«Nada tengo, nada dejo, nada pido»: poesía, vida y muerte de Teresa Wilms Montt

«Nada tengo, nada dejo, nada pido.
Desnuda como nací me voy, tan ignorante de lo que en el mundo había».

La vida de la poeta chilena Teresa Wilms Montt (1893-1921) fue desgarradora e intensa a pesar de ser tan injustamente corta. De origen aristocrático, Teresa concentró, en tan solo 28 años, una existencia llena de pasiones, viajes, decepciones, sinsabores y pocas alegrías. Todo a su alrededor fue casi novelesco, agitado, movido por sentimientos tan contradictorios y potentes como el amor, la rebeldía, la melancolía, las ganas de probarlo todo o el deseo de perdurar y ser reconocida.

En los últimos años varias editoriales españolas se han lanzado a la titánica labor de reeditar su obra, injustamente abocada al olvido durante muchos años. Gracias a esto, actualmente podemos encontrar con cierta facilidad tres de sus poemarios: Anuarí, libro rescatado originalmente en 2009 por la editorial Torremozas y reeditado de nuevo en 2017, Inquietudes sentimentales, también recuperado por Torremozas en 2021, y En la quietud del mármol, traído de vuelta a las librerías por la Editorial Medusa en 2022.

También de 2022 es la última edición de sus Diarios íntimos en Pepitas de Calabaza, aunque ya fueron publicados en 2017 por la tristemente desaparecida editorial La Señora Dalloway con el sugerente título Preciosa Sangre. A María Ángeles Pérez López y Mayte Martín les debemos, en última instancia, la edición de sus Obras completas, publicadas en la Editorial Renacimiento en 2023.

En esta breve nota vamos a centrarnos en sus Diarios íntimos y en su cuarto poemario, Anuarí. Leídos en conjunto, uno en clave biográfica y el otro como imprescindible lectura poética de los acontecimientos vividos por la autora, ambos libros suponen un verdadero descubrimiento lírico y creativo.


1. Diarios íntimos

«Quiero infinidad porque me ahoga lo finito».

En una época de creciente interés por las vidas particulares de las grandes escritoras, y de publicación de múltiples diarios y correspondencias privadas –Virginia Woolf, Sylvia Plath, Alejandra Pizarnik–, los diarios íntimos de Teresa Wilms Montt son una rara avis, un «espejo», como ella misma lo denominó, de sus sentimientos más sinceros y profundos, con una voluntad literaria apenas buscada.

Sus diarios se ven, a lo largo de sus confusas entradas, salpicados por dolorosas e inesperadas confesiones para la época:

«Por mis hijas no he llorado yo las lágrimas de sangre que he derramado por Vicente», 

amores arrebatados:

«Y yo no me canso de beber amor, siempre tengo sed, una sed inextinguible de él», o 

«¡Y así soñé morir de besarte!», 

auténticos gritos de amargura:

«¡Sufrir, sufrir, ahora!»

loas a la muerte y al suicidio: 

«Siento verdadero sensualismo en morir. Que suceda lo que el destino ha marcado», 

poesía:

«Este siglo está caduco, sangre mía.
¿Quieres que te vacíe sobre el seno de la tierra?», 

reflexiones sobre la vida después de la muerte:

«Creo que después de la muerte, el espíritu vaga cierto tiempo en el espacio y después se reincorpora en el cuerpo de un recién nacido» 

o frases que podrían ser consideradas como modernos aforismos: 

«La costumbre es prostitución», o 

«El alcohol es enemigo de la filosofía y mata a la ironía».

El lenguaje y la forma de expresarse de Teresa son siempre desgarrados y ardientes; su autora parece en la mayoría de los casos conducida por una pasión incontrolable: amorosa, pero también pasión por la vida, por la muerte, por sus hijas, por Dios, por el más allá. 

Su vocabulario es siempre impetuoso, apenas pasado por filtros, en un ejercicio de honestidad donde se ve una clara evolución desde los primeros años –donde Teresa escribe entradas más realistas, más vinculadas a su cotidianidad– hasta los últimos –donde las entradas son apenas comentarios fragmentados, de corte más poético y más complicadas de interpretar–.


2. Anuarí (1918)

«Camino al olvido, lentamente se cierran las losas de mi cerebro».

Dentro de la obra poética de Teresa Wilms, Anuarí es uno de los libros más emblemáticos y reconocidos. De hecho, su época en Madrid es aplaudida por la crítica como la más fructífera a nivel literario. Recién llegada a España en 1918, introducida en los círculos intelectuales y literarios madrileños de la época –se relacionó asiduamente con personalidades como el pintor Julio Romero de Torres o los escritores Jacinto Benavente, Azorín o Juan Ramón Jiménez–, Teresa publica un impactante libro donde la muerte y la belleza habitan en cada una de sus páginas y poemas. 

Anuarí es «un poemario conmovedor de imprescindible lectura», en palabras de Marta Porpetta, directora de Ediciones Torremozas. Y también un libro donde Teresa «contempla el lado oscuro de la vida, comprende que hay un silencio y que existe una travesía del dolor que late bajo experiencias muy profundas», según Luzmaría Jiménez Faro, fundadora de Torremozas. 

El origen del libro es este: Teresa, después de una estancia de apenas dos años en Buenos Aires, abandona la ciudad tras un hecho traumático para ella: uno de sus amantes, Horacio Ramos Mejía, un joven de apenas 19 años, se suicida cortándose las venas ante ella por su rechazo a establecer con él una relación amorosa. Este hecho, profundamente perturbador para la autora, le persigue durante mucho tiempo, dando lugar finalmente a la creación de dos obras: En la quietud del mármol, una suerte de diario de duelo donde Teresa habla de sus visitas al cementerio para llorar al amado y de su postración en la cama para invocarlo, y Anuarí, un libro hipnótico, bello y oscuro, lleno de elegías a la muerte del joven examante. 

La edición inicial de Anuarí, publicada en Madrid en 1918, incluye un prólogo de Ramón del Valle-Inclán donde habla de Teresa como una voz «cargada de siglos y juventud», «de maravillosa gracia alejandrina» y cuyos poemas son como «versículos de un libro sagrado» con «la misteriosa resonancia de las voces elementales».

El poemario comienza de una forma tan pasional y sugestiva como esta:

«Apareciste Anuarí, cuando yo con mis ojos ciegos y las manos tendidas te buscaba,
Apareciste, y hubo en mi alma un estallido de vida. Se abrieron todas mis flores interiores, y cantó el ave de los días festivos»

Y sigue, a lo largo de sus páginas, indagando de una forma lírica y ardiente en esa ya mítica figura de Anuarí, el joven enamorado desvanecido de la noche a la mañana:

«Anuarí, yo te amé.
No hubo para mi alma música como la de tus dientes cuando entrechocaban de lujuria».

«El corazón, como un puñado de mercurio, resbaló a lo largo de mi cuerpo hasta ponerse a mis pies».

Para finalmente terminar con un grito eterno y desconsolado:

«¡Anuarí! ¡Anuarí!
¡Vuelve del caos!».