Miguel Floriano (Oviedo, 1992) es poeta y ha escrito, entre otros, los celebrados libros Quizá el fervor (La Isla de Siltolá, 2015), Claudicaciones (Renacimiento, 2016) o el reciente La materia y la envidia, con el que ha sido reconocido este mismo año con el XII Premio Antonio Gala de Poesía.

Su poesía ha aparecido en revistas literarias como Oculta Lit, Anáfora o Estación Poesía, y sus versos han sido recogidos en varias antologías y recopilaciones. Escribe de forma regular en su blog, Lujuria crítica, y ejerce esporádicamente la crítica literaria en diversas plataformas y publicaciones. Charlamos con él sobre su poesía, el estado actual de la literatura y los temas que le inspiran y mueven a la hora de escribir.

Como poeta, ¿qué temas te interesan especialmente, sobre qué te surge escribir?

El propio lenguaje y sus representaciones. Trato de escribir de tal modo que la materia lingüística (la palabra) busque la razón de sí misma, lo que creo conduce a su crítica sincrónica: detección de los límites connotativos. Por otro lado, me interesa también el poder del lenguaje de ofrecer una ilusión de (con)tacto gracias al ritmo y orden combinatorio (la carnalidad de la que hablaba Valente). Me parece que toda mi poesía constituye una suerte de «ontología de la voluptuosidad y el deseo».

¿Cómo definirías tu poesía en una única frase? ¿Y cuánto de autobiográfico hay en ella?

Me valgo de la anterior respuesta: una suerte de «ontología del deseo». Mis poemas dan cuenta de una relación pasional con el lenguaje. No se me ocurre otra síntesis. O sí: la elaboración a largo plazo de un sistema metafísico.

¿Crees que el arte y la cultura deben ser comprometidos socialmente o crees que el arte tiene sentido por el mismo arte?

Un artista ya está comprometido en cuanto se granjea un número estimable de receptores de su obra, dado que provoca en ellos una reacción intelectual o incluso física. Otra cosa es que esa reacción traiga consigo un cuestionamiento del imaginario moral y por tanto de la costumbre. Lo real no puede ser modificado por el arte, sino precariamente sustituido o representado. Leía hace unos días unas lúcidas palabras del poeta Unai Velasco, un compañero, en las que sugería que acaso el arte fuese inmovilista puesto que transforma la posibilidad de acción en posibilidad únicamente de imaginación. Es este un tema muy jugoso y estimulante sobre el que merecería la pena discurrir. ¡Viva el conocimiento teórico!

¿Crees que existe desigualdad de género en el mundo de la poesía? ¿Te parece que hay una falta de mujeres en el canon literario actual?

Le digo que los mejores poetas de mi generación son las poetas: María Alcantarilla, Verónica Aranda, Berta García Faet, Estefanía Cabello… Es un hecho, no sé si significativo o no. A mí me provoca mucho entusiasmo.

Sí que es cierto que el funcionamiento de la concesión de premios deja mucho que desear. Volvemos a las palabras poder y figura.

Ben Lerner, en su conocido ensayo El odio hacia la poesía, habla de la existencia de un rechazo irracional por parte de críticos, lectores y los propios poetas hacia la poesía. En sus palabras: «Hay mucho más consenso en el odio a la poesía que en la propia definición de lo que realmente es la poesía». ¿Crees que es así? ¿Qué podemos hacer para que la poesía sea un género menos denostado?

Yo no hablaría de odio irracional. Hay más acceso racional a ese odio del que cabría pensar. La poesía, su cualidad profunda, siempre ha supuesto un misterio tanto para quien la lee como para quien la escribe. Es habitual la tendencia a desvirtuar o rechazar lo que no se entiende aun tras hercúleos esfuerzos. De todos modos, comprenderla supondría liquidar, disolver su encanto. Esto me hace recordar el «nunca dejamos de comprender» heideggeriano. ¿Nos soportamos tan mal por ello? La poesía nos deja desnudos y vulnerables. Hay quien no tolera tales estados de plena entrega.

¿Cómo ves el panorama poético actual? ¿Qué opinas de la mal llamada ‘nueva poesía’?

Confieso que este tema me aburre bastante. Estoy muy cómodo entre mis compañeros. Lo de la nueva poesía es una fiebre que remitirá sin necesidad de ¿pastillas? Me duele la cabeza.

Hoy en día parece imprescindible para un poeta participar en eventos literarios y girar por toda la geografía española para darse a conocer, ¿crees que es necesario que el poeta salga a recitar sus versos en público? ¿Qué opinas de las jams de poesía y del mundo de los recitales?

Recuerdo la reticencia de Luis Cernuda a leer en público, y me divierte. También a José Luis García Martín diciéndome, después de un sorbo de café, que solo los malos poetas leen bien sus propios poemas. No me parece imprescindible, pero sí una manera de hacer vida literaria y acercarse a los lectores. A mí personalmente me seduce más la vie á retraite, aunque en ocasiones una buena lectura sí que te refresca el ánimo. ¿Jams? Prefiero las de rock and roll.

¿Qué opinas de los premios literarios y de la crítica? ¿Cómo llevas que otras personas valoren u opinen sobre lo que escribes?

La crítica hoy, salvo excepciones (Carlos Alcorta, Álvaro Valverde, Bagué Quílez…) está en el séptimo sueño. Abundan los desquites y la superficialidad, que supongo será resultado, cómo no, de un mal empleo del poder. Siempre tengo en estima cualquier valoración sobre mi obra.

¿Qué nos puedes contar sobre La materia y la envidia, libro con el que has ganado el XII Premio de Poesía Antonio Gala? ¿Qué ha significado para ti este reconocimiento?

La materia y la envidia es un libro complejo. Está escrito entre octubre de 2017 y abril de este año, y descansa sobre una serie de experiencias sentimentales bastante intrincadas y súper psicoanalíticas. La idea a la que he pretendido dar forma es a la de resentimiento en el sentido nietzscheano: la negación en el Otro de las cualidades en uno ausentes. Cómo se presenta y reacciona el hombre ante la materia. Un ensayo de demostración de la primacía de los impulsos sensibles sobre los impulsos formales, por decirlo con Schiller. El libro trata de metaforizar el éxito total de la creencia y la exclusividad emocional, al margen de lo supuestamente real. Metaforiza lo ajeno-constante (el mundo). El lector, así, se enfrenta a lo que presumiblemente no posee, y somete a consideración sus impresiones. Estoy muy contento con él.

El premio ha significado una verdadera alegría.

En tu último libro publicado, Claudicaciones, se percibe un tono nostálgico, a veces atormentado, casi desesperanzado («Se acabó. No hay más trayecto. / Es la hora viva de la muerte»). ¿Crees que la poesía es, per se, un género que tiende a la tristeza y la melancolía?

Claudicaciones es un libro que intenta certificar el fracaso de la intensidad. Es una colección de renuncias. La literatura no basta, y la vida tampoco, porque (oh paradoja) te quita tiempo para vivir. Incide manifiestamente en el selfpity. Más que nostalgia es melancholia. La conciencia da comienzo en el recuerdo de lo perdido o, mejor dicho, en lo que no fue posible perder. Respecto a la última pregunta, no lo creo. Se escribe desde el entusiasmo por las posibilidades del lenguaje, que la poesía celebra, y no desde la inmediatez del ánimo. Para mí es casi una cuestión deontológica.


Cuestionario breve

  • Un/a poeta contemporáneo/a por el que sientas predilección.

Verónica Aranda.

  • Un/a poeta clásico/a.

Leopardi.

  • Un verso o cita que no se te vaya de la cabeza.

«No es el mío, este tiempo».

  • Un libro de poesía que no te canses de recomendar.

The tower, de Yeats.

  • El libro que te hubiera gustado escribir.

Todos los fuegos el fuego, de Cortázar.

  • El libro de poesía al que siempre vuelves.

Una antología de poetas metafísicos ingleses.

  • Una editorial de poesía que te apasione.

Renacimiento.

  • Una revista literaria imprescindible.

Oculta lit.

  • Alguien que haya influido decisivamente en tu forma de escribir.

Gil de Biedma, sobre todo rítmicamente.

  • Un poema tuyo.

Haber escrito tanto

Para V.

La última visión antes del sueño,
como un rumor que osa en los ojos, dócil
relámpago, apenas una imagen
repentina y secreta, eso es el tiempo.

Pero hoy sé que eres tú, porque estás próxima y soy libre.
Sé que eres tú, porque ríes y soy libre:
y con la libertad es como ven los ojos.
Sé que eres tú: solo te importa
recorrer cada calle
rindiendo el aire de la noche,
cuerpo y pensamiento bajo un ritmo elemental,
hacia una danza imposible y hacia objetos sin límite,
haciendo polvo, solo con tu genio y tu palabra,
la decepción, el miedo, la envidia,
el engaño, la vanidad, el fraude,
proclamando la verdad a los cobardes
que aún no lo saben: quien ha amado
hasta las negras horas humilladas
ya ha paseado con la muerte, y es valiente:
espera iluminando.

Como escribió el poeta,
ojalá cualquier verso desleal
me hubiese conducido al abandono.
Ni el sueño ni el silencio hoy me perdonan
haber escrito tanto.

Me equivoqué: todo fue, todo es
noción, calma de ti. Me equivoqué.
Si desde entonces –desde cuándo–
eres tú el tiempo, repentina
y secreta aún, música diáfana
sobre las cosas reinante,
yo ya no sé sobrevivir en él.
Aunque tiene sentido: nunca las aves
decimos adiós.