A veces, al leer a un autor desconocido, nos impacta desde las primeras líneas. Me ha sucedido con muchos autores de haiku clásicos y actuales, pero deseo referirme ahora de un caso particular, el de Julien Vocance (cuyo nombre auténtico era Joseph Seguin, 1878-1954), a quien descubrí a través de la obra de Fernando Rodríguez-Izquierdo “El haiku japonés”, editado por Hiperión. Él cita a Vocance en el capítulo 9 titulado “Fortuna del haiku en la literatura universal”, dentro del subtítulo: “El haiku en francés”.
Pero ¿qué tiene de particular este autor?, ¿lo que escribe son haikus en el sentido más puro? , ¿la traducción debe ser literal?
Trataré de responder a estas cuestiones desde mi modesto punto de vista. En primer lugar me impresionó leer sus “Cien visiones de guerra” porque nunca había leído haikus dedicados a este difícil tema. Pero lo que más me admiró fue la sencillez y naturalidad con que Vocance nos muestra el terrible escenario de la Gran Guerra, los acontecimientos dramáticos que contempló y que, con serenidad y concisión, fue trasladando al papel como breves instantáneas poéticas. ¿Y por qué se valió del haiku para hacerlo? Vocance formaba parte de un grupo de poetas franceses que a principios del S. XX se interesaron por la estrofa oriental. De este grupo formaban parte Paul Louis Couchoud, Paul Éluard y Jean Paulhan. Habiendo descubierto el haiku, se valió de la breve estrofa para componer un relato sobre sus vivencias en las trincheras. Estos haiku, o haï-kaï como los llamaban en Francia, fueron posteriormente publicados en la Grande Revue (París, 1916) con gran éxito de crítica.
Cuando leemos a los autores clásicos, no nos encontramos habitualmente con temas bélicos, aunque existen ejemplos. Recientemente, la editorial Hiperión ha publicado “Haikus de guerra” de Seiko Ota y Elena Gallego. Desde una postura ortodoxa, estos tercetos no son haikus a la manera tradicional, son poemas impregnados de sabor a haiku porque nos relatan de manera sencilla y directa sucesos, vivencias, observaciones basados en la propia experiencia, sin añadir elementos artificiales.
Sabía que el tema era arriesgado y que mi conocimiento del francés es muy básico, pero sentí la intensa necesidad de traducirlos, de dar a conocer este testimonio que, más o menos fiel a los principios de haiku tradicional, trata de relatar, denunciar y poner ante nuestros ojos la crueldad que supone cualquier enfrentamiento bélico. De este modo me comprometí emocionalmente con este soldadito desconocido, casi anónimo, cuyo coraje me conmovió. Y, además, conté con el apoyo de la editorial Renacimiento, que decidió publicar el libro dentro del centenario de la Primera Guerra Mundial.
En cuanto a la forma, he procurado transmitir con la mayor fidelidad las terribles visiones, sin apartarme demasiado de la forma literal, pero modificando a veces el contenido para poder ajustarlo lo más posible a la métrica tradicional del haiku, aunque en muchas ocasiones esta tarea me ha resultado imposible.
En cuanto a lo que el haiku trata de transmitir, es decir, las impresiones captadas por los sentidos, hay una buena cantidad de ejemplos en este libro, apuntes de lo que sucede en torno al observador, aquello que irrumpe de una forma violenta, amenazante.
Encontramos imágenes visuales que describen el panorama siniestro que el ojo contempla desde su escondite.
Quince días a ras de suelo,
mi ojo conoce los más leves montículos,
las mínimas hierbas.
Si ves en el cielo copos de humo
busca el avión…
Por otro lado.
Una ametralladora ensangrentada,
antes de morir, esparció
su abanico de cadáveres.
Cuando se trata de sensaciones auditivas, estas llegan a ser inquietantes y brutales, tal como él las experimenta.
A ras de las trincheras
los bufidos de gato furioso
de los Minenwerfer*.* Mortero, lanzador de minas alemán
Mi oído inquieto analiza los sonidos:
nuestros… de los Boches… 77… 120*
a la derecha… enfrente… arriba… ¡Tocado!* Cañón alemán de calibre 120
Perros lejanos aúllan a la muerte…
Se acercan…
Y pasan de largo…
En otros momentos lo que Vocance nos muestra es la vulnerabilidad de los cuerpos, sometidos a duras condiciones físicas, a la enfermedad, a las heridas, a los parásitos.
En su franela
sus uñas van picoteando
a los bichitos.
Con la tierra
sus cuerpos celebran
nupcias sangrientas.
A trocitos,
un abanico en torno a él,
su carne esparcida.
Sin embargo, aun enfrentado a la amenaza continua, contemplando a su alrededor las terribles secuelas de cada bombardeo, los cuerpos abatidos sobre el barro, el dolor y la fatiga de los que sobreviven, el poeta es capaz de encontrar un breve espacio para el humor o la observación banal, tal vez como única manera de sobrellevar el espanto.
A mí me dio en la nalga,
a ti en el ojo.
Tú eres un héroe, yo casi.
Si doy mi pellejo por ti
-campesino rapaz-
dame leña para mi sopa.
La tez rubicunda,
el vientre desabrochado:
cocinero de oficiales.
Vocance sobrevivió a la guerra, fue condecorado por su valor. Perdió un ojo.
Aunque conocido por estas visiones de guerra, que tan aplaudidas fueron por el público de su época y que ahora tratamos de rescatar del olvido, Vocance escribió otros tercetos sobre la guerra, así como poemas más extensos sobre temas variados, en un volumen publicado en 1983 por Les Compagnons du Livre bajo el título: “Le livre des Haï-Kaï” y “Le héron huppé”, También se han reeditado en Francia, recientemente, sus “Cien visiones de guerra”.
Mi deseo, al realizar este proyecto, ha sido contribuir a la difusión de la obra de este poeta apenas conocido en nuestro país. Se trata de mi homenaje personal a este soldado, como a todos los que padecieron y padecen los horrores de la guerra.
Qué buen artículo. Me gustan esos bellos tercetos con aroma a Haiku.
Gracias por enfatizar esto:
«Desde una postura ortodoxa, estos tercetos no son haikus a la manera tradicional, son poemas impregnados de sabor a haiku »
Me gusta este artículo cual ventana al haiku moderno y sus derivados.
Haikus a la muerte , escritos por monjes zen.
Basho, Buzon, eran famosos, pero habia otros…
Aki no bo , 1718 :
Nada indica
del canto de la cigarra
Que pronto morirá.
Baika , 1843
Cuando veas humo
Que arde el campo
no lo creasi.
Bainen, 1905
A mi mundo
la primavera llegó.
A dios .
Bairyu , 1863
Oh ortensia
Buscando tu primer color
cambias, cambias.
Benseki , 1728
Por fin me voy,
En la orilla un sauce,
por fin me voy.
Bokusui , 1914
¿ una despedida?
La nieve derretida
No huele.
Bufu , 1792
Oh, que me importa
A donde vayan
Las nubes d otoño.
Bunzan , 1787
He cruzado del año
Pasado al nuevo
El limite es hoy
Chogo , 1806
Quiero a la gente
Y despues la aborrezco.
Fin de otoño.
Chowa , 1715
He un hayku
Que na discutirán.
Viento invernal.
Ensei , 1725
Regalo de despedida para el cuerpo
Cuando lo desee
Expirara.
Fusen , 1777
Hoy es día
Que el muñeco de nieve se derrite
Y es un hombre.
Gengen’ichi , 1804
Ipomea,
Aunque te marchites
Seguira amaneciendo.
Gofu , 1771
Aun no me canse
Del mundo, ¿ a donde
Sopla el viento de otoño ?
Goshi , 1775
Doy gracias
por la vida . me giro e inclino
hacia el este , antes que al oeste.
Goshu , 1788
Asqueado de todo
Me retiro
A la mosquitera.
Gozan , 1733
Las flores perfuman el aire.
En el canto de un pajaro
Resuena la verdad.
Hakuen , 1806
Me pregunto a donde
Empuja las nubes
El viento invernal…
Hakuen , hijo , 1859
¿ que es un sueño?
Tambien la floracion
Dura solo siete ciclos.
Hankai , 1882
el año acaba,
No he dejado mi corazon
Atrás.
Hokushi , 1718
Escribo, borro, reescribo ,
Borro otra vez y entonces
Florece una amapola.
Ichimu , 1854
Sueño roto,
¿ a donde van
Las mariposas ¿
Issa , 1827
Que mas da vivir,
Una tortuga vive
Cien veces mas.
De un barreño
a otro
¡ tonterías ¡
Karai , 1778
¿Por que dudar ¿
el buda
me ha dado la vez.
Kiba ,1868
Mi cuerpo,
Una gota de rocio
crecido en una HOJA
Kigen , 1736
Setenta y uno ¡
¿ como ha durado
una gota de rocio ¿
koju , 1806
y si me convierto
en espiritu
la fiesta acabó.
Masahide , 1723
Camino
La luna me acompaña
Amiga en el agua.
Ora un incendio
Destruye mi fabrica,
La luna se oculta
Nandai , 1817
Desde siempre
Solo los muertos saben de paz.
La vida es nieve deshaciendose.
Onitsura , 1738
¿ devuélveme mi sueño
cuervo ¡ la niebla empaña
la luna que veo al despertar.
Ozui , 1783
Atado a este mundo,
Me enfrio
Y deformo.
Rangai , 1845
Deseo morir
De repente, con los ojos fijos
en el monte Fuji.
Ryushi , 1764
El hombre es buda,
El dia y yo al unísono
Nos oscurecemos.
Sohoku , 1743
Este invierno
El sauce se helará.
Para bien.
Sunao , 1926
Escupir sangre ,
Aclara la realidad
Y el espejismo .
Tanko , 1884
Durante mi vida
Me he divertido
Con la luna y las flores.
Toko , 1795
Los poemas a la muerte
Son un engaño.
La muerte es muerte.
Tokugen , 1647
Mi vida ha sido
Locura hasta
Esta noche iluminada.
Wagin , 1758
Madrugada
Estoy acostumbrado
A inclinarme al oeste.
Wakyu , 1759
Al fin
me abro paso por la nieve
el camino del pincel.
Santôka, 1920
nada me queda salvo morir.
Las montañas han sido veladas
por la bruma
Una tras otra
filas de tumbas
en intima quietud.
Deambulando
me sorprendo entre
una tumba y otra
El largo puente que
nunca volveré a cruzar.
Viento de eternidad.
Esto si que es la calma de la muerte:
ante un cielo sin una sola nube,
unos árboles sin una sola hoja.
Canta el alcaudón.
No hay sitio
donde arrojar mi cuerpo.
Confío mi cuerpo
con fiebres
a la fría tierra.
Parece que voy a morir
con el alma tranquila
sobre la yerba que brota.
Lo que es hasta hoy
se me ha permitido vivir.
Estiro las piernas.
Profundamente emocionado
por seguir vivo,
remiendo mi ropa.
El simple tintineo
de la campanilla al viento.
Sigilosa la muerte.
Acuciado por la muerte
el sabor del agua.
Si de esta me muero
los yerbajos,
llueve…
Borges , 1980
El viejo ha muerto,
La barba no lo sabe,
Crecen las uñas
Lejos un trino,
El ruiseñor no sabe
Que te consuela
Algo me han dicho.
La tarde y la montaña.
Ya lo he perdido
………………….¿ cuál es el tuyo? ¡ katsu ¡
HOJAS DEL ARBOL CAIDAS,
JUGUETES DEL VIENTO SON.
LAS ILUSIONES PERDIDAS,
SON HOJAS DEL ARBOL CAIDAS,
DEL ARBOL DEL CORAZON.
Buen comentario de Alejandro Cárdenas, que suscribo totalmente.
El libro es una delicia y es verdadero placer leerlo.
¡Gracias Susana por tu trabajo!