Conocí la poesía de Antonio Cruz a través del poeta Hilario Barrero al que entrevisté hace unas semanas. Fue un descubrimiento y lo he querido compartir con todos vosotros y vosotras.

 Narrador, traductor y neerlandista, aunque esencialmente poeta, Antonio Cruz Romero (Almería, 1978) es autor del libro de relatos Cuentos macabros ilustrados (2014) y de la novela El banquete: crónica de un ajusticiamiento (2017), y sus poemarios más recientes han sido Grecia: guía de viaje para poetas y antipoetas (2016), En el abismo del olvido (2017) y Una habitación de hospital con vistas al mar (2018).

Ha traducido entre otros al norteamericano Robinson Jeffers, a los poetas neerlandeses J. J.Slauerhoff, Menno Wigman, Arie Visser e Ilse Starkenburg, así como a los flamencos Hugo Claus y Paul Snoek, terreno este de la traducción en el que cabe destacar su ensayo y antología poética Poesía
experimental de los cincuenta en lengua neerlandesa
(2016). Sus poemas han aparecido en diversas publicaciones españolas e internacionales.

Ha sido becado en dos ocasiones como «Translator in Residence» en la Casa del traductor de Ámsterdam (Het Vertalershuis Amsterdam), y es el fundador y editor de la revista Ravenswood Magazine (2014–2018) y Atonaal, revista de poesía (2018–presente). Su blog lleva por título Sobre filias y fobias literarias.

¿Podría usted contarnos un poco de su vida y actividad literaria?

Nací en la comarca de Los Vélez (Almería), y concretamente en María, un pueblo pequeñito de montaña que descansa a los pies de su sierra. Con 18 años me trasladé a Almería para iniciar estudios universitarios, que es donde actualmente vivo. Por motivos sentimentales Ámsterdam es como mi
segundo hogar; en los últimos tiempos una ciudad amarga y dolorosa, antaño radiante, pero siempre apasionante.

En cuanto a mi actividad literaria, mi forma de expresarme ha sido desde siempre mediante la escritura, especialmente en situaciones dolorosas, pero no es hasta hace unos cinco años, tras una «filosofía» que ahora entiendo desacertada, cuando decido que quizá alguien podría estar interesado en
leer aquello que escribo. Aunque aún sigo meditando si fue buena idea.

EL CAOS Y EL MIEDO

Me asomo a la ventana:
soy siempre el último que me acuesto,
el último de la calle, el de mi casa.
El caos es visible: los papeles
sobre la mesa como un enfermo anestesiado,
rayajeados, escritos con diferentes colores;
montones de libros en el suelo.
Todo está oscuro y miro la vida
con los ojos de la noche.
Y siento el miedo de no saber
si con la luz del día siguiente
yo mismo seré capaz de amanecer.


– Una habitación de hospital con vistas al mar, Editorial Letras Cascabeleras. Cáceres, 2018.

¿Cuáles fueron sus primeras lecturas poéticas y qué autores le influyeron?

Las primeras, con 10 o 12 años, fueron esencialmente Poe y Bécquer en cuanto a poetas, pues en casa de mis padres eran dos autores digamos que «famosos». Y en los primeros años de Universidad Bukowski, Baudelaire, Valente y Panero, Ezra Pound y Eliot, Rimbaud y Pessoa, y también en esa época el neerlandés Cees Nooteboom y el flamenco Hugo Claus, fundamental en mi poética, como lo ha sido la poesía en lengua neerlandesa en general. Al fin y al cabo cada uno de ellos me influyó en mayor o menor medida, incluso me siguen influyendo; otros en cambio ya no, como por ejemplo Bukowski.

¿Cómo definiría a su poesía?

Como he dicho en más de una ocasión, en la poesía (y en la mía se corrobora en cualquier poema) sólo existen dos verdaderos temas: la muerte y el amor, que puede reducirse a uno solo: la muerte, pues
entiendo que el amor es en realidad un sucedáneo de la muerte. Así que sólo escribo cuando hay muerte y dolor a mi alrededor, y cuanto mayor es, más y mejor escribo. Envidio a los que hacen poesía alegre, pero
mi poesía es radicalmente autobiográfica, y yo soy un pesimista profesional.

MAR DE EGEO III

la playa de erizos
ha dibujado tu cadavérica
silueta… un golpe de estado
del mar… te ha borrado
la arena

– Grecia: guía de viaje para antipoetas y soñadores. Manual para un naufragio ya pasado.
Editorial Letras Cascabeleras. Cáceres, 2016.

¿Cree que el poeta «evoluciona» en su escritura? ¿Cómo ha cambiado su lenguaje poético a lo largo de los años?

Sí, es evidente, de lo contrario creo que sería un problema. El poeta evoluciona a la par que aquello que lo rodea, y se sirve de experiencias (en mi caso como he dicho sólo me sirven las más amargas). Si no evolucionase sería algo inanimado, una piedra. Mi poesía ha cambiado radicalmente, aunque en esencia siga siendo casi similar, y además me han influido la lectura constante y variada de poetas que voy leyendo y cuyos matices voy incorporando a mi estilo.

¿Cómo siente que un poema está terminado y cómo lo corrige?

Siempre escribo sobre papel, al principio aporto demasiados «datos», y tras una docena de versiones hay un momento en el que intuyo que puede estar terminado, lo paso a ordenador y lo dejo reposar. Hay poemas que tras terminarlos determino que son perfectos («uno de mis mejores poemas», me digo a veces), pero pasado un tiempo compruebo que no es así. En alguna ocasión también se produce alguna sorpresa, cuando un poema totalmente descartado lo reviso y al cambiar algunas palabras o versos pasa a ser candidato para un futuro poemario. En realidad sólo el 20% de lo que escribo le doy el visto bueno para que se publique, y aun así nunca acabo satisfecho; destruiría cada uno de los poemas que he escrito, incluso los que ya están publicados; incluso los más recientes.

¿Cuál es el fin que le gustaría lograr con su poética?

Lo que más preocupaba era tener una voz propia, que no fuese imitación de otra. Sí entiendo que cada poeta que leo y me gusta, cada poeta que admiro me aporta algo importante y diferente a mi forma de escribir, pero no busco imitarlo. Y eso es lo que busco en cada poema: perfeccionar mi propia voz poética y ser reconocible, en primera instancia por mí mismo.

¿Qué lugar ocupa, para un poeta como usted, las lecturas en vivo?

Me gusta acudir a los recitales de poesía, incluso aunque no tenga mucha predilección por el poeta, pero detesto ser yo el protagonista de una lectura en vivo, como tampoco me gustan mis propias presentaciones, y me limito a hacer las puramente «obligatorias».

¿Qué opina de las nuevas formas de difusión de la palabra, ya sea en páginas de Internet, foros literarios cibernéticos, revistas virtuales, blogs, etc.?

Aunque valoro el papel por encima de cualquier forma de publicación, entiendo que los blogs y las revistas digitales resultan fundamentales y son de una importancia capital, tanto en la faceta de poeta como en la de lector, y que cualquier poeta pueda ser leído de manera fácil e inmediata en cualquier parte del mundo gracias a estas publicaciones virtuales.

¿Podría recomendarnos un poema de otro autor que le haya gustado mucho?

Podría recomendar infinidad de poemas, por lo que me resultaría muy doloroso citar uno solo: «Plática» de Baudelaire, ¡y otros tantos más!; innumerables de Georg Trakl, como «Crepúsculo espiritual» o «Noche de invierno»; el largo poema de Eliot La tierra baldía; de Slauerhoff «En memoria de mí mismo» o «Saudade»; «Lisbon Revisited» o «Tabacaria» de Pessoa; una docena de Paul Snoek, como «La pena del pintor»; de Hugo Claus recomendaría «Ensayo», un poema demoledor; de Rosillo Melancolía» o «Supón que aún es agosto»; cualquier poema del magnífico poemario de Hilario Barrero «In tempore belli», del que no me canso de releer, como por ejemplo «Muerte» o «Easter Sunday en Green Wood», que además tiene un verso que lo uso como lema personal y dice «Saber que eres mi tierra y mi mortaja». Y como hace poco que se ha publicado mi traducción del último poemario del poeta neerlandés Menno Wigman (del que recomendaría también el poema «Para terminar»), aconsejo el poema «Infinitamente
despierto». Y por último, cada uno de los poemas que integran el último poemario de Antonio Praena. Perdón por no haber podido reprimirme y citar uno solo.

Marchita su belleza en esquinas oscuras,
su cuerpo corrompido de gusanos de noche,
asediado de heridas, temblores y tumores
ya no quiere vivir, desnudo y desterrado
se aleja de los suyos. Agobiado de grietas
es difícil mirarse en el espejo
y ver una carroña sin forma ni esplendor,
pergamino sonoro su piel en de profundis,
la cicatriz de la barbarie iluminada.
Imposible salvarse de esta guerra
nivelando sus dedos de ungüentos y pomadas,
poniendo contrafuertes a su cuello,
sus vidrieras borrosas de luz ronca,
un nido de serpientes reptando por su nuca.
¿Cómo vivir de ser el contemplado a contemplar,
de vender su hermosura a tener que comprarla,
de ser incendio a estar petrificado,
rebosante de vida a sentirse cadáver?
Se sienta en la muralla del recinto,
antes fortificado y defendido,
esconde los juguetes venenosos,
acaricia la miel de las ventanas
y mirando la torre enmudecida,
la gran plaza vacía, espera al enemigo,
ya perdida la llave del deseo,
que regrese de noche y fusile a traición
su sangre sulfurada de metralla roída.

– In tempore belli, Hilario Barrero, Verbum . Madrid . 1999

¿Qué libro está leyendo en la actualidad?

Pues ahora mismo llevo un mes totalmente inmerso en la obra de Fernando Arrabal, y en los tres puntos estratégicos de mi casa tengo libros suyos: poesía, novela y teatro. Es un escritor inmenso, y no sólo de nuestra literatura, sino de las letras universales, además de ser el mejor dramaturgo del mundo. Su poder creativo y genialidad son únicos, y en eso sólo le encuentro comparación con el flamenco Hugo Claus, con el que por cierto coincidió en un viaje por EE.UU. en 1959.

¿Qué consejos le daría a un joven escritor/escritora que se inicia en este camino de la poesía?

Pues como decía en una de las respuestas anteriores, que buscase su propia voz, sin imitar a nadie.

¿Cómo ve usted actualmente la industria editorial?

La industria editorial está en plena reinvención. Por un lado porque hay mucha gente que escribe, y además lo hace muy bien. Y por otro porque también debe atenderse el soporte digital. La clave está en no pisar terrenos que ya están demasiado saturados, así como hacerlo de una forma diferente.

¿Cuál es la pregunta que le gustaría que le hubiera hecho y no se la he hecho?

Ninguna. No ha faltado ni sobrado ninguna, ni siquiera esta última pregunta, que es la número 13.

Muchas gracias por la entrevista, pero antes de finalizarla, le pedimos a Antonio Cruz que nos gustaría escucharle recitar unos de sus poemas. Aquí lo tenéis:

Y a vosotros, lectores, esperamos que hayáis disfrutado la entrevista y gracias por haber llegado hasta aquí.