«Porque nadie sabía cómo llamarte» es el segundo poemario de Iván Navarro. Este joven valenciano, psicólogo de profesión y fotógrafo y poeta de pasión, presenta su confirmación como escritor mediante esta publicación de Ole Libros.

En este segundo poemario Iván Navarro avanza en la senda que comenzó con «Necesaria Subjetividad», sus libros aúnan todas sus facetas vitales arrastradas por la corriente de un rio que fluye como el pensamiento. Iván Navarro es, por encima de todo, un pensador.

«Porque nadie sabía como llamarte» se compone de cuarenta poemas distribuidos en cien páginas, que además de versos, acogen fotografías del autor y aforismos. 

La primera selección de poemas tiene como título: «Peripecias» una sucesión de poemas y fotografías tomadas por el propio autor. Toda una declaración de intenciones. Iván no renuncia a ese tira y afloja entre sus varios yos. Los poemas que componen esta parte están muy anclados a tierra, casi recreándose en los pequeños objetos y en los gestos más cotidianos. Además, están íntimamente ligados con las fotografías que los acompañan. Se puede asegurar que son écfrasis. 

“Tengo un cajón que mantengo cerrado

es pequeño

y está en mi mesita de noche.

Si fuese mesita de día,

no tendría ese cajón.”

El libro comienza con tres poemas Basura perfumada, Única opción y Mi pequeño cajón, después nos encontramos con La mujer es mirada que es el primer poema al que prosigue una fotografía titulada del mismo modo: La mujer es mirada.  El siguiente poema repite la combinación con una fotografía titulada de la misma forma: El invierno en la cota. Es aquí cuando nos damos cuenta de que el hilo conductor es la écfrasis, o cómo decía Roland Barthes, el “punctum”.

El lingüista francés explicaba en su libro «La cámara lucida» que hay algo en las fotografías más allá de la técnica y la composición: algo que no buscas en la foto cuando la miras, si no que sale de la imagen y viene a punzarte. Y para definirlo utilizaba esta palabra latina – punctum – que significa pinchazo, pero que en otra acepción también significa casualidad. 

Es aquí cuando el lector se detiene y vuelve atrás, revisa los tres primeros poemas, pensando en que probablemente han sido sacados de alguna fotografía que el autor nos ha escamoteado y, no sabemos si es así, pero los poemas cobran otra dimensión. Adquieren la capacidad de materializarse.

Quiero volver a Barthes y a su Cámara Lúcida, libro en el que después de exponer su teoría sobre la semiótica de la fotografía, reflexiona sobre el tiempo y la muerte a partir de una fotografía de su propia madre en la que Barthes se expone con una escritura íntima al tiempo que muestra el esfuerzo por encontrar la esencia de esa fotografía de su madre. Es aquí donde viene el dato curioso que engrana con la poesía de Iván Navarro: Esa es la única fotografía que no se encuentra en el libro de Barthes y, sin embargo, la más recordada por sus lectores.

Regresando a «Porque nadie sabía cómo llamarte», la secuencia de poemas, fotografías, y huecos donde debería haberlas se sigue repitiendo en todas estas Peripecias hasta la última imagen, titulada como el libro y que además es también la portada.

Ella se da al cigarro, mirando a la vecina de enfrente
mientras hablan de la vida,
la ajena,
y espero
absorbiendo cada bocanada,
con el deleite que envuelve su cara,
y entonces pregunta sin mirar:
«¿tú sabes por qué te llamas así?»
Me mira sorbiendo la cerveza de lata verde
mientras arrastra el silencio con una mueca:
«Porque nadie sabía cómo llamarte».

En resumen, el autor nos ha dado unas claras instrucciones de uso para entender que esta primera parte se asienta sobre dos figuras retóricas, la écfrasis y la elipsis, con la peculiaridad de que esta última la realiza no con las palabras, sino con las imágenes. 

Iván Navarro ha puesto el listón alto y nos tememos que no pueda mantenerlo en la segunda parte, a la que titula: “Esbozo de una voz: Aforismos poéticos”.  Vemos aquí una decisión inteligente, el Iván fotógrafo da paso al Iván psicólogo, le cede la voz dándole un claro pie: el lenguaje. El testigo de Barthes lo recoge Wittgenstein para elaborar toda una gestación del lenguaje, desde la forma de la boca y su articulación, pasando por ser pensamiento, palabra, lenguaje, habla y voz. 

Es un reto difícil el que afronta Iván en esta parte y decide sustentarlo en una estructura de poemas formados por aforismos que remite en su forma al “Tractatus Phillosophycus” de Wittgenstein.

El Iván Navarro psicólogo sienta al filósofo  y lingüista austriaco en el diván, le dice: ¡Habla, te escucho!: 

“ 2.15121 Sólo los puntos extremos de las marcas tocan el objeto a medir.” 

Y de las notas de Iván se esboza una voz:

“Formación de una boca

Un agujero depende de los bordes que lo configuran. Para que se dibujen es necesario el roce o el tacto: es ahí cuando empiezan a perfilarse. Necesitan de un objeto externo que dé forma al vacío que contienen.” 

Para acabar nos encontramos con una parte más similar a su primer poemario “Necesaria Subjetividad” (Cuadranta, 2021), que lleva por nombre Vértigo pero que bien podría haberse llamado Necesaria Ambigüedad. Aquí nos reencontramos con el Iván de su primer poemario, donde se esforzaba por poner en valor la subjetividad y encontrar las verdades objetivas que encierra. Siguiendo el hilo conductor de lenguaje, el autor es aquí un salmón que nada a contracorriente por el caudal de versos y palabras hasta llegar a su origen, a su primer poemario, en una suerte de poética circular.

Escribe Vicente Luis Mora en su Circular 22:

“El modo cámara es quizá el modo literario más complejo que existe. Es la subjetividad misma con la que el escritor, el cineasta, observan el mundo. ¿Objetividad? Bastará con que la tengáis los críticos. Además, el realismo no puede ser total, tiene que ser selectivo.”

Imagino entonces lo que cuesta aplicar ese modo cámara a la poesía. Podría hablar del verso libre en el que se elabora el poema o alguna cuestión técnica, pero esto se quedará vano en la poesía de Iván. Si hay que hablar de sus recursos técnicos habría que acudir a términos cinematográficos como dónde ha puesto el objetivo, a qué plano corresponde el poema o la iluminación que ha utilizado. Una poética de profundidad de campo, esa es la poética de Iván

Encuentro en tu mejilla,

seguida por tus labios

que se estiran con sutileza,

algo cercano a la forma.

Lo efímero se vuelve íntimo

que acaba convirtiéndose en inútil,

necesariamente inútil.

Lo bello se vuelve fútil,

necesariamente fútil,

para escapar del tiempo impropio.

Así que siguiendo las palabras de Mora, me veo en la tesitura de ser objetivo y asegurar que Iván Navarro Lluesma es un escritor de trabajo duro, que pica en la piedra de su poética hasta tenerla moldeada. Transmite la sensación de que aún no hemos visto la obra terminada porque cada uno de sus poemarios son solo las marcas de los golpes de una obra total.