Ernesto Suárez (Isla de Tenerife, 1963). Es psicólogo social, profesor e investigador en la Universidad de La Laguna. Como poeta es autor de seis libros: El relato del cartógrafo (Ediciones La Palma. Madrid, 1997. También editado por la colección Mucuglifo, Venezuela); Las playas -Cuadernos poéticos 1982-2002 (Editorial Baile del sol, Tenerife, 2002); La casa transparente (Colección La caja literaria, Tenerife, 2007), Spree (Cartonera Island, 2013); Rehacer el aliento (Editorial Baile del sol, Tenerife, 2016) y Arrecia (Ediciones La Palma, Madrid, 2017).

También participa en el libro de poemas Ruido o luz, obra en colaboración con Daniel Bellón y Carlos Bruno Castañeda (Editorial Amargord, Madrid, 2013). Dirigió la colección Atlántica de poesía para Ediciones Idea y coordinó, junto a Carlos Bruno Castañeda y Daniel Bellón, las ediciones de Cuadernos Insulares de Poesía y de La calle de la costa. Ha dirigido diferentes proyectos y festivales literarios en la isla de Tenerife. En la actualidad coordina, también con Carlos Bruno Castañeda y Daniel Bellón, Cartonera Island, proyecto literario de edición digital y cartonera.

La habitación china es una muestra de cómo un poeta como Ernesto Suárez busca nuevas vías poéticas que tanta falta hacen. Es un libro dividido en cinco secciones, que combina poesía, ensayo, diario y cuaderno de viajes dando a luz un objeto estético final que no os voy a desvelar para no hacer ‘spoiler’. Tendréis que leerlo vosotros y vosotras para llegar a vuestras propias conclusiones que, seguramente, serán de vuestro agrado. En definitiva, un buen poemario para iniciar el 2022 que no os decepcionará.

Entre todos los poemas hay uno (que no incluyo) al que le tengo especial cariño: Memoria o lugar (III). Un poema que se refiere a una foto de diciembre de 1961 de Gary Snyder, que yo también miré en su momento. Un poeta, Snyder, al que nos hemos referido algunas veces en esta revista y que Suárez vuelve a mencionar de pasada posteriormente en otro poema: Leer poesía en una edición bilingüe. Sin olvidar a la que fuera su mujer y gran poeta, Joanne Kyger, una de las poetas favoritas de Poémame.

Este poemario es otra pequeña gran joya de Ediciones Liliputienses y un ejemplo más del mérito y esfuerzo de sus talleres microscópicos del Valle de Valdeflores. Una editorial que sigue superando, libro tras libro, todas las andanadas en su contra que el ‘establishment’ burocrático-poético le va dando.

Casa o bosque

(1) Bajo el sol del verano, desde el centro del patio, el tilo da sombra a la mesa aún vacía. Todo es más terrible, temible, también habitual. Lejano el sonido del avión; apenas unos segundos y se desoye hasta el siguiente.

La casa, mañana se despertará poco a poco.

(2) Otro sonido, el de las ventanas de madera al abrirse. Se busca airear, que se ataje el tenso calor venidero. Antes. Un breve alivio.

(3) Tras las tapias o por encima, las aves.

(4) El zorro husmea pegado al muro. Busca acercarse al abrevadero, atento a quienes a su vez lo observan. Vuelve. El hocico gacho y encorvado el lomo. El murete blanco es una pantalla donde se proyecta su silueta. Todo sucede ahí, en la lejanía de un borde. Aunque no se vea.

(5) El portalón de la casa mira hacia el sur, apenas un grado de deriva.

Permanece la casa, aunque siempre es otra.

Hubo donde no.

(6) En la otra banda, pinos de Alepo. Vivirán doscientos años y algunos ya alcanzan los ochenta. Irán sus cortezas del blanco al pardo rojizo y, con el tiempo, se quebrarán. Aun así sus raíces aferran la poca tierra, las áridas laderas.

(7) El fin es ganar la umbría. Desde el muro atrás de la casa se alcanza a ver el mar.

(8) El zorro atacó a los jabatos más pequeños. Desde las ventanas de la casa, los chillidos alejándose allá del foco de la luz.

 Este es un relato sobre lo que sucede fuera del foco.

Árbol oscuro. Decalcomanía

(1) Se podría elegir entre aquello oscurecido del árbol y su transparencia.

Una gota habrá de ser el espejo y espejo por ambas caras. Gota que se derrama sobre las hojas, aunque no las limpia: traza la línea de la sombra; traza igual la vereda de la luz.

 (2) Hay un arquero que cierra los ojos para hacer el disparo. Ya quedó escrito el gesto del arquero, la puntería, la diana errada o no.

(3) Imaginemos que la diana ocupa el tronco transparente del árbol. La tensión sería desmedida. Pero, ¿y si el blanco se halla entre lo oscuro del árbol, justo ahí donde? Se dice entonces del gesto ciego que acoge la diana, ahora igual -blanco sobre negro y nunca al contrario- negación, sí. O vuelta.

(4) ¿Hasta dónde alcanza entonces aquella gota? Su trajín hasta. Una gota abriendo camino, cuando guía a la flecha tras su ceguera.

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