Hilario Barrero nació en Toledo en 1946, Profesor Emérito de la Universidad de la Ciudad de Nueva York (CUNY), tiene una larga y productiva trayectoria que infunde mucho respeto. No os vamos a abrumar con una larga lista, solo vamos a señalar aquellas publicaciones de los últimos diez años:

  • PoesíaAgua y Humo (2010), Libro de familia (2011), Educación nocturna (2017), Blending (2018).
  • NarrativaUn cierto olor a azufre (2009). Dirección Brooklyn (2009), Brooklyn en blanco y negro (2011), Nueva York a diario (Impronta, 2013), Diarios 2012-2013 (La isla de Siltolá, 2015).
  • TraducciónDelicias y sombras, de Ted Kooser (2009), El amante de Italia, de Henry James (2009), Lengua de madera. Antología de poesía breve en inglés (2011), La esperanza es una cosa con alas, de Emily Dickinson (2017); Luces y sombras y otros poemas de Nueva York, de Sara Teasdale (2018); A quien pueda interesar Antología bilingüe (2018).

A lo anterior podríamos también añadir los textos suyos presentes en numerosas compilaciones y antologías.

A su faceta de escritor, hemos de añadirle la de pintor, fotógrafo y editor de “Cuadernos de Humo” que es una revista de poesía así como una pequeña editorial que nació en el año 2010 en Brooklyn (Nueva York), por la que han pasado un centenar de poetas, algunos que ya son parte fundamental de la literatura española y otros que están en camino de escribir su propia y singular historia. Cada uno de los números de Cuadernos de Humo es todo un pequeño acontecimiento, mimando cada página y siendo editados de manera artesanal.

Antes de empezar con las preguntas, vamos a leer su poema titulado ‘Pregunta‘:

Pregunta

En la mañana
la luz hablaba a gritos,
la sombra muda.En el atardecer
el miedo a reflejarse
sin saber
si es la sombra del cuerpo
la que quema
o es el fuego del alma
que se extingue.

Ya con la oscuridad te haces la pregunta
que no tiene respuesta:
¿Ha sido siempre la sombra tan pesada?

Noche clara del cuerpo.

¿Podría usted contarnos un poco de su vida y actividad literaria?

Desde 1978 vivo en Nueva York. Enseñé español en la Universidad de Princeton. En paralelo a mi labor académica, he escrito varios libros intentando conjugar diversos géneros: poesía, traducción y colaboro habitualmente en revistas literarias como Clarín, Hélice, Poesía española, Turia y en periódicos como Abc. Edito Cuadernos de Humo.

¿Cuáles fueron sus primeras lecturas poéticas y qué autores le influyeron?

De niño Campoamor, Gabriel y Galán; siempre, los clásicos; en la universidad la Generación del 27, especialmente Cernuda, Salinas y Guillén. Y Brines. Y más tarde la poesía americana.

¿Cómo definiría a su poesía?

Un poema más que un arma para el futuro es una navaja del pasado, una mano abierta para el presente y una eternidad basada en el instante de un amor para el futuro. Estoy en deuda con Góngora al que siempre hay que volver, con Quevedo, con Aldana, con la poesía contemporánea en inglés (Auden, Ginsberg, O’Hara, Schuyler, Frost…). Toda buena poesía, toda poesía seria debe tener algo de maldición y algo de misterioso. Todo poema, como la vida, debe ser en cierto modo, oscuro y maldito. La oscuridad le da al poema una distancia y le hace minoritario e inalcanzable: un coto privado de belleza, sólo reservado a un grupo minoritario y privilegiado. Leer un poema debe ser un acto de reflexión, una comunicación con lo espiritual, un ritual, un sacrificio, un ejercicio de la mente y el corazón. Una comunión entre el poeta, el oficiante, y el lector.

¿Cree que el poeta “evoluciona” en su escritura? ¿Cómo ha cambiado su lenguaje poético a lo largo de los años? 

El hombre cambia, el estilo queda. Puede cambiar el tono, la estructura, el léxico, la forma del poema, pero si uno es un poeta con “personalidad” se le debe reconocer. Igual que se reconoce al Greco, a Velázquez, a Picasso o a Brahms, Beethoven o Arvo Part.

¿Cómo siente que un poema está terminado y cómo lo corrige?

El poema está terminado cuando el lector lo hace suyo. Yo tardo mucho en escribir un poema. Cuando lo termino lo dejo en el cajón que descanse. Y suelo corregir poco. Si hay que corregir, es mejor olvidarlo. “No la toquéis ya más / que así es la rosa…”

¿Cuál es el fin que le gustaría lograr con su poética?

Iluminar la soledad, llenar un vacío, dar muerte a la muerte, encender una vida… Dar a la palabra el “otro” significado, el que nadie ha usado, el que solo conocen los poetas.

Código

Para ellos,
eres el nombre
que te dieron
dentro de su legalidad:
un signo solamente.
Tu otro nombre,
el elegido en la noche
de la boca de lobo,
es solo mío.
Un sonido animal.
Y así te escucho.

¿Qué lugar ocupa, para un poeta como usted, las lecturas en vivo?

Como vivo en USA solo voy a lecturas cuando presento algún libro en España. A veces me invitan comunidades hispanas de aquí o universidades a dar lecturas y siempre es una grata experiencia.

¿Qué opina de las nuevas formas de difusión de la palabra, ya sea en páginas de Internet, foros literarios cibernéticos, revistas virtuales, blogs, etc.?

Hay compañeros que piensan que estar en la red no es cosa de un escritor. A mí me parece la octava maravilla. Yo tengo un blog “por hache o por be”, Facebook, Twitter, Instagram…

¿Podría recomendarnos un poema de otro autor/a que le haya gustado mucho? 

Cualquier soneto de Quevedo, de Góngora, de Lope, de Aldana… Me gusta “Mi vaquerillo” de Gabriel y Galán. Mi madre nos dormía cantándonoslo.

He dormido esta noche en el monte
con el niño que cuida mis vacas.
En el valle tendió para ambos
el rapaz su raquítica manta
¡y se quiso quitar-¡pobrecito!-
su blusilla y hacerme almohada!
Una noche solemne de junio,
una noche de junio muy clara…
Los valles dormían,
los búhos cantaban,
sonaba un cencerro,
rumiaban las vacas…
y una luna de luz amorosa,
presidiendo la atmósfera diáfana,
inundaba los cielos tranquilos
de dulzuras sedantes y cálidas.
¡Qué noches, qué noches!
¡Qué horas, qué auras!
¡Para hacerse de acero los cuerpos!
¡Para hacerse de oro las almas!
Pero el niño ¡qué solo vivía!
¡Me daba una lástima
recordar que en los campos desiertos
tan solo pasaba
las noches de junio
rutilantes, medrosas, calladas,
y las húmedas noches de octubre,
cuando el aire menea las ramas,
y las noches del turbio febrero,
tan negras, tan bravas,
con lobos y cárabos,
con vientos y aguas!…
¡Recordar que dormido pudieran
pisarlo las vacas,
morderle en los labios
horrendas tarántulas,
matarlo los lobos,
comerlo las águilas!…
¡Vaquerito mío!
¡Cuán amargo era el pan que te daba!
Yo tenía un hijito pequeño
-hijo de mi alma,
que jamás te dejé si tu madre
sobre ti no tendía sus alas!-
y si un hombre duro
le vendiera las cosas tan caras!…
Pero ¿qué van a hablar mis amores,
si el niñito que cuida mis vacas
también tiene padres
con tiernas entrañas?
He pasado con él esta noche,
y en las horas de más honda calma
me habló la conciencia
muy duras palabras…
Y le dije que sí, que era horrible…,
que llorándolo el alma ya estaba.
El niño dormía
cara al cielo con plácida calma;
la luz de la luna
puro beso de madre le daba,
y el beso del padre
se lo puso mi boca en su cara.
Y le dije con voz de cariño
cuando vi clarear la mañana:
-¡Despierta, mi mozo,
que ya viene el alba
y hay que hacer una lumbre muy grande
y un almuerzo muy rico… ¡Levanta!
Tú te quedas luego
guardando las vacas,
y a la noche te vas y las dejas…
¡San Antonio bendito las guarda!…
Y a tu madre a la noche le dices
que vaya a mi casa,
porque ya eres grande
y te quiero aumentar la soldada…

– Autor: José María Gabriel y Galán

¿Qué libro está leyendo en la actualidad?

Son dos: The Great Fires, de Jack Gilbert (un poeta que he traducido y que recomiendo) y open eye, open heart, de Ferlinghetti, que me parece un timo.

¿Qué consejos le daría a un/a joven escritor/escritora que se inicia en este camino de la poesía?

Que lea a los clásicos, que no tenga prisa, que no se crea que es la divina pomada, que vaya a la universidad, si puede, que piense que un poema es un universo, un mundo, una obra maestra y que como tal necesita tiempo, espacio, fondo, forma, ritmo, musicalidad, metáforas, encabalgamientos… Que el adjetivo que no da vida, mata. Que menos es más, que cada palabra es un diamante, que no la gasten…

¿Cómo ve usted actualmente la industria editorial?

Floreciente y saludable. Siempre se ha publicado mucho y siempre el tiempo ha cribado. De los cientos de poetas de hoy solo quedaran cinco o seis.

Postdata

Me arrimo a ti
en una calle estrecha
y dejo pasar la sombra
que nos viene siguiendo.

¿Cuál es la pregunta que le gustaría que le hubiera hecho y no se la he hecho?

Posiblemente acerca de “Cuadernos de Humo”, qué tipo de música clásica me gusta y mi opinión sobre mi pintura.

Algunas de esas preguntas las dejaremos para una próxima entrevista, ahora vamos a hacer un triple regalo a nuestros lectores:

Ejemplo de obra pictórica

Cuatro poemas

Un poema

En qué pozo se esconde, de qué montaña llega, de qué torrente nace, dónde queda escondido el metal de su aliento, en qué túnica de humo se bautiza, qué desnudez la suya, en qué tierra de nadie proclama su inocencia, si pura, qué sangre anima el fuego de su sexo, si es un cuerpo de guerrero bello e inaccesible qué bronce mal fraguado en la hoguera de Apolo le tizna con un virus de moho su torso amoratado, la belleza intocable de un mármol de lujuria, la rúbrica del óxido firmando su sentencia, una rosa agrietada en su esplendor de mayo por la ferocidad sin freno del olfato cobarde, dudando si llamarla con nombre de batalla o con signo de tregua, bautizada de almendra, con el velo nupcial apuntalado de hambrientas gaviotas, o dejar que su sombra se refleje en el hospicio fundiendo los aceros de la tarde, cuando ansías su lengua de muchacha te ofrece la amargura de su boca de fruta no madura, su saliva vinagre, agrios sus labios con bozales de espuma, cuando esperas en noches de tormenta que llueva en la ventana del poema te ofrece la sequía abacial de la cuaderna vía, sudario de la rima condenada, consonantes de polvo y de ceniza, cuando piensas en ella, cuando esperas su aroma de Tedeum triunfal te entona un deprofundis de silencios, encendida la lámpara del aceite esperas su llegada, virgen prudente y necia, beata del incienso que perfuma sus pechos, que llegue cuando quiera, que juegue con tu pelo, que caliente tu boca, que te ayude, que desnude tus ojos, que te envuelva tus manos en tules congelados, que le dé al corazón una armadura de soldado vencido, en tu sien un disparo de pólvora nevada, siempre la incertidumbre de no saber si vuelve, si olvidó mi costumbre de acariciar sus muslos, siempre teniendo miedo de ser tan sólo un siervo que no le da placer a su látigo húmedo, perro que solo bebe de su lluvia oxidada de musgo, de ser tan sólo un hombre sin simiente para su corazón de madre, de ser una mujer para la ambigüedad de su mirada y ofrecerle un orgasmo en la falsa bandeja de mi voz de castrato para su colección de autógrafos sin nombre, y siempre la amargura, la duda, el desaliento de que no me conozca, que me ignore, que no vuelva jamás y si me deja ¿cómo vivir sin el sonido de su voz, sentir sin el cuchillo de su aliento, respirar sin el aroma de su muerte?

Y a vosotros, lectores, esperamos que hayáis disfrutado la entrevista y tenemos otro regalo para los que resisten. Si queréis el PDF del Cuaderno de Humo nro. 23 que saldrá el 7 de diciembre, pedidlo como comentario a este artículo y os lo haremos llegar de alguna manera.

Gracias por haber llegado hasta aquí.