Evan S. Connell (Kansas City, 1924 – San Francisco, 2013). Nació en el seno de una familia acomodada. Estudió en el Darmouth College, donde empezó a escribir relatos, y posteriormente en las universidades de Kansas, Stanford, Columbia y San Francisco. En 1943 se alistó en la Armada y combatió como piloto en la Segunda Guerra Mundial. Posteriormente, viajó por Europa y residió un año y medio en París, donde colaboró con The Paris Review, en la que también publicaban Philip Roth y Samuel Beckett, entre otros. En 1955, volvió a los Estados Unidos y se estableció en San Francisco, lejos de la dominante sociedad literaria neoyorquina. Trabajó en varios oficios —empleado de un astillero; entrevistador en las oficinas de empleo de San Francisco; profesor— y publicó su primer libro, La lección de anatomía, en 1957. En 1959, dio a conocer su primera y, probablemente, mejor novela, Mrs. Bridge, a la que seguiría, una década después, Mr. Bridge, ambas llevadas al cine. Como poeta, publicó dos libros: Notas de una botella encontrada en la playa de Carmel, en 1962, y Puntos para una rosa de los vientos, en 1973. En 1985 publicó Custer. La masacre del 7º de caballería, que le dio la fama que lo había rehuido hasta aquel momento. En sus últimos años, se dedicó sobre todo al ensayo, con estudios sobre las cruzadas, la cultura azteca o Goya, al que dedicó una biografía en 2004. Recibió varios premios y distinciones, y fue candidato al Man Booker International Prize por el conjunto de su obra y dos veces al National Book Award, tanto en la categoría de novela como en la de poesía.
Tal y como destaca Eduardo Moga en el prólogo,
Esta obra constituye, desde su título, un viaje por la historia y el conocimiento humanos; sobre todo, por la estupidez y la crueldad del hombre. Pero este viaje —señalado a lo largo del libro por diferentes coordenadas geográficas— no es lineal, sino circular; ni individual, sino plural, más aún, multitudinario; ni exterior solamente, sino también interior.
Puntos para una rosa de los vientos no es un poemario convencional. Su lirismo no emana de la dicción exaltada ni de la síntesis introspectiva, sino de la desnudez de los hechos. Connell se sitúa, pues, en la estela objetivista de Charles Reznikoff y George Oppen. Los datos que aporta, así como las crueldades y sevicias de la historia con las que ilustra su irónica y desquiciada meditación, destilan, en ascética sucesión, una pureza metálica y una perturbadora capacidad de suscitar asociaciones y ecos que multiplican su sentido, como incumbe a la mejor poesía.
Hay que reconocer que este libro es desconcertante, arriesgado y muy especial. Es la primera vez que se traduce en España y Godall edicions merece nuestro más sincero elogio y agradecimiento por su acertada edición bilingüe. En cierta ocasión, Connell dijo que Puntos para una rosa de los vientos era el libro del que se sentía más satisfecho y por el que le gustaría ser recordado.
Evan S. Connell parece que decide despedirse haciendo un resumen de las más de 300 páginas de texto de la siguiente manera:
En un esfuerzo por adivinar el significado del universo, he viajado, analizado fábulas, amado una o dos veces y leído 64.138 libros. Pero esto quiere decir que he tenido muy poco tiempo para pensar. Confundo, pues, lo verdadero y lo falso, equiparo curiosidad e importancia y tomo el conocimiento por sabiduría. Tanto peor.
Si te molestan o exasperan mis seudónimos, actitudes y elaborados disfraces, recuerda que esto ha sido un testimonio privado, hecho con pormenores anómalos y un toque de vulgaridad. Y como somos humanos, nacidos, en mayor o menor grado, de experiencias similares, me encuentro tan parecido a ti que me paro a maravillarme de esa coincidencia. ¿Sientes tú lo mismo?
Bien, amigo mío, tanto si contestas como si no, hemos acumulado una gran cantidad de pensamientos y sucesos dignos de clasificación. Imagínate que hacemos constar primero –porque esta ha sido la peor noche de un año muy malo— a esos soldados de los Estados Unidos en Vietnam cuyos rasgos definió El Bosco hace cinco siglos. Pongámoslos debajo del os gobernantes responsable, cuyos nombres no deberían ser olvidados: Johnson, Rush, McNamara, Bundy, Rostow, Nixon, Laird, etc.
….
Por favor, no dejes de consignar cómo se ve la vida humana por un teleidoscopio, la magnitud de Sirio, el irresoluble problema que los areopagitas soslayaron, los juegos de los monarcas y sus sueño monacales, la latit…, ah, pero tu buen criterio debería bastar. Estas solo eran alguna cosas que yo anotaría. Lo demás lo dejo a tu favorable juicio y me someto a ello con toda consider…
Cetera desunt.
El resto de ha perdido.
Nota sobre el traductor: Eduardo Moga (Barcelona, 1962). Poeta y escritor. Ha publicado 18 libros de poesía, el último de los cuales es Mi padre (2019). También ha escrito diarios, libros de ensayo y literatura de viajes. Practica la crítica literaria en Letras Libres y Cuadernos Hispanoamericanos, entre otros medios. Ha traducido a numerosos autores, como Ramon Llull, Jaume Roig, Arthur Rimbaud, Charles Bukowski, William Faulkner y Walt Whitman. Ha sido director de la Editora Regional de Extremadura y coordinador del Plan de Fomento de la Lectura de la región. Mantiene el blog Corónicas de Españia.
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