Hace pocos días fue La noche de los libros en Málaga, así que decidí darme un paseo por el lugar donde se celebraba para probar suerte y encontrar algo atractivo entre tantas estrofas vacías. Entonces, en un stand de la editorial Miguel Gómez Ediciones, me topé con las letras de Rafael Pérez Estrada. Los cinco euros que llevaba en la cartera fueron los justos y necesarios para poder llevármelo a casa.

Rafael Pérez Estrada (1934-2000, Málaga), Elecciones personales, una antología de urgencia (1996), Miguel Gómez Ediciones

Muchas obras hacen de algún modo referencia a la poesía. La metapoética es un tema que funciona como recurso; hablar de versos y estrofas, de palabras e incendios en el papel, se vuelve con cierta retórica a favor del yo poético. Esta, concretamente, empieza dando la mejor respuesta que he leído a la tan retorcida pregunta sobre, ¿qué es la poesía? Me gustaría compartir la página completa que Rafael utilizó de una forma tan certera: Conceptos para una poética.

Conceptos para una poética

Era de noche y me encontré al poeta: estaba tiritando de inédito.
Le pregunté y me dijo: Me pesa mucho la realidad para no ser poeta.

La poesía trasciende la condición del poeta.
La poesía debe ser eléctrica e inesperada, inmediata y en vena.
Un poema sólo debe oler a poema, nunca a limón.
Ni tampoco deben oler los poemas a pan recién salido del horno.
Ni a tierra mojada por la lluvia.
Si olieran así, olerían a tópico, y el tópico es como un caracol haciendo eses con su baba de plata.

El poeta: cómplice del silencio.

Sólo sé que, si abro el poema, deberá sangrar.

Me hablaron de un poema milagroso que, en su soledad, llovía abundantemente.
Al final hubimos de convenir que no era un poema, sino una nube.

Rafael fue dibujante, escritor y un gran poeta, aunque no solía escribir en verso. De hecho, esta primera página es lo más parecido a ello que encontraréis a lo largo del libro. Solía decir que el género literario, no es solo una clasificación, sino también una frontera. Su estilo es predominantemente prosaico, manteniéndose en la lírica, en la poesía. Puede sentirse el ritmo en las palabras, el cuidado en el relato y la intención de penetrar en el alma de quien tiene uno de estos párrafos entre sus manos.

La obra en cuestión es una antología personal, una selección de prosa lírica bajo criterio del autor compuesta por poemas de algunas de sus obras, como Las horas crueles, Libro de Horas o El domador entre otras. Podemos encontrar también poemas inéditos que, hasta esta última edición, no habían visto antes la luz. Presentimiento es uno de ellos.

Presentimiento

De pronto se oyen gritos. Sombras de gente corren para evitar un suceso que parece terrible.
No me opongo, lo que no acontezca en este sueño ocurrirá mañana.

Es difícil saber cuál fue el criterio. ¿Por qué esos poemas? La temática constante recuerda un poco al discurso de Ángel González en su obra póstuma,  Nada grave.

«El domador de lunas y de estrellas», una ilustración de Rafael Pérez Estrada

Parece que el poeta sabe cuándo acecha la muerte, cuándo se aproxima el final, y le mira a los ojos sin inmutarse demasiado: sabe que ya lo ha escrito todo, solo queda decir adiós. Tal vez fuera esa la función de esta antología, hacer ver lo humano de la muerte, que la tragedia no lo es tanto si se aprende, así es como Rafael plasmó su futuro infranqueable.

El poema que cierra el libro parece una suerte de desafío, abandera el coraje al mismo tiempo que teme el final de sus días, cuando deje de escribir, cuando ya no tenga destino. Se titula, Diario.

Diario

He leído en mi propio diario: Escribir es el destino del hombre (el silencio, su cómplice), y ahora tengo miedo a dejar de escribir. Es la pasión la que nos sostiene. Cada astro es una letra componiendo un verbo difícil. Cada luz, un signo del cosmos. Morir, quizá sea escribir la palabra muerte.