Introducción

El Modernismo[1] es el movimiento literario en el que se encuadra la obra de Rubén Darío. Este movimiento se caracterizó por la repulsa de las convenciones vigentes, incluso alcanzando las creencias religiosas, la estructura social y las ideologías filosóficas y políticas, y convirtiendo en virtud la negación de las doctrinas recibidas[2].

La negación de los dogmas fue la primera y más importante característica del Modernismo y, en lo literario, la protesta se manifestó en dos direcciones. Por un lado, llevó a los escritores a una idealización y mitificación de lo pasado o indigenismo[3] (concepción rousseauniana[4]) y, por otro lado, los distanció de la realidad cercana, ya que pusieron su mirada en la descripción de lugares distantes y exóticos. Por asco de las realidades inmediatas, los modernistas se rodearon de altivez (el célebre tópico de la “torre de marfil”[5]). Para defenderse de una sociedad contagiada de materialismo, se proclamaron baluarte de espiritualidad y se alejaron de los temas predominantes hasta ese momento, buscando superar el prosaísmo poético, el retoricismo y las tendencias literarias de finales del siglo XIX.

Así, la idea de que el Modernismo es un movimiento de alcance general, y no sólo poético, sino temporalmente, pues es ya muy antigua. Federico de Onís, en su introducción a una Antología de la poesía española e hispanoamericana, publicada en 1934, definía el Modernismo como “la forma hispánica de la crisis universal de las letras y del espíritu que inicia hacia 1885 la disolución del siglo XIX y que se había de manifestar en el arte, la ciencia, la religión, la política y gradualmente en los demás aspectos de la vida entera”. Lo mismo vendría a decir, en un artículo de 1935, Juan Ramón Jiménez: “El Modernismo no fue solamente una tendencia literaria: el Modernismo fue una tendencia general”.

La influencia más importante viene de Francia a través de dos movimientos que habían roto con las normas establecidas. Se trataba del Parnasianismo y del Simbolismo. El Parnasianismo, cuyo principal representante fue Thèophile Gautier, tiende a la idea del “arte por el arte”; de ahí que busque en el poema la perfección formal y la belleza. Los seguidores de este movimiento se esforzaron por lograr lo impecable: una tersura sin mácula y “escultórica”.

Por otro lado, los simbolistas estaban empeñados en expresar lo negado al lenguaje, más deseosos de sugerir que de decir. El Simbolismo, representado por escritores como Rimbaud, Verlaine y Mallarmé, pretendía superar la mera realidad percibida por los sentidos y llegar a sus significados más profundos y ocultos, para lo que, entre otras cosas, utilizaba los símbolos.

Como figura principal de este movimiento aparece Rubén Darío, poeta con una enorme conciencia de que la renovación exigía conocer a fondo la materia sobre la cual había de producirse: la palabra cargada de significaciones, de reminiscencias y de una tradición literaria que él aspiraba a renovar, no a destruir. Su aptitud para la imitación no le hubiera favorecido de no acompañarla un instrumento verbal extraordinariamente imaginativo.

Nota biográfica

Rubén Darío nace en Nicaragua en 1867 y muere en 1916. Es el mayor poeta modernista, y además es el primer poeta plenamente moderno de nuestra literatura, con una profunda conciencia de su tiempo y del arte. Se puede decir que Rubén Darío protagonizó una auténtica revolución en la creación literaria.

Tres características son clave en su obra; en primer lugar, el deseo de vencer el provincianismo que imperaba en las costumbres literarias de América, y que lo llevarán a la búsqueda de ambientes cada vez más cosmopolitas. Viajó por Santiago de Chile, Buenos Aires, Madrid, París… y se impregnó de las corrientes literarias más actuales entonces, imperantes en aquel momento.

En segundo lugar, concilia lo mejor de la tradición con las formas nuevas y las devuelve transformadas en algo distinto. Se interesa principalmente por lo concerniente al exotismo y el orientalismo; la música, la pintura y la decoración más refinada, la sensualidad pagana y el medievalismo cristiano, y por ambientes que evocan culturas imperecederas como la Francia versallesca y la Grecia clásica.

Podemos destacar, además, que poseía una alta conciencia crítica de la vida moderna y de la función que cumplía el arte en ella. Vivió la agonía del artista insatisfecho y del intelectual que presiente la crisis de la cultura a la que pertenece.

Su obra comienza muy pronto, ya que es un escritor precoz que publica su primer poema con catorce años e impresiona desde sus comienzos por su capacidad de versificación. Sus primeros libros tienen rasgos románticos, pero en 1888 publica Azul… y con él comienza el Modernismo en todo el continente.

Este libro contiene algunos versos y relatos o cuentecillos en prosa. Y es llamativa la forma en que Darío trataba las formas en prosa y en verso con un impulso hacia la fusión. La prosa tiene la musicalidad y las imágenes de la poesía, y la poesía alberga fantasías narrativas o historias con moralejas[6]. Darío nos propone un mundo en el que priman el amor y el placer, la imaginación y la pasión.

El Modernismo

El Modernismo para Rubén Darío es La libertad y el vuelo, y el triunfo de lo bello sobre lo preceptivo, en la prosa; y la novedad en la poesía: dar color y vida y aire y flexibilidad al antiguo verso que sufría anquilosis.”[7] Así caracteriza nuestro poeta este período de interés por el ocultismo, el pitagorismo, el espiritismo y otras formas de pensamiento esotérico. El mundo de los sueños, de lo sobrenatural, de lo anormal e inexplicable era una inclinación natural de Darío, hombre supersticioso y dado al fantaseo morboso (y a sufrir frecuentes pesadillas, agravadas por el hábito del alcohol), pero era también un signo de la época: hacia fines del siglo hubo un renovado espiritualismo que tendía a buscar en el ocultismo y en otras formas exóticas de religiosidad[8]. El espíritu moderno trataba de subsanar el vacío que la crisis del positivismo había dejado y el Modernismo se convierte en una respuesta a la carencia de sentido trascendente en el ejercicio estético.

Un hecho a destacar relacionado con nuestra literatura, ya consumado Darío como poeta innovador, fue su encuentro en 1893 con el novelista Alejandro Sawa (1862-1909), encuadrado generalmente en el Naturalismo radical. Como se puede ver en primera instancia, el escapismo de la poesía estética modernista convive perfectamente con el realismo feroz de las novelas de Sawa y López Bago. No obstante, Sawa también había conocido a Verlaine y era un enamorado de las tendencias estéticas, lo que le sirvió también para alentar su amistad con Rubén Darío. El nicaragüense escribió el prólogo de Iluminaciones en la sombra, su obra póstuma, y mantuvo correspondencia con él hasta casi el final de su vida[9].

Prosas profanas

En 1896 Darío publica Prosas Profanas, libro de indudable madurez[10]. Pero, ¿por qué llama Prosas Profanas a un libro donde no hay un solo poema en prosa? Rubén Darío usa la palabra “prosas” en su acepción arcaica, tal como la emplea Berceo, de composición de carácter religioso para ser cantada en la misa, pero contradicha por “profanas”. Así, el sustantivo equivaldría a “liturgia” o “ceremonia” y el adjetivo apuntaría al aspecto sensual, erótico y carnal que domina en la obra. En las “Palabras liminares” de Prosas Profanas, Rubén Darío explica:

Yo he dicho, en la rosa de mi juventud, mis antífonas, mis secuencias, mis prosas profanas. Tiempo y menos fatigas del alma y corazón han hecho falta para, como un buen monje artífice, hacer mis mayúsculas dignas de cada página del breviario… Tocad, campanas de oro, campanas de plata, tocad todos los días, llamándome a la fiesta en la que brillan los ojos de fuego, y las rosas de las bocas sangran delicias únicas.[11]

El propósito de este libro es el placer, la divinización del impulso erótico, la gozosa profanación de la carne como vía hacia una nueva experiencia ascética que contradice la de la doctrina cristiana[12]. En Prosas Profanas se oficia una misa carnal, un misterio revelado por los sentidos exaltados en una experiencia casi mística. El placer se convierte en una forma suprema del arte. Las mujeres son diosas, estatuas de mármol, figuras mitológicas o literarias. Hay roces y carnes presentidas, siempre un poco más lejanas de lo deseable, buscando aumentar el ardor sensual. Darío utiliza imágenes impecables, versos que sorprenden por su naturalidad en un refinado trabajo artístico. Estamos ante algo absolutamente nuevo, pero que no supone una ruptura radical con las formas hasta entonces vigentes[13] debido a que Rubén Darío fue un genial reformador: desempolvó estructuras olvidadas o arcaicas y las adaptó creando un producto auténticamente suyo, inigualable[14]. Sus fuentes principales son los clásicos castellanos (Cervantes, Lope, Garcilaso, Quevedo), los clásicos extranjeros (Shakespeare y Dante) y los poetas franceses modernos Hugo y Verlaine.

Darío rompía así con muchos hábitos de la lírica hispanoamericana: la poesía patriótica, la civil, la descriptiva o la religiosa. Su arte –cosmopolita, aristocrático, fantasioso, epicúreo y paganizante-, se presentaba como una vía hacia el reencuentro con el sentido profundo de la naturaleza. La mitología le brinda figuras con las que se identifica Pan, Apolo, el Centauro, el Fauno, el Sátiro. Elaboró todo un vocabulario del placer: ambientes opulentos, objetos preciosos, selvas, jardines, palacios, lujosos salones donde fluyen el vino y los manjares exquisitos, figuras de la “commedia dell` arte”, cuentos de hadas…

En la declaración inicial de Prosas Profanas, Darío se justifica así: “mas he aquí que veréis en mis versos princesas, reyes, cosas imperiales, visiones de países lejanos o imposibles; ¿qué queréis? yo detesto la vida y el tiempo en que me tocó nacer”.[15]

Hay en todo esto una nota que sonaba a escándalo o desafío a la moral de la época: el amor al lujo y al exceso que la doctrina cristiana asociaba a la vanidad y a los pecados[16]. Por otro lado, también era un signo de rebeldía frente al utilitarismo positivista. Ser vano era una respuesta a las sociedades ricas pero espiritualmente pobres[17].

En 1899 Darío llega a España enviado por La Nación para echar un vistazo a la realidad peninsular. Había una razón: la derrota hispana en la guerra contra Estados Unidos y la pérdida de Cuba. Éste es un asunto que él contempla con grave preocupación y que tendrá profundas repercusiones en su estilo vital, sus creencias y su arte. El fin del imperio español y el creciente peligro que encarnaba el imperialismo norteamericano plantean para él cuestiones muy importantes sobre el destino del continente. Va a ser, pues, en Cantos de vida y esperanza, donde Rubén Darío se pregunte sobre el futuro de la cultura española y pretenda con sus versos recuperar las raíces y la esencia de la cultura hispana.

 

La América española como la España entera

fija está en el Oriente de su fatal destino;

yo interrogo a la Esfinge que el porvenir espera

con la interrogación de tu cuello divino.

 

¿Seremos entregados a los bárbaros fieros?

¿Tantos millones de hombres hablaremos inglés?

¿Ya no hay nobles hidalgos ni bravos caballeros?

¿Callaremos ahora para llorar después?[18]

 

Cantos de vida y esperanza

Cantos de vida y esperanza es una obra distinta de las otras, porque el hombre que lo escribe es distinto: ha cumplido ya 38 años, disfruta de su propia gloria pero también sufre sus fatigas, sus desengaños, el hastío de la fama, la insatisfacción profunda y la inestabilidad emocional. Ahora la novedad es el dolor, el drama de existir… un sentimiento agónico domina esta obra, y además realiza una magnífica autocrítica del poeta que fue.

A este respecto, dice Octavio Paz en Sexo y muerte en la poética rubeniana:

Aunque a Darío le repugnaba el ateísmo racionalista y su temperamento era religioso, y aun supersticioso, no puede decirse que sea un poeta cristiano, ni siquiera en el sentido polémico en que lo fue Unamuno. El terror de la muerte, el horror de ser, el asco de sí mismo, expresiones que aparecen una y otra vez a partir de Cantos de vida y esperanza, son ideas y sentimientos de raíz cristiana; pero falta la otra mitad, la escatología del cristianismo. Nacido en un mundo cristiano, Darío perdió la fe y se quedó, como la mayoría de nosotros, con la herencia de la culpa, ya sin referencia a una esfera sobrenatural[19].

Cantos de vida y esperanza termina con el impresionante soneto Lo fatal que es el más grave resumen de todo el drama que vivió Darío. Tras la vaga ilusión hemos llegado al deseo de anestesia de todo signo vital, como el árbol “que es apenas sensitivo/ y más la piedra dura porque ésa ya no siente”. El ideal es ya no sentir dolor, aunque tampoco sintamos placer: “Ser, y no saber nada”.

Mitos clásicos en Prosas profanas

Tras este breve repaso de la obra de Rubén Darío en general, queremos centrar nuestro trabajo en el análisis de los personajes de la mitología clásica que aparecen en Prosas profanas, obra en la que Darío elaboró todo un vocabulario del placer basado, en gran medida, en la mitología clásica.

Nos centraremos especialmente en señalar el contraste u oposición constante entre los personajes relacionados con la pureza y la virginidad y los personajes con un fuerte impulso sexual. En esta obra de Rubén Darío, los personajes puros se convierten en báquicos: no se trata de personajes “normales”, sino de los que tienen la virtud de la pureza, por eso la transmutación a lo báquico ofrece un fuerte y sorprendente contraste, potenciando así su impulso sexual. Esto va precisamente de acuerdo con el título de la obra: prosas # profanas.

1. Palabras liminares

Las Palabras liminares fueron carta de presentación de esta obra en España, junto con Sinfonía en gris mayor[20].

Se trata de una reflexión sobre su obra, aunque el autor considera innecesario un manifiesto, puesto que su poesía es suya y no tiene que ser imitada, anima a los creadores a crear.

A través de estas palabras centra y define sus intereses:

Proclamando, como proclamo, una estética acrática, la imposición de un modelo o de un código implicaría una contradicción.

Mi literatura es mía en mí.

Mi órgano es un viejo clavicordio pompadour, al son del cual danzaron sus gavotas[21] alegres abuelos; y el perfume de tu pecho es mi perfume, eterno incensario de carne, Varona inmortal, flor de mi costilla.

Hombre soy.

Pueden interpretarse estas ideas o rasgos de la siguiente manera: en primer lugar habla de la poesía como instrumento en el que se basa para tocar su música. Se trata de una poesía tradicional, la misma que utilizaron sus predecesores, pero el perfume, es decir, la esencia es amorosa, erótica, va a hablar de la mujer.

A continuación, seleccionamos citas relacionadas con la estética como forma de evasión o respuesta a la crisis de valores de la sociedad contemporánea; la posición que adopta y justifica claramente:

 Veréis en mis versos princesas, reyes, cosas imperiales, visiones de países lejanos o imposibles: ¡qué queréis!, yo detesto la vida y el tiempo en que me tocó nacer.

El abuelo español de barba blanca me señala una serie de retratos ilustres […]. Abuelo, preciso es decíroslo: mi esposa es de mi tierra, mi querida, de Paris.

Como cada palabra tiene un alma, hay en cada verso, además de la armonía verbal, una melodía ideal.

Y, la primera ley, creador: crear. Bufe el eunuco; cuando una musa te dé un hijo, queden las otras ocho encinta.

Las Palabras liminares no dejan de ser el manifiesto poético modernista más sintético que ha podido lanzar al mundo Rubén Darío.

2. Era un aire suave…

Tras las “palabras liminares”, comienza Prosas profanas con un poema titulado Era un aire suave… Se trata de un poema que describe una fiesta en un tiempo indefinido, donde los placeres están al alcance de la mano. La marquesa Eulalia disfruta de la fiesta en la que es pretendida por dos amantes: “el vizconde rubio de los desafíos/ y el abate joven de los madrigales”. Sin embargo, a medianoche se encontrará con un paje en medio del bosque. El paje será su poeta, su amante preferido.

El nombre de la protagonista no es casual, ya que proviene del griego y significa ‘la de la buena charla‘, ‘la de la noble conversación. La joven es una mujer frívola que coquetea con todos en la fiesta y ríe continuamente conocedora de los juegos amorosos.

El ambiente que se describe en el poema posee gran cantidad de referencias clásicas para crear un escenario intemporal. Suenan liras eolias en el ambiente, y la decoración del palacio donde se celebra la fiesta posee multitud de objetos y esculturas de origen grecolatino. Así, se citan el hada Harmonía[22] (v. 2), una máscara de Término[23] (v. 14), el dios barbudo que establecía los límites de los campos privados y del Estado[24], y también se describe una escultura de mármol de Diana y un zócalo jonio.

La joven Eulalia posee los atributos del amor: las flechas de Eros (v. 27), el cinto de Cipria (v. 28) que hace alusión al que recibió Afrodita de manos de Hera en la Ilíada de Homero para hacerla más irresistible a los hombres. La joven conoce su poder y aprovecha sus encantos para ser el centro de las atenciones de los jóvenes amantes. Pero en mitad de la noche, arranca sus notas el ruiseñor, ave cantora de la noche que representa los amores, y que en este poema se menciona a través de su no menos ilustre nombre griego, Filomela (v. 50). Ésta era hija de Pandión, rey de Atenas, y fue violada por su cuñado Tereo, quien le arrancó la lengua. Bordó, pues, lo ocurrido para conocimiento de su hermana, y por obra de los dioses fue transformada en ruiseñor[25].

Se cita también a Onfalia[26] (v. 28), en relación con su rueca. Probablemente se inspira Darío en representaciones pictóricas[27], más que en textos (en las Metamorfosis de Ovidio no consta este capítulo en el mito de Hércules). En cualquier caso, a lo que se refiere Darío es al papel de dominio de la mujer sobre los hombres. Ya lo había utilizado en Azul… en el poema A un poeta: “Hércules loco que a los pies de Onfalia / la clava deja y el luchar rehúsa…”

Con “divinas Tirsis” (v. 71) se refiere, como indica la estrofa, al ámbito pastoril. El pastor Thyrsis procede de la Égloga VII de Virgilio. Uno de los primeros renacentistas en reutilizar el nombre para nuevas églogas fue Baltasar de Castiglione en 1506. Miguel de Cervantes también creó un personaje con tal nombre en La Galatea, pero lo curioso en Darío es que lo utilice para personajes femeninos.

3. Divagación

En Divagación, el poeta describe distintos ambientes donde se da el amor: Grecia, Francia, Italia, Alemania, España, China, Japón, India, África.

Ámame así, fatal, cosmopolita,

universal, inmensa, única, sola

y todas; misteriosa y erudita:

ámame mar y nube, espuma y ola.

(vv. 129-132)

Es amplio el vocabulario clásico al que hace referencia. El poeta cita al dios de piedra (v. 8): “el dios de piedra es Dioniso”[28], inspirado en la ilustración de la Mythologie dans l’art ancien et moderne[29] de René Menard[30]. También hace referencia al tirso del dios Baco, a Diana y a la Hetaira[31] diosa, Afrodita. Y respecto a Afrodita, el autor hace alusión al mito de Adonis para caracterizar a la diosa. Adonis era un bellísimo pastorcillo al que criaron las Náyades[32]; en su juventud fascinó a Afrodita con su belleza, la diosa abandonó el Olimpo para vivir con él en los bosques. Cazador temerario, fue muerto joven por un jabalí durante una cacería; después, por decreto de Zeus, su destino fue pasar la mitad del año en el mundo de los vivos con Afrodita, y la mitad entre los muertos, con Perséfone[33]. Divinizado por los griegos, se le rindió culto en las fiestas Adonías y en varios templos a él dedicados. El mito, de origen oriental, probablemente sirio, simboliza la naturaleza floreciente, apagada por el invierno (jabalí) que eclosiona nuevamente en primavera.

Darío también confiesa “amo más que la Grecia de los griegos la Grecia de la Francia” (vv. 41-42), porque el autor utiliza un mundo helenizante como marco de su poesía. Son los autores simbolistas franceses como Verlaine los que realmente le interesan.

Verlaine es más que Sócrates; y Arsenio

Houssaye[34] supera al viejo Anacreonte.

(vv. 49-50)

4. Sonatina

En el poema Sonatina encontramos una referencia clásica a hipsipila con significado de ‘larva’ o ‘ninfa’, pero se trata de una interpretación posiblemente errónea, según Ricardo Llopesa[35].

¡Oh quién fuera hipsipila que dejó la crisálida!

(v. 37)

Hipsipila era la hija del rey de Lemnos que rehusó matar a su padre cuando las mujeres exterminaron a la población masculina. Madre de los hijos de Jasón, a la que seduce y abandona. La versión más cercana a la de Darío (Sonatina) es la de Ovidio (Heroidas IV, Hipsipila a Jasón), donde se lee en boca de Hipsipila que se lamenta del abandono de que ha sido objeto: “Hay aquí una torre que domina una vasta extensión, y desde donde puede verse lo inmenso de los mares; subo a ella, con mi rostro y mi pecho empapados en llanto; miro a través de mis lágrimas, y mis ojos, compadecidos del ardor de mis deseos, alcanzan a percibir distancias insospechadas.”

5. Blasón

En Blasón, dedicado a la condesa de Peralta, el poeta se centra en describir al cisne como figura que caracteriza su poesía, el ideal.

Es el cisne, de estirpe sagrada,

cuyo beso, por campos de seda,

ascendió hasta la cima rosada

de las dulces colinas de Leda.

Blanco rey de la fuente Castalia[36],

[…]

(vv. 9-13)

El cisne es la representación del ideal de belleza a través de la poesía. En múltiples ocasiones cuenta Darío la relación del cisne (Júpiter) con Leda. Ésta era hija de Testio y de Euritemides; esposa de Tíndaro del que tuvo tres hijas: Timandra, Clitemnestra y Filónoe. Zeus, prendado de su belleza, en otra de sus mutaciones para gozar mujeres, se transformó en cisne para poseerla. Después de aquella unión, Leda quedó encinta de dos huevos; en uno estaban Polux y Helena[37], en el otro Cástor y Clitemnestra.

El símbolo del cisne ha sido profundamente estudiado por I. Zavala en su trabajo Rubén Darío bajo el signo del cisne, Universidad de Puerto Rico, 1989.

6. Alaba los ojos negros de Julia

El poema Alaba los ojos negros de Julia es una alabanza a los ojos negros de Julia comparándolos con los de Eva (vv. 1-4), con los de Eros, hijo de Venus (vv. 5-8), con los de Pentesilea[38] (reina de las Amazonas), y con los de Judith y Cleopatra (vv. 9-16).

Variadas son las referencias clásicas en este poema. En primer lugar, Eros es la divinidad del amor, hijo de Afrodita. Pentesilea es la reina de las amazonas, una raza de mujeres guerreras de Capadocia donde no eran admitidos los hombres. También aparece Pan, dios de los rebaños y los pastores. Tenía cuernos y cabra, y el cuerpo cubierto de vello. Inventó el caramillo que tocan los pastores. Se trata de un personaje citado frecuentemente por Darío que representa el impulso sexual masculino, y que al mismo tiempo alude a lo festivo, lo lúdico, lo musical.

7. Canción de Carnaval

En Canción de Carnaval el poeta realiza una invocación a la Musa para que le inspire en la fiesta de luz y color que es el carnaval y nombra a los personajes de la Comedia de’ll arte.

Musa, la máscara apresta,

ensaya un aire jovial

y goza y ríe en la fiesta

del Carnaval.

(vv. 1-4)

 Siempre aparece algún motivo griego o clásico en igualdad de atractivo y exotismo:

con la cítara sé griega

(v. 38)

8. Para una cubana

Para una cubana es un poema escrito en alabanza de la belleza de una mujer cubana que podría dar celos a la propia Diana:

Misteriosa y cabalística[39],

puede dar celos a Diana.

(vv. 5-6)

Diana es una divinidad itálica, pero tempranamente identificada con Ártemis, y de igual modo relacionada con la naturaleza y los bosques en sus manifestaciones más indómitas y feroces. Asociada con Selene o con la luna, de ahí vienen los celos a los que alude Darío, al ser la cubana candorosa como el blanco astro de la noche.

Y al sonreírse vi en ella

el resplandor de una estrella

que fuese alma de una esfinge.

(vv. 12-14)

En la mitología griega, la Esfinge[40] era un demonio de destrucción y mala suerte, que se representaba con rostro de mujer, cuerpo de león y alas de ave. No obstante, no parece que sea por estos rasgos la relación con la cubana, sino con el misterio, el acertijo, en la historia de Edipo[41]. El “enigma de esfinge”[42] suele exponer al candidato a una situación límite: “adivina o muere”, así, una mujer enigmática es un reto mortal.

9. El faisán

En El faisán el poeta galantea con una joven hermosa. En el ambiente reina una gran artificialidad. El poeta se siente triste, pues su “amada de un día” le hace observar que su amada fiel (la luna) ha muerto.

Y cuando el champaña me cantó su canto,

por una ventana vi que un negro manto

de nube, de Febo cubría el encanto.

(vv. 34-36)

Febo[43] es en este caso el sol, uno de los atributos que caracterizan al dios Apolo, que lleva su carro de fuego por el cielo cada día.

10. Garçonnière

Es Garçonnière la descripción de una fiesta inspirada por las musas y por Venus, como se puede ver en la siguiente estrofa:

E iban con manchadas pieles de pantera,

con tirsos de flores y copas paganas

las almas de aquellos jóvenes que viera

Venus en su templo con palmas hermanas.

(vv. 21-24)

Aparece en este poema la referencia a Idea (v. 31), sobrenombre que los griegos dieron a Cibeles a partir del monte Ida en Frigia, en el que la diosa tenía un templo famoso.

11. Heraldos

En Heraldos el poeta escucha nombrar la llegada de diversas mujeres fabulosas; son los heraldos los que las anuncian.

¡Helena[44]!

¡Makheda![45]

¡Ifigenia, Electra, Catalina[46]!

El poema tiene un final sorprendente. El poeta busca y no encuentra, porque la que él espera no llega, su espera no tiene fin.

¿Ella?

(No la anuncian. No llega aún.)

12. Ite, missa est

Pero es quizá el siguiente poema donde Darío define claramente la idea central de Prosas profanas, que puede ponerse en relación con las Palabras liminares y con la idea del poeta de oficiar una misa carnal en este libro.

 

Ite, missa est[47]

(A Reynaldo de Rafael)

Yo adoro a una sonámbula con alma de Eloísa[48]

virgen como la nieve y honda como la mar;

su espíritu es la hostia de mi amorosa misa

y alzo al son de una dulce lira crepuscular.

 

Ojos de evocadora, gesto de profetisa,

en ella hay la sagrada frecuencia del altar;

su risa es la sonrisa suave de monna lisa,

sus labios son los únicos labios para besar.

 

Y he de besarla un día con rojo beso ardiente;

apoyada en mi brazo como convaleciente

me mirará asombrada con íntimo pavor;

 

La enamorada esfinge quedará estupefacta,

apagaré la llama de la vestal intacta

¡y la faunesa antigua me rugirá de amor!

 

El tema del poema es la posesión carnal de la Pureza.  El poeta desea poseer a una vestal (v. 13), mujer virgen consagrada al culto de la diosa Vesta, diosa romana del hogar, del fuego y del arte de guisar, para convertirla en una faunesa (neologismo creado por Rubén Darío basado en el personaje mitológico del fauno que encarna la imagen de la mujer poseída por un gran impulso sexual).

La falta de resistencia de la virgen ante la pasión del poeta y el deseo estimulado por un beso ardiente multiplican la sensualidad del poema.

13. Coloquio de los Centauros

El siguiente poema, el Coloquio de los Centauros, es de los más nutridos de alusiones a mitos clásicos. Publicado en 1896 durante su estancia en Argentina, como Darío recuerda en la Historia de mis libros, forma parte de Prosas Profanas, conjunto de poesías del que él mismo advierte en su Autobiografía que “exigirá bastantes exégesis y largas explicaciones”. Si atendemos a este poema en concreto, según la opinión de A. Echevarría, la glosa puede hacerse realmente necesaria con vistas al lector menos advertido por sus numerosas referencias a la mitología clásica y porque el diálogo de estos centauros se configura como una serie de reflexiones, inconexas al menos en apariencia, acerca del mundo, la mujer y la muerte. De hecho el mismo autor lo califica de “mito que exalta las fuerzas naturales, el misterio de la vida universal, la ascensión perpetua de Psique, y luego plantea el arcano fatal y pavoroso de nuestra ineludible finalidad”.[49]

El centauro[50] es un personaje de fuerte carácter sexual. Representa la mezcla de hombre y animal. Rubén Darío mantiene su tesis en este poema que le lleva a defender la idea de que la energía sexual trasciende al hombre y lo enraíza a la vez con la naturaleza y con la tierra.

Como se sabe, son fabulosos monstruos mitad hombres y mitad caballos, hijos de Ixión y de Néfele; para otros de Centauro y de las yeguas de Magnesia. Homero y Hesíodo hablaron de ellos como de bárbaros violentos y sensuales que habitaban en las montañas de la Grecia septentrional. Etimológicamente, son ‘quienes matan a los toros’.

Pasaron a la leyenda por su enemistad con los lapitas[51], que se originó durante las bodas de Hipodamía con Pirítoo, rey de los éstos, como venganza de Ares y de Eris no invitados al banquete nupcial. La feroz batalla que se produjo fue provocada por el borracho Euritión, que quería raptar a la novia. La masacre concluyó con la derrota de los centauros que, presa del furor, se refugiaron en las montañas de Pindo en Tesalia.

Posteriormente, los centauros también lucharon contra Heracles y, definitivamente vencidos, se vieron expulsados de sus montes y de la totalidad de Tesalia.

Entre los centauros los más conocidos se encuentran Quirón, Folo y Sesso, que, a diferencia de los demás, se distinguieron por su sabiduría, bondad y sagacidad[52].

Tras este acercamiento, pasamos a una enumeración de referencias clásicas:

V. 1: argonauta. Lo primero que sorprende es el uso en singular, cuando siempre se habla de Jasón y los argonautas, los célebres y más audaces navegantes de la mitología griega, quienes viajaron a la Cólquide en busca del vellocino de oro[53]. Con el nombre en singular se está refiriendo al poeta, cuya osadía es incluso superior a la de Jasón y su tripulación.

V. 3: Isla de Oro. Según ciertos estudios, equivale a las Islas de los Bienaventurados, donde eran trasladados los héroes después de su muerte y que, en último caso, se pueden identificar con los Campos Elíseos.

V. 4: tritón. Semidiós marino con figura de hombre hasta la cintura y de pez de larga cola en la parte inferior. Hijo de Poseidón y de Anfítrite. Participa Tritón en distintas leyendas, ayudando sobre todo a los Argonautas a salir de Libia cuando estaban inmovilizados. Tritón es también tema favorito de los artistas, que lo representan acompañando a Poseidón, cuyas llegadas anunciaba haciendo sonar una caracola marina[54]. De ahí que Darío escriba “el tritón elige su caracol sonoro”.

V. 16: para portar las ninfas rosadas en los raptos. Después de la descripción de los centauros, señalando las diferencias entre unos y otros, queda como nota común su robustez y musculatura para su salvaje afición de raptar ninfas.

V. 18: Océano. Etimológicamente, ‘que rodea la tierra’. En la primitiva concepción helénica del mundo, que imaginaba la tierra como un disco plano, el Océano era un gran río que la circundaba. Según Hesíodo, lo habían engrendrado Gea (la tierra) y Urano (el cielo) en su primera unión amorosa. Océano se unió a Tetis, la más joven de sus hermanas, la Titánide símbolo de la fecundidad del mar, y engendró con ella a las Oceánides[55].

V. 23: aquí hace su primera intervención Quirón, el más célebre de los centauros, nacido del dios Crono (v. 44) y de una de las yeguas de Magnesia, llamada Filira. Se distingue de los restantes centauros, groseros y violentos, por su astucia e inteligencia.

Vivió en una gruta en las faldas del monte Pelión, en Tesalia, en donde creó una escuela que obtuvo renombre en toda Grecia, pues por ella pasaron muchos personajes ilustres como Asclepio, Néstor, Macoón, Eneas, Heracles, Cástor y Pólux, Ánfiarao, Ulises, Hipólito y Aquiles.

Enseñó astronomía, música y medicina a muchos de ellos. Su amigo Heracles (v. 42) lo hirió accidentalmente con una flecha envenenada con sangre de la Hidra de Lerna.

Si bien era inmortal (v. 31), le pidió a Zeus que lo hiciese morir; el dios consintió en ello y lo puso entre las constelaciones con el nombre de Sagitario, según unas versiones. Según otras, fue herido incurablemente por una de las flechas que Heracles había empapado en el veneno de la Hidra de Lerna (vv. 35-36); y falleció dejando el don de la inmortalidad a Prometeo.

V. 25: Éolo. Señor o divinidad de los vientos, en este caso. Pero también la Odisea lo presenta como hijo de Hípotes, un mortal favorito de los dioses.

V. 33: aparece otro centauro, Reto. En las bodas de Pirítoo, tras matar este centauro a Caraxo, Cometes y a Evagro, fue muerto o gravemente herido por Driante (Metamorfosis, XII, 271-301).

V. 39: Esculapio. Nombre romano de Asclepio, dios de la medicina griega, hijo de Apolo y la ninfa Coronis, y discípulo del centauro Quirón.

V. 40: Aquiles también fue educado por Quirón.

V. 41: con el manjar salvaje que le ofreciste un día. “[Quirón] le inspiró un enorme valor y le hizo adquirir una portentosa fuerza, obligándole a no comer otra cosa que entrañas de animales salvajes”[56].

V. 45: aparición de Abantes. Abante, según R. Llopesa, es el caudillo de los centauros. En Metamorfosis, XII, 306: Abante, cazador de jabalíes.

V. 50: Numen. Cualquier dios pagano; inspiración del poeta o artista.

V. 63: aparición del centauro Folo, hijo de Sileno y de una de las ninfas de los fresnos. Acogió espléndidamente a Heracles, que pasó una noche en su cueva de Fóloe cuando iba hacia Erimanto. Le dio de comer y, ante la insistencia del héroe, también le dio el vino guardado en una vasija que pertenecía a los centauros. Éstos, al oler su vino, acudieron indignados, entablándose una lucha entre Heracles y los centauros en la que ellos llevaron la peor parte. Cuando acabó la lucha, Folo, admirado de los terribles efectos que producían las pequeñas flechas de Heracles, que, con sólo rozar a un hombre, lo mataban, retiró de un cadáver una de ellas, con tan mala suerte que le cayó en un pie y se hirió de muerte. Heracles, en su honor, celebró grandiosos funerales[57].

El biforme ixionida es lo mismo que decir “centauro”, ya que, según la leyenda, estas criaturas proceden de Ixión. Éste era rey de los Lapitas; había asesinado a su suegro Deyoneo para librarse de pagarle lo que le había prometido por su hija Día (de la unión de Ixión y Día nacería Pirítoo). Como nadie le purificaba del crimen, Zeus se apiadó de él y le libró de la persecución de las Erinias. Pero después Ixión quiso seducir a Hera, y Zeus formó una nube con su misma apariencia y con la que se unió el héroe. Esta falsa Hera –llamada Néfele, Nube– engendró a los centauros (v. 83). Enterado Zeus de la conducta de Ixión, lo azotó bárbaramente y lo ató a una rueda en llamas que giraba sin cesar, y lo precipitó en el Tártaro, donde cumple eternamente su castigo[58].

V. 85: aparición de Orneo, otro centauro herido en las bodas de Pirítoo. Citado en Metamorfosis, XII, v. 302.

V. 91: aparición de Astilo o Ástilo, centauro también herido en las bodas. En Metamorfosis se le califica de augur (XII, v. 308), el que en vano había tratado de disuadir a los suyos de la guerra.

El verso de su intervención es tremendamente profundo y lírico:

El Enigma es el soplo que hace cantar la lira.

V. 92: intervención de Neso, centauro que robó a Deyanira, esposa de Heracles. El héroe lo mató con otra de sus flechas mojadas en sangre de la Hidra de Lerna, pero la túnica envenenada de Neso a su vez causó la muerte de Heracles.

Deyanira es hija de Eneo, rey de los etolos; desposó a Heracles y fue la causa involuntaria de su fin cuando le hizo ponerse los vestidos teñidos con la sangre venenosa del centauro Neso. Cuando conoció el engaño, y desesperada por la muerte de su esposo, Deyanira se ahorcó.

V. 99: Anadiomena. “Hecha de rosa y nieve nació la Anadiomena”: sobrenombre de Afrodita, cuando se la evoca naciendo de las aguas. Amor-Afrodita es la más importante de las diosas en la obra dariana. Simboliza el poder iniciático del sexo. Representa en la obra de Darío el carácter sexual originario de la diosa.

Vv. 101-102: Los curvos hipocampos sobre las verdes ondas / levaron los hocicos. Hipocampos son caballitos de mar.

V. 103: Tritónicas melenas: de Tritón.

V. 108-109: Jove. […] fue para el hombre / más alto que el de Jove. Iovis, Jove, son nombres de Júpiter en la mitología latina.

Vv. 111-118: tiene lugar el manifiesto más claro y rotundo de la preponderancia del amor sexual en la vida, sobre todo al ser el sabio Quirón quien lo dice:

[…] ¡Venus impera!

Ella es entre las reinas celestes la primera,

pues es quien tiene el fuerte poder de la Hermosura.

¡Vaso de miel y mirra brotó de la amargura!

Ella es la más gallarda de las emperatrices,

princesa de los gérmenes, reina de las matrices,

señora de las savias y de las atracciones,

señora de los besos y de los corazones.

V. 119: incorporación al coloquio de Éurito, el centauro que provocó la lucha en la boda de Pirítoo[59]. Dice Ovidio en Metamorfosis, XII, 219-224: Porque a ti, el más bestial de los bestiales centauros, Éurito, / te ardía el corazón tanto por el vino como por la visión / de la novia, y reinaba una embriaguez que duplicaba la lujuria. / De repente las mesas son volcadas y siembran la confusión / en el banquete, y la recién casada es raptada por la fuerza, / agarrada por los cabellos. Éurito coge a Hipódame […].

Hipodamia o Hipódame es la esposa de Pirítoo, príncipe de los Lapitas. Como se ha visto, su boda fue escenario de la guerra de los centauros. Es interesante en el Coloquio cómo los centauros suspiran de amor o pasión sexual, y no se arrepienten de la batalla: su predilección por Venus justifica sus actos. Neso suspira por Deyanira, y Éurito por Hipodamia.

V. 120: Hipea. Hija de Quirón, que fue transformada en yegua. Con Éolo, el hijo de Helén, fue madre de Melanipa.

V. 130: Minerva. Nombre latino de Atenea, también Palas, que personificaba la astucia y la sabiduría en todos los campos. Hipea atribuye a la mujer la sabiduría de Minerva.

V. 131: Aqueronte. El Aqueronte, también río del dolor, es el más grande de los cuatro ríos del Infierno, lugar al que daba acceso; las almas de los muertos que habían tenido sepultura debían atravesarlo en la barca de Caronte (v. 132); por su parte las sombras de los muertos insepultos debían errar por las orillas del río durante cien años.

Así, en la estrofa, se dice de la mujer que es bella como un ánfora, ponzoñosa como algunas bestias, astuta como Minerva, y causante del dolor y de la muerte (hecho concretado en v. 144).

V. 133: Odites. Centauro muerto por Mopso en las bodas de Pirítoo. Alaba la belleza femenina, en especial la de Hipodamia, superior a la de las Gracias (v. 139), y capaz de sorprender a las Musas y a las Horas (v. 140).

Las Gracias, en Grecia las Cárites, son hijas de Eurínome y Zeus, tres jóvenes hermosas que se suelen respresentar desnudas y cogidas por el hombro. Antiguas diosas de la vegetación, asociadas a la belleza, el arte y actividades del espíritu en general.

Las Horas son hijas de Zeus y Temis, que personifican tres estaciones del año. Luego pasaron a simbolizar las horas del día. Su función se relaciona con la fertilidad o fecundidad. El arte representa a las Horas como tres hermosas doncellas con largas túnicas recogidas en una mano, ejecutando a veces una especie de danza, lo cual hace que se confundan con las Cárites.

V. 146: Cinis será Ceneo. Cinis: Lapita, amada de Poseidón, quien la hizo invulnerable a las persecuciones transformándole el sexo; será así Ceneo. Morirá en la guerra contra los centauros.

V. 149: Clito es otro centauro, hijo de Mantio y nieto del adivino Melampo, también tomó parte en la lucha.

V. 152: Deifobe: nombre que recibe la Sibila de Cumas en Virgilio, sacerdotisa de Apolo.

V. 157: Pan. Dios de los pastores y rebaños, perteneciente al cortejo de Dioniso. Con un cuerpo mitad de hombre, mitad de macho cabrío, recorre los montes con prodigiosa agilidad, descansando sólo para dormir siestas a la sombra, junto a las fuentes. Sus símbolos son la siringa, la corona de pino y el cayado de pastor. Símbolo de lo erótico, festivo, también musical.

V. 159: Sirenusa: isla de las Sirenas.

V. 161: Pasifae: reina de Creta, hija de Helios y esposa de Minos, que concibió con un toro al Minotauro.

V. 165: incorporación del centauro Grineo, que murió a manos de Exadio en las bodas de Pirítoo.

V. 175: Deucalión y Pirra. Deucalión equivale a Noé en la mitología griega. Después del diluvio arrojaban piedras (v. 176) que se convertían en personas y que correspondían al sexo de quien las arrojaba.

V. 177: Lícidas, otro centauro muerto en la batalla, junto con Eurinomo, Areo e Imbreo (Metamorfosis, XII).

Lemures: en la religión romana son los espíritus de los muertos, en tanto que considerados como malévolos que pueden volver del más allá para atormentar a los vivos. Funciones opuestas a las de los manes, que purifican las almas de los muertos.

V. 179: el loco Atis. Pastor de gran belleza, que se enamoró de Cibeles. Atis faltó a su promesa de castidad casándose con la hija del rey Sangaro, y Cibeles lo castigó provocándole un arranque de locura, en el cual se castró, causándose la muerte.

V. 180: Filomela. Ruiseñor, mujer que acaba siendo transformada en esta ave. Metamorfosis, VI. Ver nota 25.

V. 187: aparece Medón, centauro que participó en la batalla pero que logró huir con vida. De ahí que diga “¡La Muerte! Yo la he visto.”

V. 195: Amico, centauro muerto por Celedón en las bodas.

V. 197: Prometeo. Aliado de los humanos, hurtó a los dioses el fuego y obtuvo otros logros para beneficio de la Humanidad.

Conviene señalar, en este poema, un par de rasgos importantes en el pensamiento dariano. En primer lugar, la idea de la muerte, que no es terrible sino comparable a Diana, según el centauro Medón. Ofrece su blancura la paz de la que gozan los que traspasaron su umbral; libra al hombre de sufrimientos.

El otro rasgo es la visión de los propios centauros, que no se revisten de una especial violencia. Todos sucumben ante la visión de la hermosura femenina, lo cual los hace más humanos, más sublimes. Dentro de su bestialidad, también son divinos, al ser sensibles a la belleza. Por eso lanzan un mensaje universal, humano.

14. El poeta pregunta por Stella

El poeta pregunta por Stella es un poema escrito en memoria de Rafaela Contreras (1869-1893), primera esposa de Darío y autora de nueve cuentos escritos bajo la influencia de Azul…, lo que la convierte en la primera escritora modernista. En El poeta pregunta por Stella, el poeta rememora a un angélico ser desaparecido, a una hermana de las liliales mujeres de Poe que ha ascendido al cielo cristiano[60].

El empíreo es, según la teología católica medieval, el más alto de los cielos, el sitio de la presencia física de Dios, donde residen los ángeles y las almas acogidas en el Paraíso, y donde el poeta busca el alma de Stella.

Darío utiliza en este caso vocabulario de origen clásico como «ícor»[61], que en Homero es la sangre de los dioses que se cuajaba en las flores; y hace referencia a Ligeia, que en la mitología griega, es el nombre de una sirena. En Poe es el nombre del personaje del relato Ligeia, la esposa muerta del protagonista de la narración[62].

15. Pórtico

Pórtico es un poema que figura como prólogo del libro de Salvador Rueda, poeta y periodista español, considerado precursor del Modernismo. Rubén Darío dice de él: “Luego leeréis un prólogo lírico, que se me antojó llamar “pórtico”, escrito hace largos años en alabanza de muy buen poeta, del vibrante, sonoro y copioso Salvador Rueda, gloria y decoro de las Andalucías”.

La descripción de la musa Harmonía es una excusa para hacer una rica descripción sobre el origen de la poesía en Grecia y en Roma hasta llegar a Andalucía, región de donde era originario el poeta Salvador de Rueda.

Las referencias a los personajes grecolatinos son continuas a lo largo del texto. Desde Píndaro y Anacreonte, poetas griegos, pasando por la descripción de la cadena montañosa más importante de Grecia o la cita del famoso vino de la antigua Roma, el falerno.

El final del poema concluye con una descripción de las cualidades del poeta alabado que fue aborrecido de Zoilo, gramático del siglo IV a.C., detractor de Homero y de Platón, símbolo de la injusticia en la crítica literaria, al que Darío llama “el verdugo”.

16. Elogio de la seguidilla

En el Elogio de la seguidilla, el poeta hace un homenaje a este tipo de composición contagiado como estaba del ritmo y la musicalidad característico de este tipo de composición, que el poeta califica en los últimos versos como la flor del sonoro Pindo de España.

17. El cisne

El cisne, para Darío, es la encarnación del Ideal en relación con la poesía. Pero es también Zeus metamorfoseado en ave que fecunda a Leda, de la que nace la hermosa Helena. Así, igual que en el mito, la nueva Poesía, la poesía pura, nace de la unión del cisne y de Leda.

¡Oh Cisne! ¡Oh sacro pájaro! Si antes la blanca Helena

del huevo azul de Leda brotó de gracia llena,

siendo de la Hermosura la princesa inmortal,

bajo tus blancas alas la nueva Poesía

concibe en una gloria de luz y de harmonía

la Helena eterna y pura que encarna el ideal.

(vv. 9-14)

18. La Dea

De nuevo, en La Dea, los personajes que aparecen son los habituales en la obra de Darío. En el pórtico de columnas de un templo clásico, antesala de la poesía, escenario de la fiesta de la pradera, cruzan una náyade y una ninfa buscando a Sylvano, divinidad protectora de los bosques y el campo, y se levantan estatuas de Término y de Dea (Dea quiere decir simplemente ‘Diosa’).

19. Epitalamio bárbaro

En Epitalamio bárbaro, Darío dedica este poema al poeta argentino Leopoldo Lugones, destacado modernista y amigo suyo. El epitalamio es una composición poética en que se celebra una boda. Existe una contraposición en el título de dos conceptos que resumen la composición: el rapto de una mujer.

En el lecho, Venus pregunta a Apolo por el momento en el que se oye un caballero pasar como un relámpago. Apolo ha reconocido en el trote veloz el rapto de “una estrella”.

20. Responso

Responso es un poema dedicado a Verlaine por la admiración y fervor que le debía al poeta. Darío llama al poema liróforo, neologismo que significa “portador de la lira” y crea una representación frente a la tumba del poeta en la que Primavera, Filomela y púberes canéforas (doncellas consagradas a Minerva que portaban las cestas que contenían las ofrendas o los instrumentos para los sacrificios) honran e iluminan el sepulcro del fabuloso poeta.

21. Friso

En Friso, encontramos la descripción de un friso griego que contempla el poeta junto a su amada Eunice, nombre de la hija de Nereo y de Doris, una de las tres ninfas que raptaron a Hilas.

Muy interesante es la reflexión que hace el poeta sobre este texto: “Recreaciones arqueológicas indica por su título el contenido. Son ecos y manera de épocas pasadas, y una demostración, para los desconcertados y engañados contrarios, de que para realizar la obra de reforma y de modernidad que emprendiera he necesitado anteriores estudios clásicos y primitivos”[63]. Este reconocimiento del trabajo del poeta basado en el estudio profundo del mundo clásico es de vital importancia, pues nos lleva a sostener que el poeta se había impregnado, ya desde su juventud, en los estudios clásicos. Se alimentó de esta enseñanza, implantada en Centroamérica por los jesuitas y gracias a ella llegó a conocer muy bien las Metamorfosis de Ovidio, fuente de toda su mitología grecolatina.

Pasamos revista a unos cuantos nombres relacionados con mitología:

Friso: parte del cornisamento, generalmente decorada que está entre el arquitrabe y la cornisa.

Pentélico: mármol del monte Pentélico, yacimiento de Grecia.

Venusinas: de Venus.

Eunice: ninfa marina, hija de Nereo y de Dóride. Fue una de las nereidas que raptaron a Hilas.

Canéfora: nombre aplicado a las jóvenes que, en algunas fiestas griegas y romanas, llevaban a la cabeza un canastillo con flores u ofrendas.

Sminteo/Esminteo: sobrenombre de Apolo (gentilicio de Esmintea).

Cipris: sobrenombre de Afrodita (en la Ilíada), perteneciente a Chipre.

Evohé: grito de las bacantes.

Ménades: nombre aplicado a las sacerdotisas de Baco, dios romano que representa el vino y la embriaguez; de ahí las bacantes.

Hircania: lugar de Asia célebre por sus tigres y la rudeza de sus gentes.

Eco: ninfa convertida en roca por Juno (esposa de Júpiter y madre de Marte), que la obligó a repetir la última palabra de quienes la interrogaban.

22. Palimpsesto

II. Palimpsesto: el otro de los dos poemas recogidos en el apartado “Recreaciones arqueológicas. También está bien nutrido de mitos y términos clásicos relacionados con éstos. Se recrean varios mitos en el poema: 1) el de Acteón que muere por sorprender desnuda a Diana; 2) el de los centauros; 3) la muerte de la ninfa Kalisto por parte de Diana.

Un palimpsesto es una tablilla usada antiguamente para escribir, o simplemente un manuscrito antiguo; pero su uso más habitual hoy en día es el del pergamino que ha sido raspado y reutilizado, y cuyo texto borrado es muy difícil de descubrir (sólo visible mediante rayos X).

Hiperión: Titán, hijo de Urano y Gea, padre del sol (Helios), de la luna (Selene) y de la aurora (Eos).

Himeto: cadena montañosa al sur de Atenas, recordada por sus plantas aromáticas, su miel, su mármol de color azulado y sus santuarios.

Scopas: escultor griego del siglo IV a.C., nacido en Paros.

Acteón: héroe y cazador troyano, educado por el centauro Quirón. Sorprendió a Artemis en el momento del baño y ésta, en castigo, lo transformó en ciervo y fue despedazado por sus propios perros.

Kalisto: ninfa de Arcadia, hija de Licaón, rey de Arcadia, y madre de Arcos o Arcas, al ayuntarse con Zeus. Artemisa la mató en una cacería cuando fue transformada en osa por Hera, por haber faltado a la castidad impuesta por la diosa. Luego Zeus la catasterizó en la Osa Mayor.

Europa: hija de Agenor, rey de Tiro. Europa jugaba con sus compañeras a la orilla del mar cuando vio un toro blanco. El animal era el propio Zeus, que, enamorado de la muchacha, había tomado esta apariencia para poder raptarla. Europa, sorprendida por la mansedumbre de aquel toro, se sentó sobre su lomo y el animal salió huyendo, llevándosela a Creta. Allí se unió a ella y tuvieron tres hijos: Minos, Radamantis y Sarpedón[64]. A esta historia se refiere el verso 75: tal iba el toro raptor de Europa.

23. Canción

Canción: descripción de una mujer desnuda, como una Venus.

24. Las ánforas de Epicuro

IX. Las ánforas de Epicuro. Se refiere a Epicuro (341-270 a. C.) el famoso filósofo griego. Su casa de Atenas, donde instaló su escuela, tenía el célebre jardín evocado por Anatole France[65] (Le jardín d’Epicure, 1895). Darío evoca a Epicuro varias veces: Los colores del estandarte (1896), Toisón (1910).

“Las ánforas de Epicuro” es una metáfora que indica el carácter de los poemas principales que se acogen bajo ese título: desarrollan una filosofía y una moral artísticas.

25. Palabras de la satiresa

Palabras de la satiresa: lo primero que llama la atención es el femenino de sátiro: según René Ménard, “hay sátiros y satiresas”[66]. El soneto en alejandrinos cuenta que un día se le presentó al poeta una satiresa (la poesía amorosa) y lo nombró argonauta. La poesía une pasión y metros clásicos (habla de la renovación de la poesía, de la que él se considera artífice). El “secreto de todo ritmo y pauta” está en unir “carne y alma”, representados uno y otro con Pan (pasión, carne) y Apolo (métrica, alma).

Ser en la flauta Pan, como Apolo en la lira.

(v. 14)

Con el nombre de argonautas (véase §13.) se conoce a los héroes que acompañaron a Jasón en su búsqueda del vellocino de oro. Sus avatares fueron contados en varios poemas épicos de la Antigüedad.

El nombre de Argonautas procede del latín argonauta y éste del griego αργοναύτης, de αργος / argos (nombre de la nave) y ναύτης / nauta (marinero). Argo era el nombre de la nave, bautizada en honor a su constructor Argos.

La historia de los argonautas es una de las leyendas griegas más antiguas, la cual incorpora numerosos elementos comunes en las historias populares: el viaje peligroso de un héroe al que se le envía para desembarazarse de él, imponiéndole una tarea imposible de llevar a cabo, pero de la que sale victorioso gracias a la ayuda de aliados inesperados.

26. A los poetas risueños

A los poetas risueños: el poeta reconoce la deuda con otros poetas en su poesía: Anacreonte, Ovidio, Quevedo, Banville. A esto añade que su poesía huye de lo trágico y grandioso y prefiere el exotismo y la sencillez.

Anacreonte: poeta lírico griego, creador del género anacreóntico o bucólico.

Himetos: cadena montañosa al sur de Atenas, recordada por sus plantas aromáticas, su miel, su mármol de color azulado y sus santuarios.

Y ante la fiera máscara de la fatal Medusa,

medrosa huye mi alondra de canto cristalino.

Con estos dos últimos versos del poema indica que se aparta rápidamente de todo lo que no sea poesía risueña, perfumada de vino.

27. La hoja de oro

La hoja de oro: poema de reminiscencias conceptistas, reflexivo y artificioso. Entre las hojas de laurel verde, destaca una hoja de oro rojo, pues evoca “el triunfo del otoño y la sangre del día”. Hace referencia a la Cólquida (v. 7), región de Asia, escenario de la leyenda del vellocino de oro, y también a Jasón (v. 8).

Jasón era el bellísimo hijo de Esón, rey de Yolcos, educado por Quirón. Su tío Pelias quiso desembarazarse de él y lo envió a la Cólquide a la conquista del Vellocino de Oro, en la expedición de los argonautas.

Después de numerosas empresas y peligros de todo tipo, Jasón decidió regresar a su hogar llevando consigo a la maga Medea. Llegado a Yolcos, su perseguidor, Pelias, murió (tal vez por un maleficio de Medea) y Jasón se apoderó del trono del hijo de Pelias, Acasto. Obligados a huir, Jasón y Medea se refugiaron junto a Creonte, rey de Corinto, en donde Jasón se unió a Creusa, hija del rey (también llamada Glauce), y repudió a Medea; ésta, como venganza, mató a su rival y a sus propios hijos tenidos con Jasón.

A la muerte de Creonte, el héroe asumió el poder en el reino de Corinto; después, viejo y cansado, vivió en paz hasta que, al caer el toldo de la vieja nave Argo, murió golpeado por una traviesa caída de la arboladura de la nave.

28. Marina

Marina. El poeta se aleja en una barca de las costas donde habita una vieja ilusión y se encamina a “una tierra de rosas y de niñas”, “donde más de una musa me ofrecerá una rosa”.

Pone, en un principio, rumbo a Citeres, isla griega en cuyas aguas nació Afrodita. Hay una confusión de mitos al mencionar a Aquiles tapándose los oídos, cuando en realidad fue Ulises quien así se protegió de las sirenas en la Odisea.

Y en la playa quedaba desolada y perdida

una ilusión que aullaba como un perro a la Muerte.

(vv. 31-32)

29. Syrinx

En este poema Darío formula la intención de cantar al amor, como Pan y como Orfeo.

Syrinx / Siringa era una ninfa de Arcadia perseguida por Pan, que se transforma en caña e inspira al dios para la invención del instrumento de ese nombre (flauta o zampoña). Dafne, discípula de Pan, está vinculada a la siringa, razón de la confusión de Darío al titular el poema 50.

Orfeo es otra figura legendaria, príncipe tracio, hijo de una musa (Calíope o Polímnia), fundador de la poesía y con cuyo canto hechizaba a los seres vivos. Profeta de la religión dionisíaca (orfismo), es elegido como tal por la secta formada después del siglo VI a. C.

30. Alma mía

Anima a su alma a seguir adelante, hacia la Esfinge (quien plantea acertijos mortales).

Triptólemo: héroe griego introductor del arado y del cultivo de los cereales, por inspiración y enseñanza de Deméter.

31. Yo persigo una forma

El poeta persigue la perfección a través de la Poesía, pero tan sólo consigue llegar a la iniciación. No deja de ser un elegante recurso poético para encubrir la falsa modestia, porque el poema, como todos los de Darío, es perfecto.

Se vuelve a mencionar el cisne blanco, la belleza divina.

Peristilo: galería de columnas que rodea un edificio o parte de él.

Conclusiones

El gran tema dariano es el amor. Ese erotismo no es sólo deseo, sino anhelo de trascendencia en el éxtasis. El placer puede implicar pérdida de conciencia, sumersión en abismos donde el alma enajenada, perdida, encuentre algo oscuramente buscado. La sensualidad deja de parecer inocente para sentirse perversa y, en esa perversidad, metafísica.

Describe las prácticas eróticas como ritos (no sólo metafóricamente), como ceremonias encaminadas a transformar (y a deleitar) a los participantes en ellas. Las bacanales pueden servir como ceremonias de iniciación. (Ite, missa est).

El erotismo suscitador de tanta sombra y tanta ansiedad se convirtió en fuente de energía creadora, precisamente porque le mantuvo en vilo, como inquietud inagotable, contribuyendo a llevarle de una poesía recamada y resplandeciente a una poesía de intimidad y secreto.

La originalidad de Darío no consistía en “americanizar” la poesía. Su originalidad fue aspirar a la universalidad y se volvió de espaldas a la retórica de los postrománticos hispanoamericanos.

Afirmó el Romanticismo trascendiéndolo, yendo más lejos y negando aquello que detestaba “la vida y el tiempo en que tocó nacer”. Por eso fue exotista e indigenista; llevó a su poesía princesas de ensueño y héroes de antaño.

Quiso ser diferente y renovador en el lenguaje y en su uso. Para él, la palabra no es herramienta neutra. Decidió apropiársela mediante deliberadas infracciones de la norma, escribiendo de otra manera, rehuyendo la carga de significados que la historia le ha dado y esforzándose en crear un lenguaje dentro del lenguaje, un lenguaje personal, tejido con las palabras de todos, pero obediente a un ritmo propio, a una ley interior.

La invención de un lenguaje es un acto revolucionario y no erraron quienes pensaron que la musicalidad del Modernismo encubría una amenaza potencial a la sociedad. El cambio en el lenguaje fue cambio en las palabras mismas; gustaba Rubén de utilizarlas brillantes y suntuosas. Con la poesía de Rubén entran en la corriente del idioma palabras nuevas, inventadas o florecidas por el puro deleite de utilizarlas y de hacerlas sonar en un contexto resplandeciente[67].

Los parnasianos franceses le empapan de ideología “bella”. Su intención era crear objetos de belleza pura. Los simbolistas le incitarán a constituir en el poema una red de sugerencias en que se superarán las imposibilidades lógicas.

Por otra parte, otro de los aspectos destacados es el paso hacia la integración de lo que comienza siendo formal para convertirse en una interpretación del mundo y de la realidad que rodea al poeta. En este sentido, decía Octavio Paz: «El modernismo se inicia con una estética del ritmo y desemboca en una visión rítmica del universo». Lo que comenzó siendo estética, sin dejar de serlo, pasó a ser ética. Rubén no tardó en utilizar el ritmo del verso en método para profundizar en los enigmas del ser. Curiosa paradoja.

Y es también en corrientes filosóficas clásicas como el pitagorismo en las que el poeta pone su mirada. Los pitagóricos consideraban el número como principio primero del universo y fundamento de la armonía, que consiste en concordar lo discordante, integrándolo en una unidad superior; ella ha de ser total y referirse a lo que no vemos tanto como a lo visible: al imponer su regla al universo, el ritmo crea la armonía, y cuando hombre y poeta se ajustan a su acción regulada y reiterada, el destino individual se sincroniza con el del cosmos.

Leyendo en orden cronológico la poesía de Rubén Darío se advierte su progresiva tendencia interiorizante y cómo, para él y para los demás, identifica pasión creadora con vocación por la armonía, y al poeta con el alma capaz de descifrar las voces de la sombra: “¿Te sientes con la sangre de la celeste raza /que vida con los números pitagóricos crea?”

El ocultismo y las doctrinas esotéricas le permitían familiarizarse con lo desconocido, con las temerosas tinieblas del más allá. La inclinación a interrogarse sobre los misterios del ser y los enigmas de la eternidad fue fomentada por influencia de los románticos y simbolistas, que desde Víctor Hugo en adelante, se complacieron en experimentar y divagar sobre los secretos de la vida y de la muerte y en torno al misterio del universo.

En Rubén Darío se siente una fuerza que le empuja tanto a la luz como a la sombra. Quisiera sumergirse simultáneamente en la belleza y en la verdad; quisiera saciar su sed en la fuente Castalia, que da juventud a quienes la beben, y se le impone la verdad de que al fin habrá de ingerir la copa llena de sombra. Entre el amor y la muerte vivió y creó, y de sus obsesiones se nutrió su poesía.

Bibliografía

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Notas

[1] Se sigue el criterio de la profesora Ana María Freire López (UNED) para nombrar con mayúscula los movimientos literarios.

[2] “En 1938 Salinas […] observa que las denominaciones “Modernismo” y “Generación del 98” suelen emplearse para designar el movimiento de renovación literaria acaecido en América y España en los últimos años del siglo XIX y comienzos del XX, dando por supuesto que son la misma cosa con leves diferencias de matiz. […] Ambos movimientos nacen de la misma actitud: insatisfacción con el estado de la literatura de aquella época, tendencia a rebelarse contra las normas estéticas imperantes, y deseo de un cambio que no se sabía muy bien en qué había de consistir. […] Si el Modernismo, ejemplificado en Rubén Darío, se presenta, ante todo, como transformación del lenguaje poético, con un propósito esencialmente estético, los noventayochistas […] aspirarían a conmover la conciencia nacional.”  GUTIÉRREZ CARBAJO, FRANCISCO. Movimientos y épocas literarias. Ed. UNED. Navarra, 2011. P. 168.

[3] Un ejemplo ilustrativo de esta tendencia es la novela ecuatoriana Cumandá, de Juan León Mera (1879), inscrita en la óptica rousseauniana de lo salvaje, lo indígena, como natural y “bueno”, lo que sigue siendo una manera de evasión de la realidad social. Más obras de índole indigenista podrían ser Martín Fierro, de José Hernández (1872), y Doña Bárbara, de Rómulo Gallegos (1929), entre otras.

[4] En síntesis, defensa de la vida salvaje, inmersa en la naturaleza, frente a la vida en la sociedad civilizada: “el salvaje vive para sí mismo; el hombre social, siempre fuera de sí, no sabe vivir más que en la opinión de los demás”, Origen de la desigualdad entre los hombres, Jean-Jacques Rousseau (1755).

[5] La expresión “torre de marfil” (tour d’ivoire) como símbolo del aislamiento del artista soñador que se aparta de la realidad de la vida diaria para dedicarse al arte “puro”, fue empleada por primera vez (1837) por el crítico literario y escritor francés Charles Augustin Sainte-Beuve (1804-1869). Después de que utilizase la expresión Darío en Cantos de vida y esperanza, la retomó J. Ramón Jiménez (“yo me mantengo fiel al arte puro”), lo que le valió reproches de otros poetas comprometidos por su evasión de la realidad social.

[6] Estamos, pues, ya ante una innovación en la historia de los géneros literarios: prosa poética y poesía con rasgos narrativos. Véase SPANG, KURT, Géneros literarios, ed. Síntesis.

[7] La cita procede de un artículo que Darío escribió en 1890 sobre Ricardo Palma (1833-1919), bibliotecario peruano, notable figura en las letras hispanoamericanas. Véase http://www.ensayistas.org/identidad/verano99/4120/.

[8] En el Modernismo ejerce gran influencia el pensamiento filosófico idealista alemán. Según Schopenhauer, el individuo está determinado por impulsos vitales que nunca llega a saciar, por eso está condenado a una actividad continua, llena de derrotas y humillaciones. El ser humano vive acompañado del miedo y de la conciencia de la muerte; persigue la felicidad sin alcanzarla nunca. La religión y la filosofía no consuelan ni otorgan sentido a la vida. Las vías de escape que Schopenhauer propone son dos: 1) renuncia a necesidades y aspiraciones, la aceptación de la nada. De aquí la presencia de la filosofía oriental y el tema del Nirvana en la lírica; y 2) la contemplación estética, ya que el arte es lo único que puede salvar al hombre y liberarlo del sufrimiento. Hay notables ejemplos del tema del Nirvana en la poesía polaca modernista o de fin de siècle: Kazimierz Przerwa-Tetmajer lo menciona en “No creo en nada” y “Himno al Nirvana”. PRESA GONZÁLEZ, FERNANDO. Antología de la poesía polaca. Editorial Gredos, S.A. Madrid, 2006.

[9] Véase SAWA, ALEJANDRO, Declaración de un vencido. Ed. de Francisco Gutiérrez Carbajo. Ed. Cátedra. Madrid, 2009.

[10] Pertenece, no obstante, a una primera etapa: es su tendencia más lúdica, erótica, estética, y por tanto evasiva; la más criticada. La siguiente etapa será la simbolizada por Cantos de vida y esperanza, de tonalidad más preocupada por la existencia humana (apuntes de César Moya Casas, UNED, 2011).

[11] DARÍO, RUBÉN. Prosas profanas y otros poemas. Colección Clásica. Ed. Austral. Barcelona, 2013. P. 52.

[12] Las ideas de Nietzsche dejaron una huella evidente en el Modernismo; en sus reflexiones sobre el arte, estableció la oposición entre una postura dionisíaca y otra apolínea. La dicotomía le condujo a que al final de su vida introdujese la oposición entre Dioniso, símbolo de la vida como valor superior, y Cristo, símbolo del sacrificio por los demás. Se mostró a favor del primero. Rubén Darío, sin renunciar nunca a su condición de cristiano, también siguió en gran medida la estela dionisíaca.

[13] “Pero modernizar no implicaba enterrar el pasado, sino actualizarlo de modo original, individual y creador”. MARTÍ, JOSÉ, Ismaelillo / Versos libres / Versos sencillos. Ed. de Iván A. Schulman. Ed. Cátedra. Madrid, 2010. P. 17.

[14] Véanse pp. 27-33 en DARÍO, RUBÉN. Prosas profanas y otros poemas. Colección Clásica. Ed. Austral. Barcelona, 2013.

[15] Ibídem, p. 52.

[16] Recuérdese que la primera fase artística de Darío, la correspondiente a Prosas profanas, fue la más severamente criticada, frente a la más reflexiva representada por Cantos de vida y esperanza. Fuente: apuntes de clase de César Moya Casas, Literatura hispanoamericana I, Filología hispánica. UNED.

[17] Hay que insistir en la presunta paradoja de la estética como forma de protesta. Hay un sentido mucho más profundo en esta poesía que lo que generalmente se cree: “Los que equivocadamente han visto en el arte modernista una modalidad preciosista, escapista, exótica, afrancesada y frívola, han identificado el Modernismo con Darío y su Azul… o Prosas profanas, pasando por alto, sin embargo, los profundos valores filosóficos de estas obras”. MARTÍ, JOSÉ, Ismaelillo / Versos libres / Versos sencillos. Ed. de Iván A. Schulman. Ed. Cátedra. Madrid, 2010. Pp. 23-24.

[18] Los cisnes, poema dedicado a Juan Ramón Jiménez (vv. 27-34). DARÍO, RUBÉN, Azul… / Cantos de vida y esperanza. Ed. de Álvaro Salvador. Colección Clásica. Ed. Austral. Barcelona, 2010.

[19] RICO, FRANCISCO (coord.), Historia y crítica de la literatura española. Vol. VI, tomo I, Modernismo y 98 (coord. por MAINER, JOSÉ CARLOS). Ed. Crítica, S. A. Barcelona, 1991. Pp. 168-171.

[20] DARÍO, RUBÉN. Prosas profanas y otros poemas. Ed. de Ricardo Llopesa. Colección Clásica. Ed. Austral. Barcelona, 2013. P. 121.

[22] Introduce la música en Grecia. DARÍO, RUBÉN. Prosas profanas y otros poemas. Ed. de Ricardo Llopesa. Colección Clásica. Ed. Austral. Barcelona, 2013. Nota a pie p. 55.

[23] Hay confusión en la crítica actual en cuanto al significado del dios “Término”. Aunque hay interpretaciones justificables y acertadas, no se ha llegado a una clara y definitiva. Nadie sabe realmente qué simbolizaba “Término” para Rubén Darío (apuntes de César Moya Casas, Literatura hispanoamericana I, Filología hispánica, UNED).

[24]Término. Antigua divinidad agraria encargada de velar por toda clase de lindes, tanto privadas como estatales. Se le representa simplemente por medio de una piedra piramidal o un tronco de árbol […]. Para explicar el hecho de que el santuario de Término, lo mismo que el de Juventa, estuviese enclavado dentro del templo que Júpiter Óptimo Máximo tenía en el Capitolio, se decía que ellas habían sido las únicas divinidades con culto allí que se habían negado a ceder su sitio al nuevo dios.”  FALCÓN MARTÍNEZ, CONSTANTINO, FERNÁNDEZ-GALIANO, EMILIO y LÓPEZ MELERO, RAQUEL. Diccionario de mitología clásica (2 vols.). Alianza Editorial, S. A. Madrid, 1999. P. 565.

[25] Vv. 411-670 en el Libro VI de OVIDIO, Metamorfosis. Trad. de Antonio Martínez de Verger y Fernando Navarro Antolín. Alianza Editorial, S. A., Madrid, 2009. Según los traductores, el ave en que Filomela queda metamorfoseada es una abubilla. P. 214.

[26] Después de sus doce trabajos, Heracles tuvo que servir como esclavo durante tres años. “[…] El héroe fue vendido por Hermes a Ónfale, reina de Lidia. Se decía que Heracles pasaba los días vestido de mujer, con pulseras y collares, cardando lana o hilando, y todo ello para complacer a su señora, que se había puesto, en cambio, la piel de león y llevaba consigo la clava y el arco. […] Ónfale quedó tan satisfecha de los servicios prestados por su esclavo que le concedió la libertad, devolviéndolo a su patria completamente curado y lleno de regalos”. FALCÓN MARTÍNEZ, CONSTANTINO, FERNÁNDEZ-GALIANO, EMILIO y LÓPEZ MELERO, RAQUEL. Diccionario de mitología clásica (2 vols.). Alianza Editorial, S. A. Madrid, 1999. P. 298.

[27] Podría tratarse de los cuadros de Lucas y Hans Cranach (s. XVI). Véase artículo de RUIZ DE ELVIRA, ANTONIO.  Cuadernos de Filología Clásica. Estudios latinos, nº 14. UCM. Madrid, 1998.

[28] DARÍO, RUBÉN. Prosas profanas y otros poemas. Ed. de Ricardo Llopesa. Colección Clásica. Ed. Austral. Barcelona, 2013. Nota a pie p. 59.

[29] “…de cuyas ilustraciones pudo tomar formas y figuras, habida cuenta de que los poetas parnasianos vivían inmersos en un mundo de pintura, de música, de tipografía…” ARRIBAS, Mª LUISA, Vigencia de la mitología clásica en la poesía de Rubén Darío, de LÓPEZ FÉREZ, JOSÉ ANTONIO, Mitos clásicos en la literatura española e hispanoamericana del siglo XX. Ediciones Clásicas Madrid, 2009. P. 11.

[30] Émile-René Ménard, pintor simbolista francés (1861-1930).

[31] Hetaíra: Cortesana griega de elevada condición, prostituta.

[32] “Son diosas menores bajo cuya advocación estaban todo tipo de fuentes, ríos y lagos. […] Todas ellas, hermosas y jóvenes, amantes de la música y la danza, dotadas de facultades proféticas y virtudes curativas, se nos muestran con frecuencia unidas a dioses y sátiros.” FALCÓN MARTÍNEZ, CONSTANTINO, FERNÁNDEZ-GALIANO, EMILIO y LÓPEZ MELERO, RAQUEL. Diccionario de mitología clásica (2 vols.). Alianza Editorial, S. A. Madrid, 1999. Pp. 430-431.

[33] “Simboliza Adonis el espíritu de la vegetación anual. El mito que le relaciona con Perséfone y Afrodita representa la semilla que permanece oculta en la tierra durante un tercio del año”. Ibídem, p. 15.

[34] Arsène Houssaye, crítico simbolista francés (1815-1890), autor de Galerie de portrait du XVIIIe siècle (1847).

[35] DARÍO, RUBÉN. Prosas profanas y otros poemas. Ed. de Ricardo Llopesa. Colección Clásica. Ed. Austral. Barcelona, 2013. Nota a pie p. 67.

[36] Castalia: fuente consagrada a las musas. “Fuente de Delfos que lleva el nombre de una muchacha hija de Aqueloo que, perseguida por Apolo cerca de su templo, prefirió arrojarse a la fuente donde murió ahogada”. FALCÓN MARTÍNEZ, CONSTANTINO, FERNÁNDEZ-GALIANO, EMILIO y LÓPEZ MELERO, RAQUEL. Diccionario de mitología clásica (2 vols.). Alianza Editorial, S. A. Madrid, 1999. P. 127.

[37] “De la relación de lo divino y lo humano nace la belleza perfecta: Helena”. Apuntes de César Moya Casas, UNED.

[38] Reina de las Amazonas, hija de Ares y de Otrere, al igual que Hipólita. Muerta por Aquiles en la guerra de Troya. Véase FALCÓN MARTÍNEZ, CONSTANTINO, FERNÁNDEZ-GALIANO, EMILIO y LÓPEZ MELERO, RAQUEL. Diccionario de mitología clásica (2 vols.). Alianza Editorial, S. A. Madrid, 1999. P. 485.

[39] Cabalística: aquí significa ‘misterioso o enigmático’. Cábala es la conocida disciplina o escuela de pensamiento esotérico relacionada con el judaísmo.

[40] “Hija de Equidna y Tifón u Ortro, es la Esfinge un monstruo con rostro de mujer, cuerpo de león y alas de ave rapaz. Su leyenda está íntimamente ligada al ciclo tebano y, concretamente, a la figura de Edipo.” FALCÓN MARTÍNEZ, CONSTANTINO, FERNÁNDEZ-GALIANO, EMILIO y LÓPEZ MELERO, RAQUEL. Diccionario de mitología clásica (2 vols.). Alianza Editorial, S. A. Madrid, 1999. P 219.

[41] Ibídem, pp. 187-189.

[42] SPANG, KURT. Géneros literarios. Ed. Síntesis. Madrid, 2011. P. 54.

[43] Epíteto del dios Apolo, de etimología desconocida por más que se haya querido rastrear en él el significado de brillante, resplandeciente. FALCÓN MARTÍNEZ, CONSTANTINO, FERNÁNDEZ-GALIANO, EMILIO y LÓPEZ MELERO, RAQUEL. Diccionario de mitología clásica (2 vols.). Alianza Editorial, S. A. Madrid, 1999. P. 241.

[44] Helena: hija de Zeus y de Leda; de belleza extraordinaria. No es extraño que sea la primera en el poema.

[45] Nombre que recibía la reina de Saba.

[46] Ifigenia, Electra, Catalina: se trata de Ifigenia (hija de Agamenón, a la que quiso sacrificar Diana), Electra (hermana de Ifigenia, que vengó la muerte de su padre) y la mártir santa Catalina de Alejandría.

[47] Ite Missa Est, significa ‘es la despedida’, literalmente Id en misión evangelizadora, que es la fórmula final con la que se despide a la asamblea después del culto de la misa católica en latín.

[48] Eloísa (1101-1164), dama francesa, famosa por su amor por Abelardo (o Abailard, Pedro, 1079-1142), filósofo y teólogo, que fue su maestro y se casó secretamente con ella, tras lo cual huyeron a Bretaña. Su epistolario con Eloísa sirvió de base a la leyenda romántica sobre su vida, que él mismo relata en Historia calamitatum. PÉREZ, ALICIA (Coord.), La Enciclopedia. Ed. Salvat Editores, S. A., Madrid, 2003. P. 18.

[49] ARRIBAS, Mª LUISA, Vigencia de la mitología clásica en la poesía de Rubén Darío, en LÓPEZ FÉREZ, JOSÉ ANTONIO, Mitos clásicos en la literatura española e hispanoamericana del siglo XX. Ediciones Clásicas Madrid, 2009. P. 10.

[50] “Si atendemos a Marasso […] el poeta tuvo en cuenta, en primer lugar, la obra ovidiana, de la que extrajo directamente, entre otros datos, los nombres de los centauros, y después, la Mythologie dans l’art ancien et moderne de René Ménard”, ibídem, p. 11.

[51] Ver libro XII de las Metamorfosis.

[52] Quirón y Folo, a diferencia de los demás centauros, no son hijos de Ixión y Néfele. FALCÓN MARTÍNEZ, CONSTANTINO, FERNÁNDEZ-GALIANO, EMILIO y LÓPEZ MELERO, RAQUEL. Diccionario de mitología clásica (2 vols.). Alianza Editorial, S. A. Madrid, 1999. P. 436.

[53] Véase §25.

[54] FALCÓN MARTÍNEZ, CONSTANTINO, FERNÁNDEZ-GALIANO, EMILIO y LÓPEZ MELERO, RAQUEL. Diccionario de mitología clásica (2 vols.). Alianza Editorial, S. A. Madrid, 1999. Pp. 590-591.

[55] Ibídem, p. 444.

[56] Ibídem, p. 69.

[57] Ibídem, p. 252.

[58] Ibídem, p. 351.

[59] Se equivoca Ricardo Llopesa en la nota a pie de Prosas profanas (p. 97) al confundir al centauro Éurito con el Éurito rey de Ecalia y padre de Iola o Yole, relacionado con la leyenda de Heracles.

[60] Nota a pie en la ed. de R. Llopesa, p. 106.

[61] En la mitología griega, el ícor (en griego ἰχώρ ikhốr) era el mineral presente en la sangre de los dioses, o la propia sangre. Esta sustancia mítica, de la que se decía a veces que también estaba presente en la ambrosía o el néctar que los dioses comían en sus banquetes, era lo que los hacía inmortales. En apariencia dorado, cuando un dios era herido y sangraba, el ícor era venenoso para los mortales, matando inmediatamente a todos los que entraban en contacto con la sangre de un inmortal. Homero describe en la Ilíada (vv. 339–342) de la siguiente manera el momento en el que Afrodita fue herida por Diomedes: “Brotó la sangre divina, o por mejor decir, /el icor; que tal es lo que tienen los bienaventurados dioses, / pues no comen pan ni beben vino negro, / y por esto carecen de sangre y son llamados inmortales”.

Definición actual del DRAE: –. (Del gr. ἰχώρ). 1. m. Med. En la antigua cirugía, líquido seroso que rezuman ciertas úlceras malignas, sin hallarse en él los elementos del pus y principalmente sus glóbulos.

[62] POE, EDGAR ALLAN, Cuentos. Ed. de Julio Cortázar. Alianza Editorial. Madrid, 2001. Ligeia, pp. 161-171.

[63] Nota a pie en la ed. de R. Llopesa, p. 131.

[64] FALCÓN MARTÍNEZ, CONSTANTINO, FERNÁNDEZ-GALIANO, EMILIO y LÓPEZ MELERO, RAQUEL. Diccionario de mitología clásica (2 vols.). Alianza Editorial, S. A. Madrid, 1999. Pp. 233-234.

[65] Seud. de Anatole-François Thibault (1844-1924). Escritor francés. Sus inicios literarios parten del Parnasianismo (Poèmes dorés, 1873), aunque el éxito lo alcanzó con la novela Le crime de Sylvestre Bonnard (1881) […]. Crítico literario del periódico Le Temps […]. En 1896 ingresó en la Académie Française. […] En 1921 fue galardonado con el premio Nobel de Literatura. Sus principales características fueron la sujeción del relato a los símbolos ideológicos, el cuidado formal y la ironía y sutileza intelectuales. PÉREZ, ALICIA (Coord.), La Enciclopedia. Ed. Salvat Editores, S. A., Madrid, 2003. P. 6365.

[66] Nota al pie de la edición de R. Llopesa, p. 165.

[67] En la teoría literaria, aquí tendría sentido un análisis relacionado con la recepción. Jauss proponía la existencia de un “horizonte de expectativas” en el lector, por su conocimiento de la tradición del género, y una “distancia estética” a ese horizonte, que es realmente la originalidad y la medida de lo artístico de la obra. El impacto de las formas y metros clásicos de Darío con toda esa carga original modernista le otorgaría un enorme carácter artístico.

Otro crítico relacionado con la recepción es W. Iser, que dice que en la obra literaria hay dos polos: el artístico, referido al texto creado por el autor; y el estético, que tiene que ver con la concretización llevada a cabo por el lector. La obra se sitúa a medio camino de ambos: lector y autor participan en un juego de la imaginación. Darío, con todas las imágenes mitológicas, exóticas, lanza al lector a la acción. DOMÍNGUEZ CAPARRÓS, JOSÉ. Teoría de la literatura. Ed. Centro de estudios Ramón Areces. Madrid, 2009. Pp. 384-391.