Con media España bajo la nieve y prácticamente toda Europa congelada en este invernal mes de febrero, hemos escogido seis poemas de autores de Poémame a los que el invierno y la nieve han servido de inspiración. ¡Esperamos que disfrutéis de su lectura!

¡Nieva! (Raúl Carreras)

¡Nieva!
A través de la ventana,
de forma grácil, serena,
miro la nieve cuajada,
desquiciada primavera.

¡Nieva!
Va cayendo, tan callada,
copos de nieve ligera,
la ventisca susurrada
que da paso a la tristeza.

¡Nieva!
Y se extingue nuestra llama,
tu mirada se congela,
y ya no nos queda nada,
y en las venas…,
mi sangre también se hiela.

¡Nieva!
El cielo en copos se desgrana
y se funde con la tierra,
nuestras vidas se separan
al terminar la tormenta.

¡Nieva!
Como si una manta blanca
esté borrando tus huellas,
y se me derrite el alma
al marcharte de mi vera.

¡Nieva!
Solo una fugaz nevada
que se ha quedado deshecha
entre el barro de una lágrima.
Y en el invierno
del corazón… ¡también nieva!

Hacía color a tu lado (Esteban Pérez Sánchez)

Hacía color a tu lado
y el invierno era menos frío,
la niebla abrazaba los pinceles de hielo,
como un cristal cortante de piel y vida
y el té humeaba
como una chimenea de leña de sentidos,
dibujaba en tu lienzo de piel un cuadro de nieve,
con fondo de una noche con halo de luna en tu sexo,
reposaban mis manos en tus pechos de acuarela,
como una boca con uñas ardiendo en tus heridas
y hablabas de una incipiente primavera
mientras apoyaba mi cara en la hojarasca de tu vientre.
Fue así ese cuadro inacabado,
pero hacía color y el invierno era menos frío.

Descalza sobre la nieve (Verín)

Elegí la manera de mostrar
lo que soy ante el mundo;
con la piel erizada
y un suspiro en cada mano
─mi tisana contra el frío─.

Me hago añicos en el aire
con la firme intención
de caer sobre unas manos
que deshojen con viveza
la cellisca del invierno,
de este invierno perpetuo
cayendo sobre las huellas,
sobre la linde que separa
el desaliento de la entereza.

Me entrego con vehemencia
al abrazo, al calor duradero
que provoque
el deshielo o la avalancha,
sin aterir mis pasos
mientras camino descalza
sobre la nieve.

La nieve cayendo de tu voz (Alex Richter-Boix)

La nieve cayendo sobre tu voz,
es domingo,
la noche de un invierno
lento,
de conversaciones al borde.

Caída
que no ofrece nada,
descenso arrastrado
sin horizonte.

Una manzana que nunca llega al suelo,
tampoco a la boca.

Suspendida.

El sol sube,
nosotros bajamos,
el mundo se inclina
en el vacuo espacio.

No hay principio,
retrocedo, rebobino,
no lo diviso,
el tiempo está roto.

La alegría fue,
hoy es demencia.

Escucho tus frases
la nieve cayendo de tu voz:
Adiós.
Adiós, adiós.

Helada (Dee Dee Acosta)

Estoy aquí, fingiendo que miro tus paisajes
y que te bebo en un café,
porque en la distancia hace frío, y aquí,
donde dejaste mis huesos sepultados
a veces te respiro.

Tu olor se derrite y entibia mi alma,
le ayuda a deslizarse sobre riscos,
a escapar de la niebla.
Por más alto que llegue
tratando de quemarme en el sol,
cuando se acaba tu esencia, me congelo.

Sigo aquí, como me dejaste
gélida al tacto, de semblante entumecido
con la piel hecha nieve, los labios quebrados
y todo el cuerpo estremecido.

No estás, ni siquiera
para contarme cómo lo has hecho
cómo he de romper este hechizo
o si será mi destino perecer en el hielo.

Hay esperanza (Edu Gallego)

En la yema que despunta
bajo la nieve,
intacta.
En el seno que es abrigo
de la noche
y amamanta.
En el ocaso que guarda,
la semilla de un mañana
En tu sonrisa de niña,
feliz y despreocupada,
hay esperanza.