Baudelaire en el texto El pintor de la vida moderna, señala que la belleza de la modernidad, según el Señor G., es: «La belleza particular, la belleza circunstancial y los rasgos de las costumbre»[1] es decir, que la belleza es la forma en la que está constituida la ciudad, el quehacer diario, la vida parisina y la sociedad. El señor G., encuentra la belleza en la calle, en la gente, en los ambientes superficiales.

Tomaré como ejemplo la crónica La ciudad nocturna del poeta ecuatoriano Medardo Ángel Silva,  para no descuidar esa belleza particular de la que habla el texto. En este escritor, se evidencia la influencia de Baudelaire, es decir, la idea de la sociedad; una manera de exaltar la belleza de lo horrible y lo horrible de la belleza. Silva se lanza a la calle y su vida recién comienza a medianoche. « ¡La voluptuosidad de la sombra y el silencio! Bien sabía Juan Jacobo, amargado por los hombres, el precio de un paseo solitario, en una noche silenciosa. El día urbano me es odioso, con su desfile de vulgaridades […] Pero ¡que piedad tiene la noche!».[2] Silva no está tan distante del señor G:

Ahora, a la hora en que los otros duermen, éste está inclinado sobre su mesa, asestando sobre una hoja de papel la misma mirada que dedicaba anteriormente a las cosas, esforzándose con su lápiz, su pluma, su pincel, haciendo saltar el agua del vaso al techo, secando su pluma en su camisa, apresurado, violento, activo, como si temiera que se le escaparan las imágenes, pendenciero aunque solo, y atropellándose a sí mismo. Y las cosas renacen sobre el papel, naturales y más que naturales, bellas y más que bellas, singulares y dotadas de una vida entusiasta como el alma del autor.

(Baudelaire, 2014: 20)

Para Baudelaire la modernidad es «lo transitorio, lo fugitivo, lo contingente, la mitad del arte, cuya otra mitad es lo eterno y lo inmutable»[3]. Baudelaire nos dice, además, «todo pintor antiguo tuvo su modernidad»[4]. Cada época tiene un estilo que la define, una cualidad propia de cada tiempo, y ese estilo, según Baudelaire, es el que se debe representar en la pintura. Entonces, Baudelaire nos presenta dos tipos de pintores: aquel pintor que pinta lo que ve y aquel pintor que vive en la modernidad, que se nutre de ella.

Si un artista solo reproduce lo que ve en otros artistas es posible que haga una obra falsa, ya que se pierde la memoria del presente, es por esto, que el señor G., se empapa de la contemplación de la vida y a partir de ello empieza a crear. «El señor G. la absorbe sin cesar; tiene la memoria y los ojos llenos».[5]

La naturaleza «mueve al hombre a matar a su semejante, a comérselo, a secuestrarlo, a torturarlo; pues, en cuanto salimos del orden de la necesidad para entrar en el del lujo y los placeres, vemos que la naturaleza solo puede aconsejar el crimen»[6] Para Baudelaire la naturaleza per se no es solo lo bello; la naturaleza es lo brutal: un animal destrozando los huesos de otro animal y siendo indiferente al hecho de destrozarlo, porque simplemente se está alimentando de él, eso es  natural. La naturaleza tiene la crueldad por sí misma.

El artista lo que aplica no es la naturaleza sino la razón, porque la razón es la que nos lleva a ver, buscar, construir y transformar ‘algo’; la razón como refinamiento.

Baudelaire nos presenta a la naturaleza como sinónimo del instinto animal; el artista no solamente se dedica a ver lo bonito o lo agradable, sino que debe buscar desprenderse de lo que nace de su ser: extraer la belleza de esa crueldad natural hacer como hace el señor G. empezar por contemplar, y después ver cómo se la expresa de manera original, a esto, considero que el arte nace como redención de lo monstruoso, del espanto que llevamos dentro.

En el poema «El Albatros», Baudelaire nos pone en escena un poema donde usa un animal como título, como representación, comparándolo con el poeta, y aquellos marineros de los que habla somos nosotros los observadores en el mundo de la poesía. Tiene 4 cuartetos en donde predomina la  rima consonante. Y lo que llama la atención es que el tema es la concepción del poeta romántico, un poeta que es rechazado y maltratato, viviendo en un lugar que es superior a él.  El poema se transforma en una alegoría al representar realidades distintas.  «El albatros» consta de dos partes: las primeras tres estrofas constituyen la primera parte en la que se refiere al Albatros y la segunda se aclara la alegoría y se refiere al poeta.

Por distraerse, a veces, suelen los marineros dar caza a los albatros, grandes aves del mar, que siguen, indolentes compañeros de viaje, al navío surcando los amargos abismos. Apenas los arrojan sobre las tablas húmedas, estos reyes celestes, torpes y avergonzados, dejan penosamente arrastrando las alas, sus grandes alas blancas semejantes a remos. Este alado viajero, ¡qué inútil y qué débil! Él, otrora tan bello, ¡qué feo y qué grotesco! ¡Éste quema su pico, sádico, con la pipa, Aquél, mima cojeando al planeador inválido! El Poeta es igual a este señor del nublo, que habita la tormenta y ríe del ballestero. Exiliado en la tierra, sufriendo el griterío, sus alas de gigante le impiden caminar.[7]

Baudelaire a través de la simbología, ha intentado comparar al poeta con el albatros, poniendo énfasis en la libertad, en el brío, en el ímpetu, que tienen ambos para intentar permanecer en su mundo, y olvidarse del mundo materialista. Para el poeta la poesía es su mundo, así como para el albatros el cielo es su mayor destino. Pero ambos se ven obligados a estar en la sociedad.

Ya que para Baudelaire el mal reside en la naturaleza,  «la virtud, al contrario, es artificial, sobrenatural, pues han hecho falta, en todas las épocas y en todas las naciones, dioses y profetas para enseñarlas a la humanidad animalizada; el hombre, por sí solo, habría sido incapaz de descubrirla»[8] La virtud es artificial, es producto del Arte y del espíritu cultivado.

Asimismo, el artificio también significa lo bello. En esa época, el maquillaje era símbolo de modernidad. Entiendo que lo importante para Baudelaire es superar a la Naturaleza y para eso recurre a lo artificial. Como ejemplo podría proponer un poema del propio autor: El monstruo o el paraninfo de una ninfa macabra[9]. En este poema, Baudelaire exalta a la belleza de un cuerpo descompuesto. Esto quiere decir, que la fealdad es el nacimiento de la belleza, en donde a través del artificio se puede alcanzar algo más. El diamante, por ejemplo, son «átomos puros de carbono en forma polimorfa y que, bajo condiciones de presión y temperatura extremas se transforman en esta piedra preciosa».[10] Esas condiciones de presión son el artificio que logra la transformación de lo feo a bello.

Para Baudelaire «lo bello consiste en un elemento eterno, invariable, cuya cantidad es muy difícil determinar, y de un elemento relativo, circunstancial, que será, si se quiere, por turno o en su conjunto, la época, la moda, la moral, la pasión».[11] «Lo bello es lo artificial, lo sobrenatural, aquello que proviene de la razón y del cálculo».[12] Lo característico de lo bello, no es que se rechace la belleza, sino el tipo de belleza a la que recurre el autor.

En El retrato de Dorian Gray, la manera en la que el protagonista es representado, artísticamente, refleja la manera en la que concibe su naturaleza moral. Oscar Wilde toma al dandi de Baudelaire para enfrentarse a las convenciones burguesas de la época. «Lo bello no es sino la promesa de la felicidad»[13], la felicidad consiste en tener un mayor número de sensaciones y mientras más bellas sean, mejor. Salomé, del mismo Oscar Wilde, es un relato decadente donde los personajes simbolizan las pasiones ocultas y lo prohibido.  La pasión es puesta en escena como máxima expresión de la vida[14], si se podría decir, representando la belleza, la pasión y el artificio del que nos habla Baudelaire.

Baudelaire es sin duda el poeta de la modernidad francesa. Considerado uno de los más grandes poetas del siglo XIX, por la originalidad de su concepción y la perfección de la forma. Representa al poeta de la civilización urbana contemporánea. Con él, la poesía empieza a liberarse delas ataduras tradicionales y despliega nuevos conceptos de creación poética, iniciando una fase diferente, que llega hasta nuestros días.

Bibliografía

Baudelaire, Charles. Las flores del mal. En: http://biblioteca.org.ar/libros/133456.pdf

(Último acceso: jueves 31 de mayo)

Baudelaire, Charles. El pintor de la vida moderna. Buenos Aires: Taurus, 2014.

Silva, M. (2004) Obras Completas. Editorial De La Muy Ilustre Municipalidad de Guayaquil. Biblioteca Municipal de Guayaquil.

Wilde, Oscar.  El retrato de Dorian Gray. Madrid: Edimat, 2011. Prólogo por Rocío Pizarro.

Wilde, Oscar. Salomé. Universidad de Chile. Librodot.com. Archivo en PDF. En: http://ww2.educarchile.cl/UserFiles/P0001/File/articles-107059_Archivo.pdf  (Último acceso: jueves 01 de junio)

Referencias

[1] Charles Baudelaire. El pintor de la vida moderna. (Murcia: Colección de arquitectura, 1995), 7

[2] Silva, M. (2004) Obras Completa. Editorial de la Muy Ilustre Municipalidad de Guayaquil. Biblioteca Municipal de Guayaquil, 514

[3] Charles Baudelaire. El pintor de la vida moderna. (Murcia: Colección de arquitectura, 1995, 22

[4] Ibíd.

[5] Ibíd., 25

[6] Ibíd., 47

[7] Baudelaire, Charles. Las flores del mal. En: http://biblioteca.org.ar/libros/133456.pdf

[8] Ibíd., 47-48

[9]  Baudelaire, Charles. Las flores del mal. En: http://biblioteca.org.ar/libros/133456.pdf

[10] Diccionario LNS.

[11] Ibíd., 10

[12] Ibíd., 47

[13] Ibíd., 10

[14] Wilde, Oscar.  El retrato de Dorian Gray. Madrid: Edimat, 2011. Prólogo por Rocío Pizarro.