Miguel Adame Vázquez es un poeta de la vieja escuela, un poeta con mayúsculas, un poeta de los que escasean.

Una de las impresiones que percibe el lector de la poesía de Miguel es la fidelidad que muestra a sus voces. Desde el título nos indica que su voz será la suya, la que habla del dolor, la del poeta arrinconado, el aullido de las injusticias, el susurro del evidente amor con el que perfuma cada uno de sus poemas. En ocasiones uno tiene la sensación de que las poesías se quedaron incompletas o que las publicó con cierta premura aunque ignoro hasta qué punto puede ser cierto. Quizá este detalle es el que más le engrandece ya que escapa del adorno pretencioso, y es que Miguel es un poeta humilde.

“Porque la justicia no es un burdel que se compra con la fuerza de las mentiras.”

Siempre produjo en mí una emoción especial al ver su lógico sistema poético. Este verso, de su maravilloso poema «El color oscuro de la maldad» podría ser el emblema que Miguel Adame ha escogido para titular su poesía. Siempre reconociendo su sentimiento de abandono hasta que aparece ella, aquella mujer que corrige sus defectos y habita sus vacíos.

“Extraño tu luz que ilumina mi universo del error y la desdicha.”

En el poema “Yo he estado ahí” me sentí más cerca de él que nunca, quizá se trate de uno de los textos más valiosos de Poémame. En él podemos encontrarnos su pureza, sus ganas por sobrevivir a un pasado adverso, a un ayer de hirientes golpes que trata y sana gracias a sus sueños intactos.

Miguel se toma muy en serio su trabajo y nos brinda con gran perspectiva una transparente radiografía del alma de la poesía, una poesía en la que, como en la vida, podemos encontrar esos ingredientes que solemos usar: versos inalterables y tristes, con un abandono pasado y versos dulcificados. Pero no seré yo quien descubra sus líneas.

Revele el lector por sí mismo, sin prejuicio, a solas y en silencio, su voz legítima e íntima y se deleite con la lectura de quienes mejor valoran su poesía, lectores con intencionalidad poética.

 

El color oscuro de la maldad

Veo ante mí, el horizonte el color oscuro que luce la maldad.
Es como un ropaje frío que se roba el aliento de los suspiros buenos del calor de la tibia mañana que va naciendo.

No logro comprender sus pensamientos.
Sus mentes testarudas no son claras como las almas de los que sí pueden decidir estar con la bondad.
Sin ningún mínimo intento, no escuchan la gloria que te bendice por obrar siempre por lo que es bueno.
Solo veo su sombra que se crece ante el intento de robar la esperanza de creer.

Solo veo su corazón roto, que ha estado así por muchísimo tiempo.
Viviendo en el laberinto de los años que se inclinan siempre por un alma fría que ataca sin ningún remordimiento.

No logro comprender cómo van pisando los pétalos de las rosas, que tú pusiste en el camino para recordar tus pasos andados.
Y no replicar el poco remordimiento de ellos por dañar a otros sin ninguna pizca de misericordia.

Apagan sin ninguna vergüenza la flama tibia de la buenaventura.
Son como un rostro hipócrita que se encima tras una máscara arrugada por las mentiras.

Con un rezo falso de una bondad que nunca han ejercido, van sembrando la apariencia de que son más que justos.

Pero no les bastarán las plegarias falsas para saciar la justicia de aquel a quien nada se le oculta.
No les bastará ocultarse en el más recóndito sentimiento falso, porque no pueden engañar a aquel que todo lo ve.

No les bastará con respirar el odio húmedo que se impregna en sus palabras.

Palabras que resultan ser falsas como sus sueños malignos que no se cumplirán de nuevo.

Porque la justicia no es un burdel que se compra con la fuerza de las mentiras.

Por eso fracasaran de nuevo.
Y podré ver el horizonte azul de la verdad.

 

Yo he estado ahí

Yo he estado ahí.
Con la fuerza a tope por la lucha eterna que no se acaba por sobrevivir.

Yo he estado ahí.
En una existencia que se escurrir del lodazal de la apatía que solo enferma porque nunca intenta fugarse y salir.

Yo he estado ahí.
Como un espanta pájaros que huye de las cicatrices del pasado y que solo consigue nuevamente contemplar la noche que nunca termina.

Yo he estado ahí.
Con el corazón roto en mil pedazos por un rompecabezas que nunca se podrá unir de nuevo.

Yo he estado ahí.
Con las hojas del otoño en los suelos solo esperando que el viento las pueda alejar de mí.

Yo he estado ahí.
Huyendo con el frío de un invierno que nunca pasa del todo.

Yo he estado ahí.
Con el crujir del mar agitado que se azota con fuerza hasta deshacer todos tus sueños.

Yo he estado ahí.
Tratando de recordar el camino de vuelta a casa de ese laberinto que nunca tiene salida.

Yo he estado ahí.
Con las manos llameantes por un fuego que no solo quema lo que es de afuera.

Yo he estado ahí.
Caminando en la cuerda floja de la desdicha al regar con lágrimas las flores de mí pasado.

Yo he estado ahí.
Queriendo alcanzar la llave que abre los sueños que no son míos.

Yo he estado ahí.
En la punta del precipicio más alto sin saber que lo mejor es contemplar lo hermoso que se ve el horizonte desde esa perspectiva.

Yo he estado ahí.

Es por eso que entiendo cuando me hablas con la mirada y me dices que ya no puedes seguir adelante.

De nada sirve el sentir lástima por uno mismo.
Te lo digo porque ya no estoy más ahí.

 

Érase una historia de un amor apasionado

Érase una historia de un amor apasionado.
Qué volcó su imaginación recordándote.

No encuentro el sigilo guardado en la memoria.
Para vivir y despertar del sueño eterno ante tu ausencia.

Las caricias de tus palabras solo hacen eco en mis razones para subsistir siempre desesperado por tu calor ausente.

Una fuente inagotable de amor emana de mi vida que sin ti ya no es una noche con estrellas.

Extraño tu luz que ilumina mi universo del error y la desdicha.

Mi amor por ti es más que un volcán poderoso que estalla con solo tu recuerdo.

Aún prefiero tener tu amor al lado de mi cuerpo y no logro ocultar el miedo de perderte.

Érase una historia de un amor apasionado que vivió por ti.