Febrero abandona con prisas el calendario, igual que siempre, pero esta vez nos deja con los versos de @David_R en nuestras manos, como un regalo de despedida.

Recién llegado a Poémame, David, nos muestra un estilo propio con versos cortos que juegan con las palabras dotándolas de ritmo, de mensajes con cierta desesperanza; reivindicando la lucha, el cambio y un futuro de igualdad. Una poesía social fresca y enérgica que despierta los ojos dormidos llenándolos de pólvora.

El mundo precisa sin falta
recobrar la normalidad,
montañas de cimas más altas:
al mundo le falta igualdad.

David tiene cierto aire de cantautor rebelde y parece que entona una melodía muy particular con poemas dedicados al amor, mostrando su lado más profundo o afilando sus letras con el fin de identificar al lector con su dolor, de sangrar junto a él y, de esa forma, reparar sus heridas y sentirse comprendido. Así lo transmite en su poema «Al fondo del pecho» o en su prosa poética «Frutos secos«.

… Me pregunto si antes de la cena habrán servido frutos secos. Con un poco de suerte, a lo mejor te muerdes la lengua y el dolor te recuerda a mí. A mi ausencia.

La poesía de David es una sorpresa cargada de creatividad, contenido, de anuncio del cambio y con significado, que llega directa a las venas, remueve la sangre y altera los latidos.

 

Instinto

Ese animal que revienta los burkas mentales
y esquiva las verjas de acero más altas,
ese animal que quebranta las leyes, las normas
y deja que el miedo se aburra a sí mismo…

Ese animal que se lanza del barco en la noche
y grita aun sabiendo que nadie lo escucha,
ese animal que resiste a la lluvia más densa
y aprieta los puños de rabia y coraje…

Ese animal ancestral al que no hay escopeta
ni dardo moral que lo pueda frenar,
ese animal imponente que lucha sin tregua
en mitad de decoros, recato y pudores…

Bestia ambiciosa que ignora confines y formas,
que ruge en la aurora primera del tiempo;
bestia que acecha los prados más verdes y libres,
que escarba en el pecho el camino a la acción…

Fiera indomable y certera que habita lo mismo
las tripas del hombre vulgar y erudito,
que el vientre del necio, el poeta o el monarca;
fiera indomable y certera que habita lo mismo…

Eres el lazo al origen del cielo y la tierra,
la voz que recuerda que somos salvajes,
eres la lengua que quiso cortar el poder
para hacer de nosotros a un perro sumiso.

 

El éxtasis del ridículo (o la crítica esdrújula)

Soy contemporáneo de una época
rica en célebres déficits,
insípidos ídolos,
cólera poética
e hígados cirróticos.

Cálculo en las vísceras
este diabólico período
próspero en cárceles,
teléfonos móviles
y héroes erráticos.

Cráneos del jurásico
como género modélico
y bárbaros histéricos
como bálanos eléctricos;
es el éxtasis del ridículo.

Ganaron las fábricas inhóspitas,
los códigos fácticos,
los antipáticos cómicos
y la genética misógina.

Vencieron los cánceres de esófago,
los estériles atléticos,
las diabéticas metáforas
y los alérgicos a lo auténtico.

Triunfaron las cópulas inalámbricas,
la física sin química,
los clásicos sin micrófono
y los caóticos crónicos.

Es el éxtasis del ridículo.

Soy contemporáneo de una época
rica en mórbidas imágenes,
pacíficos bélicos,
lágrimas sintéticas
y brújulas sin ártico.

Ángulo cóncavo
este gráfico de la década
próspero en crítica,
cómodos líderes
y cínica política.

Lo extrínseco a la cáscara
como límite, cúspide
y los típicos tópicos
como sólidas máximas;
es el éxtasis del ridículo.

Ganaron los médicos hipocondríacos,
las búsquedas frívolas,
el vértigo ortográfico
y los dentífricos sin éxito.

Vencieron las soporíferas dialécticas,
los autócratas de fábula,
los ávaros filántropos
y los vehículos fantásticos.

Triunfaron las clínicas estéticas,
la ética anoréxica,
los catedráticos neófitos
y la música diarréica.

Es el éxtasis del ridículo.

Soy contemporáneo de una época
rica en póstumos panegíricos,
periódicos hipócritas,
tentáculos económicos
y pólvora informática.

Película tragicómica
esta crónica patética
próspera en estadísticas,
tétricos retóricos
y monótonos sábados.

Oráculos catódicos
como simpáticos psicópatas,
y decrépitos prostáticos
como esperpénticos playboys;
es el éxtasis del rídiculo.

Ganaron los estúpidos estrépitos,
los lúgubres propósitos,
los demócratas de plástico
y los discípulos del desánimo.

Vencieron los créditos escuálidos,
la gramática equívoca,
los católicos heréticos
y la mísera lírica.

Triunfaron las matemáticas erróneas,
los alcohólicos anónimos,
los cónyuges apáticos
y el pánico a lo artístico.

Es el éxtasis del ridículo.

Es el éxtasis del ridículo.

Es el éxtasis del ridículo.

O la crítica esdrújula.

 

Te amo, te quiero; deseo

Las huellas del tiempo vivido
rebosan de lluvia agridulce,
los ecos lejanos resuenan:
te amo, te quiero; deseo.

El hondo pesar de tu ausencia
corroe mi alma constante
y vivo sumido en un sueño
que intenta arrastrarme al vacío.

Camino por néctar ardiente
descalzo, perdido y sin rumbo,
bebiendo los soles que nunca
jamás volverán a dorarme.

Divinos amores malditos
cargados de sombras inertes
que surcan mi cuerpo de llagas;
anhelo el marfil en los labios.

Aquellos manteles ajados
manchados con vinos añejos
aún se retuercen aullantes:
te amo, te quiero; deseo.

Varaste mi carne en el aire,
golpeas mi mente suicida,
serás un tañir, unas flores
y el mármol guardando mis huesos.

Tus ojos nocturnos, tu verbo
candente, afilado y rosado;
tus hondas caricias, tu denso
sentir en mi cama empapada.

Te llevo cosida a las tripas
igual que el sudor en la frente
del pobre labriego que bate
sus manos en tierra quemada.

Habitas en mí para siempre,
habitas en mí para nunca,
habitas en mí y te repito:
te amo, te quiero; deseo.