Adrienne Rich nació el 16 de mayo de 1929 en Baltimore, Maryland. Poeta, intelectual, crítica, feminista y activista estadounidense, falleció a la edad de 82 años en San Francisco, California (EEUU) el 27 de marzo de 2012.

“Una mujer que piensa duerme con monstruos”.

Adrienne Rich

I

Viviendo en los depósitos de tierra de nuestra historia
Hoy una retroexcavadora sacó a la luz del interior de una falda de tierra desmoronada
una botella ámbar perfecta un remedio
centenario para la fiebre o la melancolía un tónico
para vivir en esta tierra en los inviernos de este clima
Hoy he estado leyendo acerca de Marie Curie:
tenía que saber que sufría la enfermedad de los rayos
su cuerpo bombardeado durante años por el elemento
que había depurado
Parece que negó hasta el final
la fuente de las cataratas en sus ojos
la piel agrietada y supurante de las yemas de sus dedos
hasta que no pudo sostener más ni un tubo de ensayo ni un lápiz
Murió famosa negando
sus heridas
negando
que sus heridas provenían de la misma fuente que su poder.

Poema “Poder”, de su poemario El sueño de una lengua común.

II

Fue sencillo conocerte, sencillo tomar tus ojos
en los míos, diciendo: éstos son ojos que he conocido
desde el principio… Fue sencillo tocarte
en contra del historial truncado, a contrapelo de lo que
habíamos sido, las decisiones, los años… Fue hasta sencillo
tomar la vida de la otra en nuestras manos, como cuerpos.
Qué no es sencillo: despertar de ahogarse
de donde el océano bate en nuestro interior como una placenta
a esta cotidiana, aguda particularidad,
estos dos seres que caminaron media vida sin tocarse;
despertar a algo engañosamente sencillo: un cristal
empañado por el rocío, un timbrazo del teléfono, un grito
de alguien molido a golpes a lo lejos en la calle
haciendo que cada una de nosotras escuche su propio grito interior,
conocedoras de la mente del asaltante y el asaltado
como debe serlo cualquier mujer alerta para sobrevivir a esta ciudad,
este siglo, esta vida…,
habiendo amado cada una de nosotras la carne en su tensa o laxa belleza
más que los árboles o la música (aun amándolos también a ellos
como si fueran carne –que lo son–, mas carne
de seres aún insondables en nuestra vida burdamente literal).

Fragmento II del poema “Orígenes e historia de la conciencia”, de su poemario El sueño de una lengua común.

III

Porque ya no somos jóvenes, las semanas han de bastar
por los años sin conocernos. Sólo esa extraña curva
del tiempo me dice que ya no somos jóvenes.
Caminé acaso yo por las calles en la madrugada, a los veinte
con las piernas temblándome y los brazos en éxtasis más pleno?
Acaso me asomé por alguna ventana buscando la ciudad
atenta al futuro, como ahora aquí, esperando tu llamada?
Con el mismo ritmo tú te aproximaste a mí.
Son eternos tus ojos, verde destello
de hierba salvaje refrescada por la vertiente
Sí. A los veinte creíamos ser eternas.
A los cuarenta y cinco deseo conocer incluso nuestros límites.
Te acaricio ahora, y sé que no nacimos mañana,
y que de algún modo tú y yo nos ayudaremos a vivir,
y en algún lugar nos ayudaremos tú y yo a morir.

De su poemario Veintiún Poemas de Amor.