Querido Jaime, bienvenido a las páginas de la revista Poémame. Comencemos por el principio para darles a nuestros lectores un poco de contexto. Te doctoraste en Filología Hispánica por la Universidad de Barcelona con un estudio sobre la obra poética de Juan-Eduardo Cirlot. Tienes una veintena de libros, entre ellos, varios sobre simbolismo, poesía de mujeres, heterodoxos y vanguardistas. Por citar algunos, La simbología (Ed. Montesinos, Barcelona, 2001), El poeta y sus símbolos (Ed. El Bronce, Grupo Planeta, Barcelona, 2001), Místicos y heterodoxos (March Editor, Barcelona, 2003), Claves de simbología (Fragmenta, Barcelona, 2018), Poéticas del origen (Huerga & Fierro, Madrid, 2019), Poéticas del caos (Innombrable, Zaragoza, 2019). Todo ello junto a tus libros de poesía que en muchos sentidos son reveladores.

¿Qué sigue interesándote del simbolismo y de la mística en la poesía?

Siempre me ha interesado el simbolismo porque siempre me han interesado los sueños, y en el fondo, toda búsqueda del sentido. Y los sueños son simbólicos, son  vivencias, como rayos latentes. Los símbolos son como puentes tendidos en una escalera de mediación, pensamiento en imágenes. Los elementos simbólicos están en la base de toda mi escritura, donde los sueños y las imágenes, especialmente migratorias, son un motivo lírico fundamental. La mística misma me interesó siempre, también por su trasfondo simbólico-vivencial. Lo veo en San Juan de la Cruz, lo veo en Shoravardî, en Ibn Arabî, en Hölderlin. Mis libros de ensayos, llenos de elementos líricos –que son paralelos a mis libros poéticos– tienen esa misma atmósfera.

Naciste en Huércal-Overa, Almería, el país del Índalo, como tú dices, pero resides en Barcelona desde 1973. El tema del exilio y de la emigración están presentes a lo largo de toda tu trayectoria literaria: Contrición bajo los signos (Delfos, 1878), Poemas gráficos (Insòlit, 1993), Huellas vacías (March Editor, 2005), Escolium (Insòlit, 2007) o Dominó: Aperturas (Insòlit, 2015). Incluso en uno de tus poemarios editados recientemente, Éxodo y otros poemas (In-Verso, 2021), reaparece el mismo motivo en formas vanguardistas. ¿Cómo hace uno para integrar esa experiencia dentro del poema?

Creando personajes que conllevan estas vivencias de fondo, inmersos en paisajes de extranjería, distorsionando el lenguaje y creando la extrañeza que la experiencia del mundo produce en los adentros; de ese mundo que, con frecuencia nos aleja, nos aparta o nos excluye. Éxodo y otros poemas se va construyendo con una serie de fichas sucesivas -elementos o diques de contención- que son distintas secuencias de la sensibilidad del extranjero –el poeta- en choque con el ambiente que le es ajeno, combinando formas experimentales, espaciales y lineales, e incluso imágenes icónicas, pero manteniendo con frecuencia una visión alucinada, magnética y cósmica. Empieza con una exclamación que anuncia la nueva luz del día:                                                                                         

Un gorrión en mi ventana:

¡qué cortesía

al comienzo del día!

Pero en seguida siente el aguijón, el calambrazo que avisa de la otra cara oculta de la realidad:      

¡Cuida!

EL DIABLO ESTÁ ENTRE MIS PÁGINAS BLANCAS

El poemario se convierte desde entonces en un trayecto donde la voz lírica avanza por una vía, una alquimia interior, transformante. El libro es ruta. La poesía es alquímica.

En tu último poemario, Wyoming (Animal Sospechoso, Barcelona, 2022) el mundo onírico y el tema de la extranjería y de la emigración vuelven a ser insistentes, alucinados, convulsos. ¿Quién es esa criatura errante que va por paisajes alegóricos y busca transformarse?

Wyoming es una criatura onírica, una imagen viva del alma, la expresión de la extranjería, en femenino. Y, por otro lado, una visión de la vida post mortem, una psique sin cuerpo. Una energía espiritual. Una figura también de amor, que tiene precedentes en otros personajes míos, desde antiguo. Criatura errante es también el alma de los que emigran, y quizás de los que trans-migran. El poema comienza con una incineración –una desposesión- y la fuga de la energía vital por los paisajes del sueño:

Wyoming, ella, la luz en exilio,

vierte sus vértebras en un incendio

mientras queman nuestros párpados

con nieve solar.

Cruza ahora hacia las montañas

en que tiemblan

sus sílabas de silencio.

                                En tu sueño, Wyoming

Luego el personaje avanza por el poema-libro, por paisajes simbólicos, alumbrado con citas sapienciales hasta que se cierra con otro sueño: la entrada en la luz cósmica.

Vista en su conjunto, ¿cómo ha cambiado tu poesía a través de los años?

Alguien dijo que siempre escribimos el mismo libro de formas distintas. Y en ese sentido, seríamos los mismos en distintas maneras y palabras. Yo creo que los libros nos cambian. Y aunque he venido escribiendo desde joven un libro poético al menos cada cinco años (algunos los voy editando ahora), he notado también que siempre se me imponía una manera de decir distinta cada vez, pues los libros vienen vestidos de tiempo, y el tiempo nos va cambiando las caras aunque permanezca el timbre de la voz. Creo que hay dos coordenadas: una que tira desde atrás para que sigamos siendo nosotros, y otra que tira para adelante, para que sigamos renovándonos, ya en tiempo de otros. Detenerse sería morir. El poeta debe seguir lanzándose al riesgo cada vez. En cierto sentido, puedo decir que yo al principio relacionaba poesía, música y canción andaluza, luego combinaba toques intimistas y experimentales, y más tarde separé esas líneas manteniendo el fondo onírico y la extrañeza (vale decir extranjería), y dejando que el poema elija. Pero lo del tiempo es relativo. Todavía pronuncio con fervor algunos de mis primeros versos al alzar una copa, como si fueran de los últimos:

Estoy al borde de ser feliz

y voy a escribir con vino

en siluetas de gorriones

Has publicado varias antologías de poetas mujeres. ¿Qué te interesa de la poesía escrita por mujeres?

De la poesía de mujeres me atrajo la forma en que estalló a partir de los setenta-ochenta, concretamente desde Alejandra Pizarnik, rompiendo no solo su silencio antiguo, sino reeducándonos con nuevas formas de ver, sentir y decir. Es la gran revolución de los últimos tiempos. Cuando era joven compraba libros de Rimbaud, Paz, Larrea, Lezama o Maiakovski. Ahora leo libros de Maite Martí, Begoña Callejón, Laia López, Maria Sevilla o Lola Nieto.

Desde hace unos años diriges las lecturas poéticas Radical 3, de la Llibreria de la Imatge y colaboras en las de Poesía bajo sospecha, de la librería Animal Sospechoso, en Barcelona. ¿Crees que hay una poesía para ser recitada y otra para ser leída en el silencio?

Toda poesía que se precie debe resistir el silencio y también la lectura en voz alta. De hecho, hay momentos en que se lee en silencio y momentos en que se recita. Pero no dos poesías. Puede que haya poesía y canción. Lo importante es que no se quede como una momia en un estante. Y que llegue con contacto vivo y una calidad no vulnerada. Sí es cierto que hay poetas que se prodigan más en las lecturas públicas que otros/as, pero ese es un criterio de otra índole. En cualquier caso, lo poético no se limita al registro de la escritura: hay otros registros. En las escenificaciones que he promovido en Calabria 66 o en Golferichs, he tratado, por ejemplo, de juntar elementos de distintas artes para poder dar a una obra el sentido de poesía total: música, canto, recitación, danza, color, meditación. Arte sintético, como quería Scriabin. Como la rosa, que lo reúne todo: olor, color, movimiento, redondez, vida.

Sólo por curiosidad: ¿usas mucho internet y con qué propósito? ¿Prefieres navegar por el ciberespacio en busca de información de calidad o te quedas con los medios impresos? ¿Alguno de tus libros está disponible en formato digital? ¿Te parece incómodo leer poesía en la pantalla de un ordenador?

Uso internet y las librerías para informarme de lo actual; y las bibliotecas para informarme de lo anterior. Uno de mis libros de poemas, Dominó: Aperturas. Poética de á má zu lát (2015), está en internet y agotado en papel. Basta marcar: Jaime D. Parra: La Plaquetona Vilamarins.  Los medios digitales son cómodos y te dan inmediatez. Pero sigo pensando que la mejor forma está en el papel.

¿Qué estás leyendo en estos días?   

Estoy leyendo los libros de poetas actuales que voy viendo en lecturas o voy conociendo. Ahora tengo sobre la mesa: En los labios de la noche, de Yirama Castaño; Renga, de Juan Pablo Roa, Misael Ruiz y Alberto Silva; Cae sobre mí una sombra, de Diana Carolina Sánchez Pinzón; Visita al museo de historia natural, de Lauren Mendinueta; Los paisajes de la crisis y la crisis de los paisajes, de Rafael Ignacio Farías; Sexe fora de norma: Literatura erótica feminista, VV.AA., donde hay un relato de Iris Parra; Desde la hierba, de Dafne Benjumea; Fábula material, de Begoña Callejón; Botánica, de Ashle Ozuljevic; Invocación a las mayorías silenciosas, de Paloma Chen; Desde dónde amar, de Corina Oproae; Campo envolvente, de Jèssica Pujol; Estación tropical, de Carolina Bustos Beltrán; Nosotros, isla, de Marta Fuembuena; Sobre la fronda y la medida, de Jeannette L. Clariond; El hombre fractal, de Luis Alonso Cruz Álvarez;

La trama perfecta, de Daniel Busquets; Transfiguracions, de Lluís Calvo; y también el tuyo: En este tiempo prolongado.

Al mismo tiempo, me gusta releer otros libros de literatura y simbolismo universal, como André Breton: La biografía, de M. Polizzotti; Las mejores mentes de mi generación, de Allen Ginsberg; Ibn Árabî o la búsqueda del Azufre Rojo, de Claude Addas; o Alquimia, de Marie-Louise von Franz.

Como ves, en parte, sigo tirando mucho hacia Sudamérica y hacia el simbolismo.

Muchas gracias, Jaime.

Gracias a ti.