Juan Ortiz es un músico, poeta, escritor y artista plástico nacido el 5 de diciembre de 1983 en el pueblo de Punta de Piedras, Isla de Margarita, Venezuela. Es egresado en Educación Integral en la mención de Lengua y Literatura de la Universidad de Oriente, Núcleo Nueva Esparta.
Durante su carrera, ha ejercido como profesor universitario de literatura, historia, artes y guitarra en Unimar y Unearte. Hoy en día, es columnista del periódico El Sol de Margarita y ha colaborado con los portales digitales Gente de Mar, Writing Tips Oasis, Frases más Poemas, Lifeder, y Actualidad Literatura. Actualmente, el autor vive en Buenos Aires, Argentina, donde trabaja como editor, corrector de estilo, creador de contenidos y escritor a tiempo completo.
En la flor de los metales acústicos
(a Julia Elena)
La hallé en la flor de los metales acústicos,
orquídea de voz temprana,
cedro nácar enraizado en los arrecifes.
Guardaba bajo su lengua los silencios oportunos
tejidos en los vuelos de un alcatraz anciano que descansa a lo lejos
en espera de los últimos vientos.
Cuando la guerra es el arte, ella se esconde,
refugia sus ojos en los óleos de un lienzo del santo patrono de su pueblo
y recuerda que entre los que matan hay vestigios de dibujantes y cantores,
que luego de la sangre volverá la locura de los trascendidos a redimir todo.
La hallé en la flor de los metales acústicos,
está en ese estado en que aún habla con Dios
—esgrimen sabiduría ambos—,
mis oídos no les entienden,
pero en mi alma algo resuena,
algo se acerca al principio.
Neblina blanda
«Reinaré esta hoja de resistencias», me dije, trazando con mis dedos un recuerdo
en tu espalda, fascinado con lo profundo de las aguas que me recibían. El fondo de la cama aturdía, la almohada pesaba. Algo sujetaba la noche a la alcoba, a nosotros.
Parecías volver de un letargo, de un azul que duerme, diluida en la espina con los ojos perdidos en la ventana.
Yo te miraba a lo lejos, en la esquina mojada de septiembres, te veía irte sonora
a los balcones a lamentar las brevedades del insomnio en una neblina blanda
que rezaba por dentro.
Tan solo vine a cerrar la noche
No he venido a mucho, tan solo a cerrar la noche. Vengo del veneno
que llaman conciencia, que besa al hombre y lo deja solo, sin estirpe.
No he venido a grandes cosas, tan solo a encender los muros infranqueables de la razón, a repartir soledades entre las multitudes, hijas de los maderos en las rutas
milenarias e infinitas de las palmas de las manos.
No he venido a exceder con más horas los espacios,
paso simplemente a retirar los conjuros en los sótanos de los árboles
donde los amantes esconden el mejor amor, el que no se ve.
No, no he venido a mucho, de hecho, nunca he estado.
Estos Poemas pertenecen a la antología poética “Naufragio”. Juan Ortiz
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