Él mismo lo dice: Poetas, escritores… No soy uno de ellos,/ los respeto mucho como para decir eso. Sin embargo, hemos podido encontrar en los poemas de Jorge Inojosa (@JTricker) un mundo de reflexiones que, a veces, dan la impresión de dejar sobre nosotros un toque agrio, creciente, conforme avanzan los versos (Aferrado y sin acción,/meditando mi contexto, mi situación,/no veo la mano indolente acercándose a mí,/aplastándome y haciéndome incapaz de sufrir./Un charco de sangre que ni siquiera era mía, sino de muchos otros,/es lo que queda de mí, lo que permanece para otros ojos.); y otras veces, nos sacuden la conciencia como para hacernos despertar. Esto último lo vemos en su poema La red:

Estamos todos dentro de esta bien llamada red,
como un cardumen de peces sin rostro. 
Como delata su humanidad esta red, 
al ser tan versátil, tan sabia, tan útil, y tan perversa. 
Que pintura tan diversa de la humana naturaleza. 
Ayer alguien opinó igual que yo, 
jamás lo conoceré. 
Hoy jugué con alguien, 
jamás lo conoceré.
Mañana veré una mujer hermosa, 
jamás la conoceré.

El poeta se muestra crítico consigo mismo, pero también con el resto y nos invita a adoptar esa actitud, a no creernos todo lo que tradición nos pone sobre los ojos. Así los versos: “más vale pájaro en mano, que cien volando”. /Frase derrotista, cobarde, asquerosa y conformista; /no vayas por nada más, aun si las oportunidades vuelan ante ti por cientos, /no vaya a ser que pierdas lo poco que tienes como sustento. Podría parecer que guarda pocas esperanzas, que impregna de negatividad su poesía. Nada más lejos para alguien que ve una nueva oportunidad hasta en un día gris: A muchos les parece triste o deprimente, /mi estado favorito del ambiente. /No hay calor que me moleste. /No hay brillo que me encandile.

O también, su poema La muerte, una declaración de intenciones y, por qué no, un desafío a la vida. Con él os dejo, a la espera de nuevos versos que nos arrastren a lo más profundo de nuestras inquietudes, de nuestros deseos y nuestros miedos. 

“Al fin va a descansar”.
“Tal vez fue lo mejor”. 
“Lo mejor es aceptarlo”. 
“No hay que temer, es natural”. 
“La muerte no es el final”. 
Todas frases de consolación, 
mentiras que nos decimos para lidiar con la muerte, 
mentiras que incluso yo mismo he dicho y creído alguna vez. 
La verdad es que pocas cosas generan tanto ruido en mi ser, como ella. 
Un ruido escandaloso, triste, amargo e iracundo. 
Estaría mintiendo si digo que no le temo a la muerte, 
pero sin pretender ser fuerte, no es mi mayor emoción. 
Son la angustia y la ira las que más invaden mi corazón, 
pues palidece el temor ante la preocupación y la frustración. 
Preocupación de no lograr la miseria que como humano puedo permitirme ambicionar. 
Frustración de que sea una miseria lo que mi condición de humano me permite ambicionar. 
¿Qué son cien años o menos? En este mundo de límites tan extremos y de tortuoso avanzar. 
La muerte hace que mis oportunidades sean más preciosas, para las más importantes cosas podré dos o tres veces fallar. 
La muerte me separa de mis seres queridos, y personas que admiro, todo me quiere arrebatar. 
Por esto y muchas cosas más, te odio, maldita muerte, y lo haré hasta mi amargo final.