La respuesta no ha cambiado ─al menos, no debería haberlo hecho─ desde que Bécquer confundió la pupila con el iris, y no me refiero a un tú impersonal; vengo a hablar de la noción de poesía como arte supremo, en palabras de Beethoven.

Es un poco burdo recurrir a diccionarios para textos algo más científicos, aunque no tanto como la idea de romantizar todo lo aparentemente bello y llamarlo poesía.  El DRAE habla de la poesía como manifestación de la belleza o del sentimiento estético por medio de la palabra, en verso o en prosa. Y hasta ahí, es correcto. Más allá de lo que se pueda leer sobre que la poesía son palabras y saltos de línea, es necesario subrayar que la prosa también es poesía. Otros diccionarios hablan de ella como expresión artística de la belleza por medio de la palabra, en especial aquella que está sujeta a la medida y cadencia del verso. Hagamos un esfuerzo por remarcar algo muy importante en los tiempos que corren: sujeta a la medida y cadencia del verso. No se puede hacer un poema de un simple texto propio de las corruptas redes sociales. Este sería el aspecto estético del poema. La estructura, la uniformidad, el sentido propiamente estético: algo artísticamente lógico. El arte tiene parámetros, no olvidemos.

El concepto de la poética ha rondado siempre por la esfera cultural, y ahora parece un poco ausente, tal vez por el imperio editorial que pretende gobernarnos, o por los personalismos e intereses tan presentes en un lugar que no les corresponde. Gabriel Celaya ya decía que ser poeta es asumir la pena de todo lo que existe. No lo tomemos como dogma, es arte, hay que entender la tragedia y la belleza remanente de ésta. No significa que la felicidad no tenga cabida en la poesía, desde luego, pero esto último, la felicidad en la poesía, es un arma que desenfundan autores propios de aquellos simples y breves textos de redes sociales a los que antes hacía referencia, y suelen disparar más rápido. Frente a esto, han aparecido desde hace algo más de un siglo, libros y manifiestos con un título común: Defensa de la poesía. La historia se repite, también aquí.

Volvamos al concepto. De la mano de Luis García Montero, autor más contemporáneo aún que Gabriel Celaya, podemos vislumbrar en toda su obra una idea fundamental que responde a nuestra eterna pregunta. El poema nace de la necesidad de estarle hablando a una silla vacía. Aparece de nuevo la tragedia, la aparente tragedia, pues si hemos leído a Luis, sabremos que no es precisamente un autor trágico. Sin embargo, es cierto que la poesía nace de la soledad, de las palabras que rondan el silencio, las sombras que acechan, las ventanas abiertas de un hotel… El poeta no es únicamente un sujeto frustrado, triste y solo. Aunque la noción de poeta da para otro artículo, ahora nos concierne la poesía. ¿Qué es poesía, Gustavo Adolfo?

Quitémonos las alas y tratemos de escribir con los pies sobre la tierra, ¿sí?
Wislawa Szymborska

Desde la aparición del verso libre, han sido demasiadas las libertades que se han tomado para calificar textos como arte lírico. Los diccionarios ya están actualizados y no hablan de la estricta rima. Ahora, para utilizar ─incluso sustituir─ este recurso con elegancia, se emplea la rima interna. Por ejemplo: No queda en este templo/ siquiera silencio por compartir./ Acariciar el vaho de una ventana rota/ se torna peligroso si me escondo…/.  Templo hace rima asonante con silencio, igual que rotatorna. Gracias a esto ─entre otras cosas, por supuesto─ se logra el segundo elemento para que un texto con saltos de línea pueda considerarse poesía: el ritmo. No es el único modo de lograrlo, de hecho, no es el principal. El ritmo no tiene por qué llevar rima de ningún tipo; puede percibirse a la hora de recitar el texto. Si tiene cierta musicalidad, si fluye fácilmente, ese texto tendrá ritmo. ¡Pero cuidado! Aun no podemos hablar de poesía.

La forma no afecta solo a cuestiones palpables como el ritmo o la rima interna, es algo más complicado. La forma también hace referencia al cómo semántico, a los significantes y la semiótica que implica elegir una palabra u otra. Imaginad a Neruda poniendo Estoy muy triste esta noche y voy a escribir,/ por ejemplo: el cielo está lleno de estrellas/ que tiemblan de frío// en lugar de Puedo escribir los versos más tristes esta noche./ Escribir, por ejemplo: la noche está estrellada,/ y tiritan, azules, los astros, a lo lejos.// Puede que el mensaje sea el mismo. Neruda estaba triste, hablaba de estrellas lejanas… Pero la última forma es infinitamente más poética que la primera. Baila con las palabras, juega con el mensaje desfigurando al yo poético dentro del propio poema, para que sea el poema quien hable. Es por esto que los poetas son eternos.

Tenemos definida la parte más objetiva de la cuestión, salvando las distancias de los gustos y las preferencias, claro. Ahora viene el último elemento, la idea que permanece en el poema y que un día lo empujó a nacer: el relato. ¿Qué cuenta el poema? Desde luego que no vale cualquier cosa, aunque Quevedo le hiciera un poema al pedo y Machado viviera atormentado por moscas dejando constancia de ello. A modo de breve inciso: escribir sobre temas banales, sin sentido o burdos, con cierta intención humorística, es algo que caracteriza a la antipoesía. Os animo a indagar sobre ello, es algo curioso cuanto menos. Siguiendo el hilo conductor y llegando poco a poco a un final sin sólidas conclusiones, continuo. Hay temas centrales, tales como la muerte, el tiempo, el amor… Temas, a fin de cuentas, de peso, temas que tienen cabida en este noble arte.

Recordemos: estructura, forma y relato. El contexto que vivimos en la actualidad se encuentra en una profunda crisis porque, precisamente, no hay armonía entre estos tres elementos. No es un problema que la gente escoja escribir, que creen sus textos y los publiquen en blogs y redes sociales; para eso están, a fin de cuentas. El problema surge cuando las librerías están repletas de obras sin categoría, repletas de textos que no son ni uniformes, ni artísticos. Sin embargo, no es una realidad que pueda tomarse para juzgar la totalidad de la esfera poética, pues no es cuestión de que el nivel general haya bajado ─tanto─, sino de que aquello que se publica, aquello que se entrega en cantidades desproporcionadas a librerías sabiendo perfectamente que se va a convertir en una suerte de best seller, se pone bajo el título de poesía. ¿Qué problema hay? No es solo que frivolicen el concepto de poesía sin más. El problema se hace mayor cuando tenemos en cuenta dos factores: el primero es un tanto físico y simple, quizás el más perceptible; las estanterías son limitadas. No caben todos los autores, así que, como una librería, salvo en dignas y valientes excepciones, es una empresa que busca beneficio vendiendo contenido, optará por colocar en su estrecha estantería de poesía aquello que se vende con facilidad. Ojo, esto no quiere decir que lo que se venda sea malo; quiere decir que descubrir nuevos autores será mucho más difícil (casi imposible) que si el criterio fuese de calidad y no de capital. El segundo factor es algo más cultural que lo anterior. Cualquiera que se pare a observar se dará cuenta de que la poesía es un género de minorías; claramente la novela está mucho más presente. Quizá por su accesibilidad, tal vez porque la poesía sea algo complejo de entender… Cuestiones menores para lo que nos acontece. Es por ello que, cuando un libro de, según las librerías, poesía, aparece entre los más vendidos de la semana, hay que plantearse algunas preguntas que probablemente desemboquen en la afirmación que he formulado anteriormente: estamos en una situación de crisis cultural, y van ganando los malos.