Miguel Oscar Menassa es un creador único: poeta, médico, psicoanalista, pintor, director de cine, actor, productor, guionista, letrista de canciones, cantor de tangos y poeta del flamenco. Nace en Buenos Aires en 1940 y reside en Madrid desde 1976. En 1961 publicó su primer libro de poesía: Pequeña Historia y en 1971 fundó el movimiento científico cultural Grupo Cero.

Multitud de veces se ha dicho de él que brinda el perfil de un hombre del renacimiento, pero él prefiere considerarse un pluriempleado, un intenso trabajador que incluye en su escritura a los dos grandes relatos negados por el postmodernismo: Teoría del Valor y Teoría del Inconsciente. Sus producciones le colocan a la vanguardia del pensamiento contemporáneo y asiente en que es un hombre del renacimiento, sí, pero en el sentido de que habla de todo con libertad, incluyendo la sexualidad, como se hacía antes de la represión victoriana.

Su máximo aporte a la escritura y al campo psicoanalítico ha sido la conjunción Poesía y Psicoanálisis, línea ya iniciada por Freud pero formalizada por Menassa como instrumento de conocimiento y de transformación de la realidad psíquica y social. Su producción abarca más de 60 libros publicados de poesía, psicoanálisis, y relatos, revistas, miles de cuadros y cientos de psicoanalistas en formación. Es uno de los pocos poetas que ha creado escuela donde se han producido y siguen produciéndose innumerables poetas.

En la entrevista a Miguel Oscar Menassa realizada por Florencia Gemetro para PÁGINA 12 de Bs. As., publicada en la Sección PSICO el 29 de agosto de 2003 “Las mujeres de Menassa” podemos extraer:

Dice que nació dos veces: en Buenos Aires y en Madrid, donde vive desde su exilio en 1976. Se ha dedicado al estudio de las mujeres por más de 35 años. Su producción combina el psicoanálisis y el arte. Los resultados de esa realización se condensan, innovadores y caóticos, en La mujer y yo, un libro de poemas que se analizó en el último congreso Internacional organizado por la Escuela de Psicoanálisis Grupo Cero.

 En el libro hay mujeres masoquistas, dominatrices, miserables, ambiciosas, dóciles, glamorosas y violentas. Hay hombres sumisos, agresivos, femeninos, engreídos, machistas y repulsivos. Hay personajes poseídos por fantasías banales que conversan en diálogos imaginarios sin mediaciones. No hay amores imposibles o posibles porque no hay una idea del amor sino múltiples conceptos protagonizados por diversos personajes. Pero ninguno de ellos se resume en un estereotipo masculino o femenino específico.

 MOM-La mujer tiene que formular su propia tesis de cómo se debe vivir, cómo se debe trabajar y qué se debe hacer con el producto del trabajo, porque ella es la única que puede revolucionar el sentido. Tiene que dejar de ser un objeto de deseo y convertirse en un sujeto deseante. Las mujeres han participado en las revoluciones de los hombres, pero nunca han hecho la suya. Esos procesos no les pertenecían. Eran congruentes con un modo masculino y excluyente de pensar la realidad. Las revoluciones masculinas ya han fracasado. Fracasó el cristianismo, habría que revisar el marxismo porque fracasó en el intento de llevarlo a una política de Estado y fracasó la sociedad del confort del capitalismo. Ninguna pudo mejorar la vida de las mujeres y de los hombres. Y estamos en el mismo lugar que hace 500 años.

P: ¿Qué se lograría entonces?

MOM: Un proyecto donde la mujer pueda ser protagonista de los movimientos que originan los cambios en la sociedad. No sé cómo será, pero pienso que estará comandada por la poesía. No fue fácil para mí escribir esos poemas porque no estoy de acuerdo con nada de lo que escribí, pero el poeta es un alcahuete de su tiempo, del mundo en que vivimos, en definitiva, es un historiador. Toda revolución fue anticipada por un poeta y yo creo que la mujer está fabricando su poeta.

P: ¿Cuál sería el vínculo entre la poesía y el psicoanálisis?

MOM: Hay una semejanza irremediable entre la poesía y la interpretación en el psicoanálisis. Ambos son instrumentos que develan los misterios de la realidad. Son liberadores. Para Lacan, el inconsciente se estructura como un lenguaje. Yo pienso que está estructurado como poesía. Y si se puede cambiar el lenguaje, se puede cambiar la realidad. Si hay interpretación, el sujeto cambió y, en los sistemas actuales, eso significa vivir en otro mundo que no es éste.

P: ¿Las mujeres y los hombres de su libro formarían parte de esta realidad?

MOM: Los estereotipos son formados y producidos por los modelos ideológicos del Estado. Pero en el libro hay tantos estereotipos como poemas y más, porque en cada poema hay varios que, además, hablan entre sí. Si consideramos esto, entonces podríamos decir que hay una ruptura de estos estereotipos para cualquier relación. No hay una única manera de relación. Así como no existe la heterosexualidad o la homosexualidad en sí mismas sino la búsqueda del hombre y de la mujer. Las relaciones heterosexuales y las homosexuales que transcurren siempre de la misma manera son perversas como cualquier otra cosa que transcurra siempre de la misma forma. Sólo un perverso soporta que lo único que le produce deseo son las bragas o las bombachas rojas.

P: ¿Cuál sería la importancia de las palabras en las relaciones de pareja?

MOM: Las parejas en la realidad no hablan. Y ése es el paso que da el libro: aun las relaciones que parecen estereotipadas, ya no lo son tanto porque la mujer y el hombre pueden hablar. Esto produce un cambio porque las personas gozan más cuando se utilizan más palabras. El amor se revitaliza y las enfermedades se curan con palabras. Hay gente que retrasa su muerte nada más que para tener una conversación. ¿Por qué? Porque el goce verdaderamente humano es poder decir, y hacer lo que las palabras construyen a mi alrededor. Si la mujer se dejara decir en su casa, en el trabajo, estaría construyendo la verdadera revolución femenina, en tanto se dejaría decir tal cual es.

ENTREVISTA A MIGUEL OSCAR MENASSA EN EL PROGRAMA PRIMER PLANO DE ANTENA 3 TELEVISIÓN.

En la entrevista a Miguel Oscar Menassa para el programa “Primer Plano” de Antena 3 Televisión, realizada por Mar Martínez-Raposo, el poeta nos instruye del siguiente modo: 

“Yo creo que el siglo XX a la mujer le mintió. Como dice uno de los poemas, creo que estuvo luchando por algo que no tenía que haber luchado que era la igualdad, que la mujer tiene que luchar por una diferencia radical, que le pertenece, tampoco quiero convencerla. Pienso que se equivocó, pienso que se anotó a las revoluciones masculinas y las revoluciones masculinas fracasaron: la sociedad del confort, el marxismo, el cristianismo, fracasaron como revolución, no como ciencias o religiones. Fracasaron. No nos pudieron dar otra medida del hombre. No nos pudieron dar otra medida del amor. Otra medida del odio. Que son todas cosas que la mujer tiene. La mujer tiene una manera distinta del amor, distinta del odio, distinta de los celos, distinta… Lo que pasa que yo no voy a decir cuáles son porque yo no las conozco. Yo me doy cuenta que ella difiere. Y cuando digo ella, estoy hablando de todas las mujeres del mundo, no estoy hablando de una mujer. Ella difiere, bueno, pero diferir es someterse, porque si difiero le doy autoridad al otro discurso, en cambio, yo lo que tengo que hacer es producir mi propio discurso.”

7, un poema de Miguel Oscar Menassa del libro La mujer y yo

Dormíamos tranquilamente cuando ella se levantó sobresaltada y me dijo:
Hoy quiero tener una aventura
vivir lo no vivido, amar lo inexistente
y ya sé que son las tres de la mañana pero quiero andar un camino nuevo donde no quede un sólo rastro de mí así que, por favor, escúchame.

Y no es que a mí, exactamente, me guste dormir de noche
pero estaba dormido, soñando tonos del ocre sobre el negro. Primero tuve ganas de decirle:
“déjame de joder” o bien, indiferente
“¿te parece poca aventura vivir a mi lado?” pero le dije, dulcemente, haciendo gala
del uso calculado de mi serena voz cuando pronuncio las vocales:
Oh Diosa, portadora del dolor, te escucho. Soy esa oreja invencible, habla,
di al viento lo que será del viento y nadie escuchará.
Ella, tímidamente, recogió la ofrenda y preguntó ¿entonces puedo hablar, decir lo que me pasa por la mente
sin convenciones, sin moral, sin castigos? Bueno, le dije, límites hay siempre,
a fin de mes me tienes que pagar,
y ella se desmayó por primera vez en su vida aunque por poco tiempo.
Luego se despertó y preguntaba ansiosa:
¿Qué paso, qué pasó, qué fue lo que pasó? Nada, le contesté, tuviste un orgasmo magistral, antes de desmayarte, te retorcías y saltabas.
Pero ¿qué estás diciendo, que yo me retorcía? No, le dije, estoy diciendo que tuviste un orgasmo y era hermoso ver cómo se descomponía
tu bello rostro con el goce.
¿Mi bello qué?, ¿pero que estás diciendo?.

Tu bello rostro, amor mío, tu bello rostro,
esa belleza donde renace, cada vez, el goce. En ese momento ella dijo: te amo,
cuando mi belleza reina en ti, te amo.
Y no era para menos
esas palabras que le había dicho antes eran todas de la poesía.

Te amo, decía ella, mientras se desnudaba, hoy haré de ti amado, mujer y bestia
alondra que deja de volar porque llega el mar, gacela que escapa sin escapar
y se la come el viento.
Leopardo seducido por las luces del estallido de la pólvora
que lo matará.
Te haré mi amado, te haré… Algo avergonzado, la interrumpí y le dije: ¿Para qué tanto?
y ella me respondió con una pregunta:
¿Amas a otra mujer? eso es lo que pasa
y entonces, desesperado al borde del abismo, decidí darle lo que pedía cuando le dije:
Sí, estoy enamorado de otra mujer
y ella nunca dejaría de sorprenderme: Me gustaría conocerla, dijo,
y se quedó dormida.

A la mañana siguiente, al desayuno, antes de ir a los trabajos,
me besó agradecida y me dijo:
¡Qué aventura que tuvimos anoche!
¡Querido, qué aventura!

18, un poema de Miguel Oscar Menassa del libro La mujer y yo

Ser viejo como ser rico, le dije, es
una propuesta de la mente. Y ella
contenta me preguntó:
¿Acaso no habremos de morir si
escribimos y hablamos?

También ha de morir el hombre
que al escribir rompe los bordes del abismo
y algo habrá de enfermar el hombre que, al hablar,
pretenda entregarse a las palabras, ser de la voz pero
enfermar y morir para ese hombre
serán, también, sólo palabras.

Después estaba todo el día con hombres, y mujeres pero
no eran amantes, eran misterios,
dramas insondables dominados por el odio,
la envidia, el menosprecio o, bien, el desamor.
Están cerca de mí pero dar el próximo paso los
sume en el delirio del amor, los agota.

Y después están los hombres las mujeres que no
necesitan de mí ni el pan ni la caricia están ahí
sólo para entorpecer los caminos del poema, del
pensamiento, la distancia
y en esas cosas del amor prefieren no saber que
el polvo aquél no era un regalo a nadie, el polvo
al que se vio obligado era su deseo.

¿Y tú qué opinas? le dije por decir, y ella
me dijo toda la verdad:
Cuando estoy supuestamente enamorada, él
piensa enseguida que le pertenezco
y cuando estoy como cansada por la vida, por
el mundo absurdo que nos hacen vivir él
enseguida piensa que yo no le amo.
Y, después, es todavía más ridículo: cuando
yo le sonrío, olvidada del mundo,
él enseguida cree que me ha ganado en algo.

No es que sea fanfarrón, es un ignorante, nada
sabe de mí, ni del tiempo, ni de la mujer. Cuando lo
abandone llorará como un niño, pedirá perdón,
querrá lavar los platos
pero ya será tarde, el mundo no perdona.
Entonces, pobre hombre, será mujer y niño
al mismo tiempo que hombre y nadie lo amará.
Como hombre nadie lo amará
porque su hombre ha renunciado a serlo. Y
tal cual una mujer nadie la amará
por no diferenciar lo grande de lo bueno
y como niño, el pobre, hará cosas de niño pero será un hombre que sufrirá por serlo.

Inadecuado el canto. Débil la voz.

 

POEMA DE MIGUEL OSCAR MENASSA DEL LIBRO LLANTOS DEL EXILIO

 

LLANTO DEL POETA, un poema de Miguel Oscar Menassa

A mí mismo

Se solía decir:
este siglo no será posible
sin embargo,
rompiendo las barreras de la historia
y porque ella lo ha deseado para mí,
aquí me tenéis, yo soy un hombre.
Un hombre masculino, atravesado,
por el sonido de su voz abierta.
Mujer, mujer del pan y las caricias,
de las revoluciones y el trabajo duro.
Una mujer construye la tierra donde vivo,
el mar, la plena, rotunda libertad del mar.
Ella construye para mí, el vuelo de los pájaros,
palabras y mujeres, permanentemente,
pero no por mi gracia, belleza inteligente,
una mujer, la Poesía,
sostiene con su deseo inagotable,
infinitas mujeres y entre todas al viento,
hacen de mí esta sustancia incandescente.
Un fuego que viene de la letra y va a la letra,
un fuego, una pulsión
y ella abre sus nalgas, abre sus nalgas y sonríe
y un tiempo se detiene en las pupilas del amor
y violentas canciones de cuna nos dejan sin aliento
y el hombre vive y muere y ya no sabe qué decir
y la mujer toca un violín, silencio, interminable,
y se deja caer entre nosotros, tal vez, benéfica,
tal vez, desesperada de tanta soledad,
lo cierto, es que se deja caer entre nosotros
y tiñe con sus movimientos, afines al poema,
toda vida oculta, toda tristeza, la soledad,
con la misma luz de los grandes milagros
para que todo brille con la ilusión del amor,
manantial para el sediento y el incrédulo,
ella es la fe.
Mujer, mujer, escándalo que se apodera de mi ser,
de todas mis palabras, de mis versos más altos
y en esa cumbre del saber humano,
cada palabra, todo poema sangra con tu presencia.
Hay hombres,
hay hombres en el mundo moderno,
hay hombres,
hasta yo mismo vivo en el mundo moderno,
pero la mujer tiene, secretamente,
guardada una energía,
inexistente para el hombre,
por eso busco en ella,

poeta incorregible –
lo perdido, lo nunca hallado,
lo imperfecto que nos hace sublimes.
Por eso busco en ella
y ella que lo sabe hace más de tres siglos,
no deja de producir pájaros en todas direcciones,
mujeres y palabras, algunas para mí, el resto,
para el mundo, si existiera.
Una mujer,
Yo soy la noche, me decía,
y la noche es una capa de visón caliente
para la soledad del poeta.
La noche y el poeta juntos,
única manera de atravesar la nada del invierno
y se apretaba a mí con ternura y, yo,
al borde de las lágrimas,
para verla contenta,
haciendo con su deseo el universo,
me oscurecía.
Una ella me ama y me consuela,
quiere aprender de mí lo que ella me enseñó.
Otra me muestra todo el día lo estúpido que soy,
buscando todo el tiempo por todos lados una vida,
cuando en ella late con frenesí una vida imposible,
desde mucho antes de encontramos, de conocernos.
Antes de irse habló de la mujer:
construyendo su vida y su alegría
una mujer teje ese sueño, ese destino.
Y yo que soy un hombre,
de verdad, masculino,
porque ella así lo desea con fervor,
me levanto a la mañana y se lo digo:
Allá voy, señora,
tras el latido frenético,
múltiple de tus deseos.
Aunque no te des cuenta,
aunque nadie lo crea,
estás en mí, iluminada,
estás en mí.
Y cuando hacemos el amor, ella recuerda:
Qué mal te comportaste con esa coma,
en el cuaderno del domingo, o bien,
los verbos singulares atrapados,
en una adjetivación inconsecuente.
Yo la dejaba recordar, tranquilamente,
y aprendía todo lo que podía,
pero no tocaba nada,
dejaba cada cosa en su lugar.
Esa promesa era el fundamento, sencillo,
de nuestro gran amor:
ella me lo daría todo, todo,
pero yo, no tocaría nada.
Yo soy un hombre masculino
y vivo atravesado por ella en mil pedazos,
todo lo que ella quiere encontrar en mí,
lo coloca ella misma, delicadamente, en silencio
y, después, ama con frenesí todas sus virtudes
y yo me dejo llevar por el haz de luz de sus deseos
y no dejo de amar lo que ella construye sin saber,
y no dejo de enloquecerme con tantos pájaros volando,
y no dejo de morir a cada instante entre las letras
y toco, yo también, embelesado, ese violín sangrante,
su boca enamorada, su locura de alas, su pantera,
ese violín sangrante, aullido quieto, desgarrado,
toco su voz marina, su libertad espléndida, su mar,
sus ojos de gaviota desesperada y escribo este poema.

            Y para finalizar, un diálogo entre una mujer y un hombre de 70 años que podemos encontrar en el libro “Casi una autobiografía de casi un premio Nobel, volumen 1”:

 

DIÁLOGO MUJER Y HOMBRE DE 70 AÑOS

Mujer: Parece que el asunto de la muerte y la vejez te preocupan más a ti que a mí.
-Hombre de 70 años: Sí, es verdad, pero también es verdad que desde que vivimos juntos…

Sí, 40 años, es increíble.
-¿Puedo seguir?

Tú siempre haces lo que quieres.
-Quiero decirlo, que en estos cuarenta años que vivimos juntos, siempre fui yo el que se preocupaba por las cosas.
Ella le da la espalda y se aleja diciendo:
-Claro, yo no tuve ninguna preocupación, ningún problema.
-Problemas tuviste muchos pero yo siempre participaba activamente en la solución de los problemas.
Ella se acerca cariñosamente: -Bueno, viejo, no te pongas así. ¿Acaso estás arrepentido por haberme ayudado algo para que yo fuera más feliz?
-Yo no te he ayudado algo… te he ayudado bastante más que algo.
-Es una manera de hablar, tú siempre el mismo obsesivo. Un día te enfadaste conmigo y me insultaste porque yo no sabía que el primero de mayo se festeja el día internacional del trabajo.
-No te insulté, querida, yo no insulto.
-Me llamaste ignorante.
-No te llamé ignorante, eras muy ignorante, eso fue una verdad, no un insulto.
-¿Y, por qué no me llamaste puta? ¿por qué?
-Porque no eres puta, cuando yo te conocí eras virgen.
-¿Y tú qué?
-Yo no era virgen.
Se produce un silencio fuerte, con mucha tensión. Los dos caminan por la habitación. Se miran (de muchas maneras) están a punto de tocarse pero lo desechan.
Sorpresivamente ella se abraza a él, lo besa tiernamente y le dice:
-Tú me enseñaste a vivir, a ser feliz. Te amo.
-Puede ser que algo te haya enseñado, pero no me debes nada, es tuyo, lo has pagado.
-Pero ¿qué dices?
-Hace cuarenta años que vives a mi lado, ¿te parece poco pagar vivir cuarenta años al lado del monstruo?
-No es para tanto, pero a tu edad, con esas ideas sexuales no sé, no sé.
-Eso mejor lo hablamos en otro momento. Me voy a trabajar.
-Tú sí que hubieses sido un gran torero.
Al despedirse se besan apasionadamente, se acarician un tiempo. Ella intenta desabrocharle la cremallera del pantalón. Él hace un movimiento con sus manos y dice tembloroso:
-Nena, es necesario que pueda ir a trabajar… (mirándola tiernamente).
-Qué, ya está excitado el viejito calentón.
-Te dije varias veces que no me llames viejito. Y en cuanto a lo de calentón, te diré que yo estoy caliente todo el día, pero hay lugares y momentos del día que no se puede.
-¿Y de noche se puede siempre?
-Si estás trabajando, no se puede, si fuiste a la farmacia, no se puede, si estás en una reunión social…
-Ya entendí, el amor, de hacerlo, tiene que hacerse a escondidas.
-Sin testigos, sin escándalos, sin perseguidores y además hay que tener en cuenta que el goce es efímero…
-Eres un genio, un verdadero genio.
El hombre, yéndose, dice:
-El genio de la casa eres tú, recuérdalo.
Se va sonriendo.