Los que estamos en Soria somos unos afortunados. Todas las editoriales presentes tienen alguna propuesta interesante al menos. Dentro del equilibrio que intenta tener una feria como Expoesía aparecen pequeñas joyas editoriales como Luces de Gálibo. Hablar con Ferran Fernández, su editor, no es ya hablar con un poeta (y persona) curtida en mil aventuras, sino es recibir una lección generosa de literatura y creación editorial. Poco se habla de los cómics realizados con la mano sabia de Laura Pérez Vernetti (con Pessoa, Maiakovski, Rilke… de protragonistas) o el cariño con el que desarrolla su labor. José María Cumbreño, Cristián Gómez Olivares o Isabel Bono dan fe del mimo con que sus obras son tratadas y consideradas por, además, un excelente poeta: desde Bolero Mix hasta Manual del Taxidermista; poemas repletos de fuerza, emoción y contundencia, ricos en una brevedad versal un tanto ácida, que se erige como una punzada contundente hacia las entrañas del lector.
Hablo con Renato. Tras la mascarilla sé que sonríe. Sus dos manos nudosas, fuertes y cálidas gestionan unos libros preciosos. En las portadas no solo hay color, sino que se hace palpable la convicción de que detrás de Texto Sentido cuidan los libros y a sus poetas. Texto Sentido tiene el valioso honor de ser la única editorial lusa que está presente en Expoesía (sin confinamientos, virus, rebrotes… ¿podemos imaginar quién podría haber venido a Soria desde Portugal?) Renato ha leído mucho, sabe moverse en el cara a cara con gran cariño. Llevamos tres días y cuidan, tanto él como Olga y Catarina, de cada persona que se detiene por la caseta de la editorial, bien con una buena conversación, bien con un bocadinho de Porto. Renato, su voz grave pero acogedora. Unas manos nudosas que devoran cualquier libro a su alcance con curiosidad, interés y sentido crítico: no se le puede dar gato por liebre. Y su honestidad – y la de Catarina – se agradece enormemente.
Eolas ha conseguido detenerme en el recuerdo ágil: me he reencontrado con Ildefonso Rodríguez – poeta leonés que descubrí hace diez años- en los anaqueles de su caseta. Dentro del catálogo, sencillo pero compacto destaca Víctor M. Díez, uno de esos poetas que hay que descubrir y admirar tras su lectura detenida, y también Tomás Sánchez Santiago. Este tríptico leonés es una garantía de calidad. Hubiera sido mágico encontrarse con todos ellos en la Alameda. Afortunados un tercio, nos hemos conformado solamente con Sánchez Santiago que ha ofrecido una lectura experta, concisa: en la buena poesía no se da puntada sin hilo. Y el puñado de diez, quince agraciados que hemos asistido a ella nos levantamos felices de habernos cubierto del viento del final de la tarde con los poemas de un poeta de verdad.
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