.

De vez en cuando una sirena me llamaba desde lo lejos y yo le respondía, alegre como una niña pequeña.

PEZ GIRASOL

Vienes de la noche, desde el medio del sueño, dices ser el pez girasol que emerge mostrando una cola de arena, la punta de la aleta, que también es un pétalo, que también es una hoja.

Vienes desde el otro extremo del cuarto, que en la madrugada es un espacio infinito, un desierto como nunca, la desolación completa, la resolana de los párpados cerrados, las sábanas superpuestas que son puertas sólidas cerradas a la otra realidad, la que viene del sueño, girando en miles de imágenes superpuestas, mientras dices ser el pez girasol que está enterrado en la arena del jardín, entre la tierra revuelta que espera semillas, humedecida para que estalle en un espinar de hojas.

Ya no importa lo que estuvo escondido detrás de esas puertas de la memoria, ya no existe. Si las abres por fin, no habrá nada oculto, así que nada podrá herirte.

Y mañana cuando amanezca rezaremos a las olas del patio, a las que pasan por encima de nuestras cabezas, muy arriba, arriadas por el viento, las que se van nadando volteadas al revés, te veré esconderte nadando, huir entre las nubes, pez girasol, hasta la resolana, hasta los ojos cerrados, hasta nunca jamás.

YA LLEGARON LOS CUERVOS

Ya llegaron los cuervos. Se lanzan en picada sobre los tendidos eléctricos y allí se quedan un rato, mirando el paisaje helado de mi calle.

Mientras camino y veo el cielo altísimo y limpio, nada se mueve en la desolación del invierno.

La tierra ha girado otra vez y completa su ciclo interminable. Ahora sol, ahora noche.

Nos toca ver el tiempo del recogimiento, la tregua. Muchos pequeños animales morirán con la estación de las heladas. Otros, los que tengan alas, se irán lejos.

Nosotros hemos reunido algunas ramas secas para calentar una fogata. Como acostumbramos hacer desde hace siglos, nos sentaremos en círculo y esperaremos. Cantaremos una canción que hable de lo hermosa que es la vida.

Realmente lo es. El fuego aviva el recuerdo y nos ayuda a imaginar que vendrá el sol otra vez y que mientras tanto debemos alimentar nuestra esperanza, tejer coloridas cobijas, hacer nudos de buenos augurios entrelazados, crear sueños fantásticos, ahora luz, ahora oscuridad.

¿Recuerdas el invierno anterior? Subimos al puente y desde allí vimos el río congelado. Nada podía ser más sublime ni más conmovedor que la vida detenida en apariencia.

Ven, pon en esta cazuela las nueces que encontraste al pie del árbol. Yo añadiré miel y avena, olorosas especias que guardé a la sombra durante el verano. Celebraremos la espera como lo hemos hecho desde siempre, desde que éramos otros, cobijados por la bendición de estar vivos.


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