Jae-nam Kang 강재남 Nació en Tongyeong, Gyeongnam, y debutó en la literatura en 2010 a través de Poetry Literature. Ha publicado dos poemarios, Strange and Beautiful, The Shadow Grew in Secret, y un ensayo poético titulado Words That Could Not Reach You. Ha ganado el Korea East-West Literary Award, el Dongju Literary Award y el Sisanmaek Poetry Award. También fue seleccionada para el Programa de Apoyo a Jóvenes Artistas de Arte y Cultura de Corea y recibió la Beca Creativa ARKO Artist. En la actualidad, escribe una columna de prosa en el periódico Gyeongnam y es presidenta de la Asociación de Poesía de Tongye. Presidenta del Comité Operativo del Premio Literario Tongyeong.

Así fue

Me encontré con un verano. ¿Fue el último día de carnaval? ¿O quizás un domingo de Cuaresma? Rastreando en mi memoria, debió de ser en un pueblo de las tribus germánicas.

A la sombra de un roble mongol, canté el Nibelungenlied. Era joven, vagaba sin rumbo, arrastrando una muñeca juguetona, completamente envuelta en niebla.

Llamé a la muñeca «Dengdit», un nombre parecido a la palabra «cielo». No ha llovido.

Hoy puede llamarse «hoy», porque ha sobrevivido y aún perdura. Sigo viviendo, envejeciendo y volviéndome inútil, deslizándome inevitablemente hacia la enfermedad. Así es como vivo.

En el bosque, el aire estaba cargado del olor acre del agua estancada. La noche de los frutos silvestres podridos –

El decimoctavo sol se alzaba sobre la sabana.

¡Era la estación seca del monzón!

Incapaz de llamarme por un cierto nombre

Quizás comencé primero en tu camino,

pero el viento se detuvo sólo brevemente, y luego siguió adelante.

Escribiendo mi nombre en la esquina del viento que pasa,

me sentí triste, porque el otoño ha llegado con tanta indiferencia.

A medida que las hojas se volvían rojas, tu figura se volvía distante.

Soporté la agonía de verte partir,

y ahora estoy de pie en el viento otoñal, entre las hojas.

Me pesa reconocerme,

así que hoy doy sólo unos pasos,

arrancando un trozo de nube para usarlo como telón de fondo.

Viejas penas abrazan a las nuevas,

y lloré como las hojas del zumaque.

El mundo estaba sumido en silencio

entregándome a un día cada vez más frágil,

envío un fragmento de mi pena hacia el oeste.

¿Podría yo también envejecer tan despreocupadamente?

Vivir el otoño, esperando a que caigan las hojas, es doloroso.

Mi humilde vida se siente como si se prolongase por cien años.

Soliloquio a la deriva

El atardecer llegó tarde, y todo lo que yo sabía era esperar.

El atardecer llegaba tarde, y yo sentía que podía crecer rápidamente durante él.

El girasol, apoyado en la pared, era recatado.

Aquella tarde, cuando las semillas se derramaron de sus labios herméticamente cerrados…

Me tragué las palabras del girasol, deseando disolverme en la pared, envejecer y secarme.

El atardecer llegó tarde, y mis palabras no pudieron viajar lejos; las frases no escritas me pesaban.

Los tentáculos de la vida echaron raíces en el pesado silencio,

y hasta que pude reconocerme, tuve que abrazar mi propia espalda.

De haber sabido que el sonido de los pétalos cayendo brillaría en mis ojos, habría dicho: «No te sientas culpable».

Cuando volvieron las palabras, huecas y despojadas de sus significados, debería haber dicho: «No permanezcas en silencio».

Pero no sabía que la tarde se apuntaba a sí misma con una pistola, y de su boca brotaban flores negras.

El atardecer llegaba tarde, y yo no podía prever en qué dirección iría el resplandor vespertino,

Y de repente, recordé la espalda de mi joven padre mientras cruzaba la galaxia.

La tarde llegó tarde, y no pude descifrar las huellas que las mariposas dejaron en las venas abultadas de mis dedos.

Fallé en tirar del hilo final de la oscuridad que aún permanecía sin revelar.

Traducción al inglés por Joo-Hyun Song 송주현

Traducción al español por Mariela Cordero


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