Ashle Ozuljevic, poeta, ensayista y narradora chilena. Estudió Literatura en Santiago de Chile y Yoga en Buenos Aires (Argentina). En la actualidad, trasplanta hiedras cerca de Barcelona (España). Ha publicado en narrativa Vidas robadas (2011) y la novela experimental Anteojos de sal (2013); en ensayo El silencio final: Representación y gesto en Diario de muerte, (2015); y en poesía Tres (2016) y Botánica (2020). Este año se publicarán Cartografía (narrativa) y una reedición ampliada de Tres con ilustraciones de la autora.

Botánica fue concebido durante el verano en un jardín asolado por la sequía de La Serena, comenzó a escribirse en invierno de ese año en Porvenir, capital chilena de Tierra del Fuego, y fue desarrollado en una ciudad a las afueras de Barcelona, lugar donde la existencia de un balcón en el que quepan algunos maceteros es motivo de agradecimiento.

Botánica es un libro curioso, bellamente editado, y acompañado de ilustraciones botánicas. El poemario se divide en dos partes, la primera, Taxonomía, en la que cada poema está dedicado a una planta. La segunda, Cuidados de un jardín, comienza con una cita de B. Brecht.

Un libro que hay que leer, en el que sus largos poemas de verso libre van al ritmo del viento que mueve las plantas, van y vienen. Poemas que van fluyendo a medida que los vamos leyendo. Plantas como excusa para mostrar emociones.Termina el poemario con una confesión autobiográfica de su “primera relación con una planta”, para afirmar a continuación que nos está mintiendo y seguir con los recuerdos, y de nuevo “miento”, retrotrayéndose en el recuerdo, y el de sus padres, su abuela.

Finaliza con una afirmación contundente:

Entonces

comencé

a comer

plantas.

¿Te intriga?, puedes comprarlo aquí y empezar a regarlo con tu lectura.

Lathyrus odoratus

En las paredes de esta casa

cuelgan venenos tan hermosos

coloridos y perfumados

como las peores ponzoñas

el amor

y todos sus jugos

neurolatirismo o seducción

odoratismo o calentura

agonías lentas de neurotoxinas

por la boca muere el pez

del lathyrus, latirismo

del amor, enamoramiento

de la vaina

un incrustarse:

la entrada perfecta

es con fricción

no saben mis clarines

que

no se toca nada de lo que se toca

los colores son impresiones producidas por la luz

toda percepción es una mentira

penetrar

no es una penetración.

Dice Mati que Nancy dice

que entrar es tocar por dentro:

y es tan profundo el toque de la semilla

del lathyrus en tu garganta

que lo sigues sintiendo

mientras agonizas.

El agua que no se mueve

se congela

en Tierra del Fuego

se llena de sales

quienes pueden escucharla

terminan por comprenderlo

y se van

la lenga

tiene todas las ramas mortificadas

también le obedecen

algunas

y no saben cómo salir del calambre

que no hallan dónde empieza

pudo

papá

caminar por la estepa patagónica

reconociendo hierbitas empecinadas

que su madre no usaba para sanar los dolores

pudo su sangre

crecer en la hostilidad

caminar por la llanura

recordar el lugar exacto del cerco de madera que el tiempo ha despintado

recordar

no a su madre ni a sus pomadas contra la quemazón

única imagen que la vuelve humana

no el verano ni los primaverales amores

recordar

fue recordar al guanaco

que lo lanzó un par de metros

recordar

que lo pateó a una edad

en que los números eran difusos

y él ya era huérfano.

El ser que no se mueve

se desfigura

en Tierra del Fuego

acostumbrándose a los tormentos

pregúntale al ñire

pregúntale al michay

el agua que no se mueve

se congela

jugamos en el cementerio con

un bloque de hielo que alberga

musguito de la tumba de mi abuela

sphagnum magellanicum

un nombre borrado sin siquiera

plásticas rosas la flora

común de esta ciudad blanca en miniatura

el frío constriñe las moléculas

una densidad en la que nunca

existe siempre

el congelamiento

dificulta

la podredumbre

inhibiendo la descomposición

fortalece la muerte.