Susana Thenón llegó al mundo en el año 1935. De familia judía, desde bien pequeñita estuvo rodeada por el mundo de la cultura y el arte. Formó parte del grupo de jóvenes actores del Teatro Cervantes, y estudió la Licenciatura en Letras Clásicas en la Universidad de Buenos Aires. Contaba solamente 23 años cuando se publicó su primer libro de poesía, Edad sin tregua, en el año 1958 y, al año siguiente, salió a la luz Habitante de la nada.

Junto con otros autores argentinos, como Alejandra Pizarnik o Alejandro Vignati, fundó la revista literaria Agua Viva, y quedó plenamente introducida en el mundo de la poesía. Se dedicó durante algunos años, aproximadamente a partir de mediados de la década de los 60, a la traducción de textos y fue entonces cuando publicó su tercer poemario, De lugares extraños, en el año 1967.

A pesar de ser parte de algunos círculos intelectuales, lentamente se fue separando alejándose en cierto modo del mundo literario, tomando su propio camino, siendo fiel a las voces de su interior para sacar a la luz una poesía cruda, desnuda e incluso a veces hiriente.

En la década de los 60, centró su atención en su faceta fotográfica, fotografiando a la que fue su pareja, la bailarina Iris Scaccheri. De hecho, su obra como fotógrafa se consolidó con diversas exposiciones en diferentes Galerías de Europa, e incluso logró el Premio de Fotografía Parisien, con su serie Humor Blanco Humor Negro. No publicó nada más de poesía hasta el año 1984; de hecho, su última obra publicada fue Ova completa, en el año 1987, pero a pesar de casi no publicar nada, siguió escribiendo y eso se muestra en la publicación de obras póstumas como La morada Imposible I y II, compilada por la poeta María Negroni, o Paraíso de Nadie.

Falleció también en Buenos Aires, en el año 1991.

Su poesía aborda temas como la soledad, la oscuridad, el deseo negado cosa que la llevó a ser, en cierto modo, comparada con la poesía de Pizarnik. Lo ausente está paradójicamente muy presente en su poesía, lugares extraños, sombras e imposibles. Es una poesía casi tangible que parte de su propio yo más íntimo para adentrarse en el mundo del lenguaje, de la oscuridad y del extravío. Su poesía contaba con un punto irreverente, despojada de adornos, directa y con un lenguaje afilado; lo que pretendía Thenón no era adaptarse a las corrientes literarias de su época, sino ser fiel a su yo más íntimo.

A continuación os dejamos una selección de cinco poemas, no sin antes recomendaros que profundicéis un poco más en su obra. La poesía de Thenón ha sido en cierto modo injustamente eclipsada por otros autores argentinos de gran renombre, pero es una poesía que no dejará indiferente a nadie y podría incluso ser una poesía, a pesar de los años, de lo más actual.

Juego

Despojémonos de todo aquello

seguro

que se proyecta al exterior

con trazos lentos

y definitivos.

Todos empleados en la tarea

de ser, vivir, sentir

sin otros lazos.

Y quien no atine a sofocar

su amor por lo prohibido,

reclame su derecho al dolor,

su penitencia.

Despojémonos de todo cuanto

nos conformó a imagen y semejanza

nuestra

y gustemos sabiamente para el recuerdo

el minuto absurdo y libre.

No

Me niego a ser poesía

por palabras, por jaulas,

por geometrías abyectas.

Me niego a ser

encasillada,

rota,

absorbida.

Sólo yo sé cómo destruirme,

cómo golpear mi cabeza

contra la cabeza del cielo,

cómo cortar mis manos y sentirlas de noche

creciéndome hacia adentro.

Me niego a recibir esta muerte,

este dolor,

estos planes tramados, inconmovibles.

Sólo yo conozco el dolor

que lleva mi nombre

y sólo yo conozco la casa de mi muerte.

Verdugo

Una voz cercana

me repite: descansa,

y yo

descansar no podría

sino como en sueño

latente,

como flecha que reposa

en su carcaj.

Cada día

mis horas

se tornan más agudas,

más ásperas,

desde que no respiro

y el sol me arde.

Conozco las palabras

a cuyo sonido

las puertas vuelan como plumas

y el cielo es un cojón a los pies.

Conozco el castigo.

Conozco todos los castigos.

Pero hoy amanecí verdugo.

No es un poema

Los rostros son los mismos,

los cuerpos son los mismos,

las palabras huelen a viejo,

las ideas a cadáver antiguo.

Esto no es un poema:

es un grito de rabia,

rabia por los ojos huecos,

por las palabras torpes

que digo y que me dicen,

por inclinar la cabeza

ante ratones,

ante cerebros llenos de orín,

ante muertos persistentes

que obstruyen el jardín del aire.

Esto no es un poema:

es un puntapié universal,

un golpe en el estómago del cielo,

una enorme náusea

roja

como era la sangre antes de ser agua.

Oración

Cuándo dejará la luna

de preferir a esos pocos

que tanto a media noche

como al alba

gritan su ardor sin freno.

Cuándo será definitivo

el derecho a soñarse

sin verificar números,

papeles rotos, sexos,

velocidad sin prisa en la sangre.

Cuándo morirá el cielo

-sus castigos-

y el rayo será un niño

entre las hojas.

Cuándo arderán los vientos

sepultados.